Cuando una persona teme no poder alcanzar una posición destacada dentro de la sociedad, y tampoco en el conjunto de la humanidad, trata de formar parte de un subgrupo buscando compartir los éxitos o la trascendencia que tal grupo ha de lograr. Luego, la valoración individual y corriente de las personas estará asociada a su clase social, nivel intelectual, etnia o creencia. En forma injustificada se tiende a asociar virtudes y defectos de los que generalmente carecen sus integrantes. Por ello resulta desaconsejable establecer generalizaciones fáciles, ya que conducen a importantes errores de apreciación.
La anterior forma de integrarse a la sociedad, que podríamos denominar "voluntaria", tiende a que cada integrante comparta las "ganancias" como también las "pérdidas", como si fuese una asociación comercial. También existe una integración natural, o involuntaria, que es la pertenencia a una familia y a una nación.
Una de las consecuencias de estas adhesiones radica en que las culpas recaerán en cada uno de sus miembros en cuanto alguna de las figuras representativas del subgrupo cometa errores o acciones poco éticas. Esta culpabilidad recaerá también en las generaciones anteriores y en las que les seguirán. También algunos individuos se sentirán culpables por los errores de sus ancestros, adoptando posturas negativas hacia su propia familia o hacia su propia nación.
Como ejemplo puede citarse el caso de un sector de los cristianos actuales, que siguen culpando a los judíos por cuanto, hace unos 2.000 años, "mataron a Cristo". Es absurdo asignar culpas por hechos cometidos por otras personas en tiempos previos a haber nacido.
Asociado a este tipo de proceso, surge la culpabilidad propia vinculada a actos cometidos por antepasados pertenecientes al grupo étnico, religioso o cultural al que se pertenece. Este es el caso de quienes deploran a su propia nación por haber dado maltratos a los habitantes originarios en el continente americano. Tal culpabilidad heredada, tan absurda como la anterior, tiende a potenciar el antagonismo de los descendientes de aquellos pueblos, ya que tienden a su vez a ejercer una "justa venganza" contra los "herederos de los opresores". Estos procesos tienden a mantener encendido el fuego del odio y de la discordia.
Es oportuno mencionar un diálogo entre Eugéne Ionesco y un norteamericano "antinorteamericano" que insiste en mantener una culpabilidad heredada respecto de los pueblos originarios. Lo grave es que, en estos casos, al atacar a una supuesta discriminación sectorial, en el pasado, se promueve una discriminación sectorial de sentido opuesto en el presente. El citado autor escribió: "Para los antinorteamericanos de izquierda, nada bueno puede venir de los Estados Unidos, incluso hoy. Hay que decir que son nazis, que son todos racistas y que la sociedad de consumo es peor que todas las sociedades de la pobreza. Calumniarlos, injuriarlos, eso los alivia".
"Ahora están como hechizados por el daño que les han hecho a los indios, a los pieles rojas. Más precisamente, no se trata del daño que han podido hacerles, cuanto del mal que continúan haciéndoles. He oído, en Nueva York, tres testimonios sobre el estado actual de los pieles rojas, sobre las reservas. La mayoría de los pieles rojas no quiere trabajar. «Están en su derecho», me dice un abogado...Los indios estaban pagados dentro del mínimo sindical, y tenían, desde luego, automóvil y televisión a su disposición. «No es verdad», afirmaba el abogado, «viven en chozas, en la miseria, viven en ghettos»".
"Yo pregunto: ¿Les está prohibido que salgan de su reserva y que se asimilen a la sociedad norteamericana?. «Son ellos los que no lo quieren, porque quieren conservar sus tradiciones culturales. Si una de sus hijas se casa con un blanco, es echada de la comunidad»".
"«Es porque están condicionados», replica el abogado, «después de haber vivido en su reserva hasta once años y medio...no pueden ya integrarse a otra sociedad. Entonces viven en sus chozas, al margen de todo»".
