El liberalismo es la postura ideológica que promueve la libertad de los seres humanos, respecto de sus semejantes, como un valor básico y esencial. Sin embargo, asociada a toda forma de libertad individual, debe existir una previa responsabilidad que la justifica y la legitima. Es por ello que los fundadores del liberalismo promovieron la libertad conjuntamente con una ética orientadora de esa previa responsabilidad. Este ha sido el caso del liberalismo político, promovido por John Locke junto a la ética cristiana, y del liberalismo económico, promovido por Adam Smith junto a una ética propia, compatible con la ética cristiana.
Mientras que Locke escribe un libro titulado “La racionalidad del cristianismo”, Smith hace lo propio con la “Teoría de los sentimientos morales”, ya que la libertad, sin una base moral, carece de las ventajas que tal predisposición individual ha de generar en la sociedad. Nicola Abbagnano escribió: “A esta defensa de la tolerancia añade Locke una defensa apologética del cristianismo, reconocido, en su núcleo esencial, como la más razonable y útil de las religiones”.
“En «La racionalidad del cristianismo» busca precisamente este núcleo, y lo pone en la fe en Cristo como Mesías. El reconocimiento de Cristo como Mesías y el del verdadero Dios, son los únicos artículos de fe necesarios para el cristiano, y constituyen una religión simple, apta para la comprensión de los literatos y de los trabajadores y libre de las sutilezas de los teólogos”.
“Naturalmente la fe en Cristo supone también la obediencia a sus preceptos; pero nadie queda obligado a conocer todos estos preceptos, aunque convendría que todos procurasen aprenderlos y comprenderlos en la Sagrada Escritura. La justificación del cristianismo se basa, según Locke, en su racionabilidad y en su utilidad. Sin él «la parte racional y pensante del género humano» hubiera ciertamente «podido descubrir al único, supremo e invisible Dios»; pero a todo el resto de la humanidad este descubrimiento hubiera permanecido oculto”.
“La revelación cristiana lo ha difundido por todo el mundo. Y, además, ha dado autoridad y fuerza a aquellos preceptos morales, que de lo contrario hubieran sido solamente patrimonio de los filósofos. En otras palabras, el cristianismo ha sido para Locke una nueva, más vasta y más eficaz promulgación de la ley moral y de las verdades fundamentales que rigen la vida humana. La obra de Locke aparecía en 1695, y en 1696 se publicaba la de Toland: «Cristianismo no misterioso». Se iniciaba con estas obras la disputa sobre el deísmo, que es el primer gran intento de encerrar la religión dentro de los límites de la razón” (De “Historia de la Filosofía”-Montaner y Simon SA-Barcelona 1955).
En cuanto a Adam Smith, puede decirse que la descripción que hace del aspecto emocional de todo ser humano, resulta enteramente compatible con el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, interpretado como “compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias”. Sin embargo, Smith no hace ninguna referencia a los Evangelios; seguramente para no tener que discutir y padecer la reacción de los teólogos del siglo XVIII, predispuestos a mantener el predominio de los misterios sobre todo lo que resulte evidente y accesible a la razón. Adam Smith escribió: “Nuestra imaginación tan sólo reproduce las impresiones de nuestros propios sentidos, no las ajenas. Por medio de la imaginación, nos ponemos en el lugar del otro, concebimos estar sufriendo los mismos tormentos, entramos, como quien dice, en su cuerpo, y, en cierta medida, nos convertimos en una misma persona, de allí nos formamos una idea de sus sensaciones, y aun sentimos algo que, si bien en menor grado, no es del todo desemejante a ellas”.
“Cuando vemos que un espadazo está a punto de caer sobre la pierna o brazo de otra persona, instintivamente encogemos y retiramos nuestra pierna o brazo; y cuando se descarga el golpe, lo sentimos hasta cierto punto, y también a nosotros nos lastima”.
“Nuestro regocijo por la salvación de los héroes que nos interesan en las tragedias o novelas, es tan sincero, como nuestras aflicciones por su dolor, y nuestra condolencia por su desventura no es menos cierta que la complacencia por su felicidad” (De “Teoría de los Sentimientos Morales”-Fondo de Cultura Económica-México 1941).
Puede sintetizarse la descripción de los sentimientos humanos mediante una frase popular: “Alegría compartida es doble alegría; dolor compartido es medio dolor”. El reciente descubrimiento de las neuronas espejo permite conocer con más precisión el proceso empático, que es la base de la cooperación social establecida a través del mercado, y de la cooperación en general. Adam Smith agrega: “El hombre, consciente de su propia flaqueza y de la necesidad en que está respecto a la ayuda de los demás, se regocija en cuanto advierte que los otros hacen suyas sus propias pasiones, porque así se confirma en esa ayuda; pero se aflige en cuanto advierte lo contrario, porque ve afirmada su oposición”.
“La simpatía aviva la alegría y alivia el dolor. Aviva la alegría dando nuevo motivo de satisfacción, y alivia el dolor insinuando al corazón la casi única sensación agradable que de momento es capaz de albergar”.
“¡Cuán amable nos parece aquel cuyo corazón, lleno de simpatía, refleja todos los sentimientos de aquellos con quien conversa, que se duele de sus calamidades, que resiente las lujurias que han recibido y se alegra con motivo de la buena suerte que los alcanza!”.
“Cuando hacemos nuestra la situación de sus compañeros, participamos en la gratitud que experimentan, e imaginamos el consuelo que necesariamente reciben a causa de la tierna simpatía de un tan afectuoso amigo. Y, por lo contrario, ¡cuán desagradable se muestra aquel cuyo inflexible y obcecado corazón sólo siente para sí, pero es del todo insensible a la felicidad o desgracia ajenas!”.
La insensibilidad “a la felicidad o desgracia ajenas” no es otra cosa que el egoísmo. Sin embargo, algunos sectores capitalistas promueven la “virtud del egoísmo”, consideran que “el amor al prójimo es inmoral”, que “la Madre Teresa de Calcuta es un mal ejemplo”, etc. Al menos es importante que tales sectores no se consideren “liberales”, por cuanto la base “moral” que proponen poco o nada tiene que ver con el fundamento ético adoptado por los fundadores del liberalismo.
El liberalismo (político y económico) es admitido por una sociedad cuando ésta previamente admite la ética natural que sustenta tanto a la democracia política como a la democracia económica (mercado). Como tal ética es esencialmente la propuesta por el cristianismo, los sectores capitalistas que se oponen tenazmente a dicha ética, impiden la instauración de ambas democracias.
Si acaso revivieran John Locke y Adam Smith en nuestra época y escribieran sus ideas éticas en las redes sociales, especialmente en los sectores capitalistas mencionados, pronto serían burlados y ridiculizados. El liberalismo, como “capitalismo civilizado” en su faz económica, sustentado en la ética natural, poco o nada tiene que ver con el “capitalismo salvaje” basado en “la virtud del egoísmo”.
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