Mientras que el gobernante liberal orienta a la población en cuanto a la acción individual conveniente para el logro de objetivos beneficiosos, tanto políticos como económicos, el político socialista tiende a hacer promesas sobre su propia acción en caso de ser electo para gobernar. En el primer caso se busca promover la iniciativa de millones de voluntades individuales; en el segundo caso se supone que la iniciativa y los proyectos colectivos dependerán sólo de quienes ejercen el mando del Estado.
A continuación se menciona un escrito cuyo autor fue discípulo directo de Ludwig von Mises. Habiéndose redactado hace varias décadas, es posible que algunos datos y ejemplos estén desactualizados:
EL LLAMADO A LA ACCIÓN
Por Hans F. Sennholz
En la búsqueda de un efecto psicológico, muchos políticos suelen asumir una actitud que los hace aparecer como campeones de un programa de "acción" y "progreso". Ellos saben que ambos atributos siguen mereciendo el respeto y la admiración de la gente decente. Pero, en nombre del progreso, estos activistas acusan a los amigos de la libertad y de la empresa privada por sus actitudes "negativas" y sus políticas de "no hacer nada". "¿No quiere usted que se haga nada?", es la réplica a la que se recurre comúnmente para tratar de bloquear todas las objeciones.
Estos argumentos son totalmente falaces. Sus premisas deben rechazarse y sus conclusiones deben ser rectificadas. En realidad, el llamado para actuar suele ser una manifestación de letargo e inercia individual; puede ser el equivalente de un llamado a la acción del gobierno, más que una convocatoria a la iniciativa individual.
Quienes abogan por la ayuda exterior y describen en términos dramáticos la miseria y el sufrimiento de países foráneos, no se refieren a la propia cuando reclaman acción e iniciativa en este campo de la actividad social. No se refieren a la idea de enviar ellos mismos paquetes de ayuda destinados a asiáticos y africanos hambrientos. Tampoco tienen el propósito de invertir sus propios ahorros en las economías socializadas de la India o del Congo. Probablemente saben perfectamente que sus inversiones en tal caso serían pronto consumidas, derrochadas y confiscadas por gobiernos hostiles a las inversiones de capital. Y, sin embargo, quienes piensan así inducen a su gobierno a gastar miles de millones de dólares de los contribuyentes en ayuda exterior.
Quienes abogan por mejores viviendas, no piensan usar sus propios fondos para proveerlas y cobrar alquileres más bajos. Ellos no quieren actuar por sí mismos; llaman al gobierno para que actúe. Es la acción y la iniciativa del gobierno que ellos desean emplear y es el dinero de los contribuyentes que proponen que sea gastado. Ellos, los que así piensan, probablemente son inquilinos que se quejan de los alquileres que consideran altos, pero eluden las tareas y responsabilidades de ser propietarios. Probablemente son conscientes de que la rentabilidad de las inversiones en vivienda para alquilar suele ser magra y siempre amenazada por aumentos de impuestos y controles de gobierno. Por lo tanto, prefieren inversiones más seguras con menos preocupaciones. Aún así, claman por la acción del gobierno y el gasto del dinero de los contribuyentes tendiente a lograr mejores condiciones habitacionales.
La mayoría de quienes abogan por una "mejor educación" claman por un incremento de la ayuda de los estados nacionales y locales con destino a la educación. Están convencidos que una mejor educación depende de gastos adicionales con fondos del gobierno. Quieren nuevos edificios para escuelas, más aulas, equipos modernos y mejores medios de transporte y, sobre todo, remuneraciones más elevadas para profesores y maestros. El esfuerzo individual aparece pequeño en su grandioso programa de gastos y entonces miran al gobierno como fuente de ilimitados fondos.
Los apóstoles del rápido crecimiento económico no abogan por una acción e iniciativa individuales. No piensan en brindar su propio esfuerzo y privaciones (ahorro) tendientes al crecimiento económico. Se necesitan más de 40.000 dólares en ahorros para crear un puesto de trabajo adicional. Y aún una suma mayor es necesaria si el nuevo puesto de trabajo es más productivo, con salarios más altos y mejores condiciones laborales. En sus vidas privadas, esos apóstoles del crecimiento rápido suelen estar gastando sus ingresos del mes próximo en bienes de consumo, haciendo uso de crédito en diversas formas. Ellos por sí mismos no ahorran el capital necesario para el crecimiento económico. Sus llamados a la acción y a la iniciativa son meramente llamados al gasto público financiado con el dinero del pueblo, directa o indirectamente mediante la inflación.