"Pero es por culpa de ellos, le digo,...entonces deben salir de su reserva. Si continúan casándose entre ellos van a decaer, o bien conservan su cultura y decaen, o bien salen de sus ghettos y se integran a la sociedad norteamericana".
"«No es cierto», replica el abogado, «nosotros somos racistas y los perseguimos»".
"Pero entonces ellos también son racistas, incluso admitiendo que sea un racismo justificado".
"«No quieren salir de sus ghettos, no tenemos el derecho de obligarlos»".
"Entonces habrán de perecer, y ustedes se encuentran en la más absoluta contradicción: o deben salir, o no deben: no hay otra alternativa. ¿Qué solución propone usted?, le pregunté al abogado".
"«Somos culpables, somos culpables», repetía el abogado, en vez de proponer una solución, por lo demás imposible" (De "El hombre cuestionado"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1981).
El típico izquierdista dice defender a los indios, a los pobres, a los marginados, mientras estas "defensas" son pretextos para atacar a la odiada sociedad a la que pertenece. Toda defensa implica, simultáneamente, la existencia de un agresor. De ahí que sea ésta una forma disimulada de encauzar el odio hacia los supuestos agresores que existirían en toda sociedad.
Quien ataca a una nación, busca ayuda en su tarea despertando culpabilidades en sus integrantes. El antipatriotismo es una promoción típica del marxista. Ser patriota no implica observar sólo virtudes en su nación, sino también defectos. Por el contrario, ser un traidor implica observar sólo defectos asociándose a la izquierda política buscando su destrucción.
No son pocos los descendientes de pueblos originarios, en Latinoamérica, que no se conforman con no trabajar y ser mantenidos por el resto de la sociedad, sino que reclaman "la devolución de sus tierras", preferentemente las que están en plena producción, para luego venderlas y seguir viviendo en el ocio y la desidia.
Quienes pretenden destruir la cultura occidental encuentran en la culpabilidad heredada de los ingenuos un importante aliado para llevar adelante sus planes destructivos. De ahí la proliferación de norteamericanos antinorteamericanos y de europeos antieuropeos. Ionesco escribió: "Es curioso que ese antinorteamericanismo haya comenzado en 1945, en Francia, justo después de la liberación de Francia por los norteamericanos o con la ayuda poderosa de los norteamericanos. Desde 1945, en efecto, las piezas de teatro de Sartre, novelas como La hora veinticinco, etc., manifestaban un odio fuera de lugar contra Norteamérica, pero nunca la menor palabra contra los rusos que habían firmado un pacto con Hitler en 1939, permitiéndole lanzarse contra Occidente. Cuando personas como Kravchenko o el asombroso Arthur Koestler, y muchos otros, trataban de poner las cosas en su sitio, afirmando que los Estados Unidos no eran los enemigos de Francia ni de Europa, se los injuriaba".
También Sartre promovía la violencia contra Europa, ya que el odio marxista siempre mostró ser un odio universal. Al respecto escribió: "Matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro: quedan un hombre muerto y un hombre libre" (Citado en "Sobre la violencia" de Hannah Arendt-Editorial Joaquín Mortiz SA-México 1970).
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2 comentarios:
A los Estados Unidos no se le perdona que se fundaran sobre la idea de los Padres Peregrinos de crear una Nueva República que fuera una Europa regenerada y mejor, con valores universalmente válidos, pero sobre todo lo que se hace insoportable para la mediocridad europea es que han tenido que intervenir directa y militarmente dos veces para sacar a Europa de la ciénaga en que se metió solita siguiendo sus ancestrales impulsos particularistas y guerreros, a lo que hay que sumar su claramente mejor desempeño económico y por ende social. Y cuando digo Europa digo todos los países surgidos a lo ancho del mundo del influjo directo europeo.
Por otra parte, a ver dónde existe la posibilidad que tienen los nativos norteamericanos de salir a vivir como uno más a la sociedad mayoritaria, y en caso de fracaso o decepción, volver a su subvencionada y protegida reserva india.
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