Tanto la cooperación como la competencia forman parte de la naturaleza humana, pudiendo ésta considerarse como el conjunto de atributos que poseemos como consecuencia del proceso evolutivo, o bien como consecuencia del “espíritu de la ley natural” que, a través de ese proceso, nos ha llevado a poseerlas. Mientras que la cooperación resulta imprescindible para la supervivencia de la humanidad (junto a la buena competencia), la mala competencia (junto a la ausencia de espíritu competitivo) resulta desventajosa para el proceso adaptativo al orden natural.
Se entiende como “buena competencia” la que favorece la cooperación social, estando asociada a la “competencia con uno mismo”. El ejemplo evidente es el de la persona que trata de ayudar a sus semejantes en busca de satisfacciones personales de tipo afectivo. Este es el caso de la Madre Teresa de Calcuta. Sin embargo, equivocadamente surgen interpretaciones de tipo “masoquista” sugiriendo que el mérito radica en el “sacrificio altruista” en lugar de surgir de la inteligencia mostrada por haber encontrado el camino hacia la felicidad propuesto por el propio orden natural y acorde a nuestra naturaleza humana. Juan Luis Vives escribió: “Las lágrimas testifican nuestro dolor y nuestro gozo, ya sea que nos dolamos de nuestros males o que lloremos de alegría, ya sea que, mientras nos compadecemos del mal ajeno, nuestras lágrimas den testimonio de que nos hallamos tan afectados como aquellos que sufrieron el daño”.
“Nada hay más eficaz que esto para la concordia, la conciliación del amor y la confirmación del mismo. ¿Qué hay, en efecto, más capaz para predisponer a la benevolencia que franquear los secretos del corazón a los demás, en lo cual se halla el fundamento de la confianza en la amistad, o mostrarles que sus bienes y sus males nos preocupan tanto como si fueran nuestros, en tal manera que nos afectan tanto los unos como los otros, en lo cual se halla la consumación de la amistad, para la cual es uno mismo el querer y el no querer ya que todas las cosas se han hecho por el amor comunes?” (De “De la concordia y de la discordia”-Ediciones Paulinas-Madrid 1978).
Ignorando el proceso adaptativo, se observa la tendencia de los seres humanos a adquirir mayor poder económico, político, social, ideológico, etc., para así sentirse superiores a los demás, hasta llegar al extremo de intentar gobernarlos tanto mental como materialmente, siendo este el caso de los líderes totalitarios (fascistas, nazis, comunistas). Michael Korda escribió: “Como lo que la gente desea es ejercer poder sobre los demás -«manejar personas»-, la corporación corriente funciona como una especie de agente de Bolsa que proporciona cierto número de personas sobre las que ejercer el poder a aquellos que desean ejercerlo. Esto no cuesta nada; toda organización abunda en personas tan poco importantes o fácilmente reemplazables (suponiendo que fuesen necesarias) que resulta sencillo satisfacer las ansias de poder incluso de los ejecutivos más incompetentes ofreciéndoles a alguien a quien tiranizar. Durante años, ésta ha sido la función real de la secretaria en la mente de muchos hombres”.
Como esa búsqueda muchas veces no resulta exitosa, el individuo egoísta siente una pobre valoración hacia sí mismo, mientras que, teniendo éxito le surge un orgullo desmesurado. Sin embargo, la búsqueda de poder tiende a ocultarse de los demás. Michael Korda agrega: “El instinto de poder, por lo general, se considera como una de las características humanas menos atractivas, junto con la violencia o la agresividad, con las que a menudo se las confunde. A la gran mayoría de la gente le desagrada reconocer que desea el poder, razón por la cual nunca lo alcanza y los que lo detentan llegan a extremos indecibles para ocultarlo”.