Por todo ello, la búsqueda de "iniciativa" y "acción" debe mirarse como una búsqueda e incitación a la acción de gobierno. Vista en adecuada perspectiva, la cuestión "¿No quiere usted hacer nada?", en realidad significa "¿No quiere usted que el gobierno gaste el dinero del pueblo en ayuda exterior, viviendas, educación, crecimiento económico, etc.?". Significa en muchos casos simplemente "¿No quiere usted socialismo?".
Este análisis revela claramente por qué los amigos de la libertad y de la empresa privada frecuentemente son acusados
de ser "meramente negativos". Los términos "positivo" y "negativo" se relacionan con determinados puntos de orientación. Quienquiera se opone al socialismo y a todas sus trabas a la iniciativa y acción individual, es una actitud "negativa" en los ojos de los socialistas. Pero esa misma actitud es "positiva" cuando el criterio orientador es la libertad, porque su preocupación positiva es, precisamente, la libertad. La vida de quienes asumen esa actitud está llena de iniciativas y acciones.
Nuestros opositores políticos frecuentemente nos describen como si nosotros no tuviéramos una plataforma política positiva, refiriéndose, naturalmente, a un programa de gobierno. Se nos dice que sólo el gobierno puede resolver los modernos problemas públicos y, finalmente, realizar la sociedad ideal. Pero nosotros creemos que la mayoría de los programas gubernamentales, meramente tienden a aliviar síntomas y efectos maléficos de previas políticas del gobierno. Tratando los síntomas y dejando intactas las causas, el mal no se alivia, e incluso puede intensificarse. Por consecuencia, nuestro negativismo a los programas y controles de gobierno es no sólo la única genuina solución, sino la única respuesta positiva al problema.
Tomemos por ejemplo la inflación, que es uno de los males más graves de nuestro tiempo. Un programa de gobierno concebido para combatir la inflación generalmente se refiere a sus efectos indeseables sobre los precios. Podrá tender a que algunos precios se mantengan bajos artificialmente, por medio de controles gubernamentales y otras medidas destinadas a intimidar a algunos. Ya se sabe que por ese medio se fracasa lamentablemente, por cuanto se dejan las causas intactas. Nuestro programa "negativo" en cambio va a la raíz misma del problema. Tiene por objeto cerrar los canales por donde las autoridades monetarias inundan nuestra economía con nuevas cantidades de dinero y crédito. Le ordena al gobierno que equilibre su presupuesto y al Banco Central que se abstenga de nuevas expansiones del crédito. Solamente esa clase de "negativismo" puede lograr la estabilidad monetaria y, de ese modo, resolver los numerosos problemas económicos y sociales provocados por la depreciación monetaria.
Tómese el problema de la desocupación, el cual, igual que la inflación, carcome la fibra moral de nuestra sociedad. También en este caso los programas de gobierno meramente tratan los síntomas y las consecuencias del desempleo que otros programas gubernamentales han causado. Por cuanto no hay duda del hecho de que el salario mínimo y otras leyes laborales son responsables de la mayor parte de la desocupación. El gobierno fuerza los costos laborales hacia arriba y, de ese modo, expulsa del mercado laboral a ciertos trabajadores. Cuando el gobierno decreta un salario mínimo que excede la productividad de algunos obreros, éstos están condenados a la desocupación. "¿Qué puede ser más positivo entonces que reclamar la derogación de la legislación mal concebida causante del desempleo?".
Estamos convencidos que la acción del gobierno constituye la raíz de la mayoría de los problemas económicos y sociales de nuestro tiempo. Siendo así, sólo una acción política que sea capaz de remover la previa política puede aliviar la situación.
(De "Problemas económicos de actualidad"-Centro de Estudios Sobre la Libertad-Bolsa de Comercio de Buenos Aires 1977)
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1 comentario:
El intervencionismo público en economía, como principio general, ha quedado totalmente desacreditado como solución de los problemas sociales concretos vista la experiencia de los regímenes del socialismo real. Por lo tanto, es la economía de mercado el principio general que se deduce como el aplicable según lo anterior. Y sólo cuando no alcance a ser eficiente en algún campo específico tendrá ahí cabida razonable la intervención económica pública.
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