“En una era de víctimas vociferantes, es más fácil unirse al clamor, seguir el inspirado ejemplo de los mafiosos, que requerían nuestra solidaridad porque no eran más que otro grupo minoritario –discriminados como ítalo-americanos-, sin relación alguna con los que vivían de la usura, la droga, el juego ilegal y la prostitución. El «hombre respetable» dio paso a la víctima quejumbrosa como estilo de poder del delito organizado exactamente al mismo tiempo que la clase media urbana hacía igual descubrimiento” (De “El poder”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1977).
La soberbia, como síntoma de un complejo de superioridad, surge como compensación de un previo complejo de inferioridad. De ahí el absurdo de sentir envidia por aquellos que internamente padecen sentimientos de inferioridad. Incluso los pueblos débiles muestran tales atributos no aceptando culpabilidad alguna por sus errores; también descartan toda posibilidad de emular a quienes hacen bien las cosas. Eugenio Kvaternik, analista político, expresó: "Ortega y Gasset decía que ningún argentino sabe decir «no sé». Los argentinos saben todo y hablan de todo. Uno puede agregar que ningún argentino sabe decir «me equivoqué»". "La Argentina es un país clientelista, prebendario, rentístico, donde la competencia, la emulación y la ejemplaridad no juegan ningún rol" (De "Prohibido no pensar" de Bernardo Neustadt-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2005).
El cristianismo propone el gobierno de las leyes naturales sobre todo individuo (simbolizado por el Reino de Dios), tratando de evitar el absurdo y perverso gobierno del hombre sobre el hombre. También el liberalismo, al promover el gobierno de las leyes humanas sobre todo individuo, apunta a evitar la degeneración totalitaria.
La persona equilibrada, psicológica y socialmente, es la que no se valora en exceso ni tampoco en menos. Adopta la actitud que deberían asumir los integrantes del seleccionado de fútbol al concurrir a un campeonato mundial; tanto si van muy “agrandados” como si van muy “achicados” las cosas les irán mal, o peor que si adoptan la actitud intermedia. Blaise Pascal escribió: “Es peligroso hacer ver al hombre en cuánto es igual a las bestias, sin mostrarle su grandeza. Es también peligroso hacerle ver su grandeza sin su bajeza…Es aún más peligroso dejar que ignore una cosa y otra…No es necesario que el hombre crea que es igual a las bestias, ni a los ángeles…pero que sepa lo uno y lo otro…Si se levanta, lo bajo; si baja, lo levanto; y lo contradigo siempre hasta que comprende que es un monstruo incomprensible…” (Citado en “Pascal” de Dmitri Merejkovski-Editorial Cautelar-Buenos Aires 1947).
Por lo general, la humildad se asocia a la sabiduría y la soberbia a la ignorancia. La “humildad del sabio” surge del conocimiento de las grandes creaciones científicas, como la de Leonhard Euler, a quien se le atribuye haber establecido el 40% de la física y de la matemática del siglo XVIII (incluso la ecuación más importante de la física moderna se denomina “ecuación de Euler-Lagrange"). Quien tiene honestidad y conoce este hecho, advierte el abismo mental entre el genio y el hombre común, y adopta una actitud de humildad. Por el contrario, quien conoce las creaciones de la inteligencia humana y mantiene su soberbia, carece de honestidad. También el ignorante tiende a sobrevalorar su intelecto.
El sabio se compara con todos los hombres del mundo, tanto con sus contemporáneos como con los del pasado, y por ello adopta la típica sencillez del científico auténtico. El soberbio y el ignorante sólo se comparan con las personas cercanas, de su mismo grupo, o de las cercanías inmediatas. Mientras el sabio elige ser “cola de león”, el soberbio y el ignorante eligen ser “cabeza de ratón”,
Si el humilde cede el lugar al soberbio, eludiendo la lucha por el poder, terminará esclavo de éste. De ahí que no debería confundirse humildad con pasividad y resignación, ya que en toda sociedad que funciona como una selva, quien no participa en la lucha por el poder, quedará relegado a la voluntad del soberbio o del totalitario. José Ortega y Gasset escribió: “Una de las paradojas más inevitables es que en la batalla, el vencedor, para vencer, necesita que el vencido le ayude. Es una abstracción hablar de la fuerza de un ejército. La fuerza de un ejército depende de la del otro, y uno de sus ingredientes es la debilidad del enemigo. Cabe decir que la mitad de nuestro ser radica en lo que sean los demás y no se debiera olvidar que nuestro perfil depende en buena parte del hueco que los demás nos dejen”.
“Al preguntarnos qué es el fascismo, la primera contestación que todos nos hemos dado era una segunda pregunta: «¿Qué hacen los liberales, los demócratas?». Como si cierto instinto intelectual nos hiciera sospechar que la clave de la situación, lo esencial del fenómeno, el síntoma más original no estaba tanto en la acción del fascismo como en la inacción del liberalismo. Nuestra atención transitaba instintivamente del dintorno al contorno” (De “El Espectador” VI-Revista de Occidente SA-Madrid 1972).
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4 comentarios:
También en “El Espectador” de Ortega y Gasset (Alianza Editorial 1980):
“Aquí tenemos el criterio para discernir dónde el sentimiento democrático degenera en plebeyismo. Quien se irrita al ver tratados desigualmente a los iguales, pero no se inmuta al ver tratados igualmente a los desiguales, no es demócrata, es plebeyo.
La época en que la democracia era sentimiento saludable y de impulso ascendente, pasó. Lo que hoy se llama democracia es una degeneración de los corazones.
A Nietzsche debemos el descubrimiento del mecanismo que funciona en la conciencia pública degenerada: le llamó ressentiment. Cuando un hombre se siente a sí mismo inferior por carecer de ciertas cualidades (inteligencia, valor o elegancia) procura indirectamente afirmarse ante su propia vista negando la excelencia de esas cualidades.(…) Es la total inversión de los valores: lo superior, precisamente por serlo, padece una capitis diminutio, y en su lugar triunfa lo inferior.
(…)
Este estado de espíritu, empapado de ácidos corrosivos, se manifiesta tanto más en aquellos oficios donde la ficción de las cualidades ausentes es menos posible. ¿Hay nada tan triste como un escritor, un profesor o un político sin talento, sin finura sensitiva, sin prócer carácter? ¿Cómo han de mirar esos hombres, mordidos por el íntimo fracaso, a cuanto cruza ante ellos irradiando perfección y sana estima de sí mismo?”
Es como si Ortega, al escribir estas líneas, tuviera ante sí a muchos de los políticos a los que les ha tocado gestionar la actual pandemia.
Muy bueno el agregado........Están gestionando la pandemia "enfermedad", pero en la Argentina están mal gestionando la "pandemia económica" (ya que, aprovechando la buena predisposición de mucha gente, podrían liberar algunas actividades productivas)....
Aquí en España, además de gestionar muy mal desde el punto de vista médico (nos faltan mascarillas, test y hasta batas de quírófano), están aprovechando la excepcionalidad para colectivizar de facto la economía, preveyendo la legislación de excepción la requisa de bienes privados sin límite concreto alguno, sometiendo al sector privado a dictados sin sentido y arbitrarios del gobierno, un gobierno que demuestra día a día no tener ni idea de cómo gestionar esta situación. Y eso nos va a salvar, porque si llegan a ser listos... Baste decir que han aprovechado la crisis económica que conlleva la situación para colar de forma rápida y sin discusión la renta mínima, buscando clientelizar a los numerosos autónomos y trabajadores que han quedado sin ingresos, también demorando más allá de lo razonable la reapertura de la normalidad económica (aproximada, claro) con ese mismo interés en empobrecer a la sociedad para poder controlarla con subsidios, convirtiéndose en pedigüeños de la Unión Europea sin ningún rubor para disparar la deuda pública, etc.
Mientras España viene de épocas normales, la Argentina viene de una profunda recesión...Con la economía parada y la fuerte emisión monetaria (único recurso para quienes no pagan las deudas y nadie les quiere prestar)nos espera una crisis económica más parecida a una catástrofe. Algunos economistas estiman que la pobreza podría llegar al 75% en este año......
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