En todo grupo, y en toda sociedad, surgen líderes que tienden a tomar decisiones por los demás o bien a influir sobre las decisiones a tomar por el grupo. Entre las características de las diferentes formas de liderazgo, es conveniente mencionar la más evidente, y es la autenticidad asociada al liderazgo, ya que existen casos extremos como el del líder con poca capacidad para la gestión, que busca estar siempre en el lugar más alto, como si se tratara de un deportista que trata de llegar siempre al podio de los vencedores.
En oposición a esta tipología psicológica aparece la del líder natural, que no busca estar en el primer lugar como objetivo personal principal, sino que trata de influir sobre el grupo aportando sus conocimientos y su capacidad. En toda crisis social, aparece el líder "deportivo" usurpando el lugar que debiera corresponderle al más capacitado. Los líderes políticos, por lo general, están motivados por objetivos de tipo deportivo mientras poco o nada se interesan por el bienestar o la seguridad de sus dirigidos.
No sólo es culpable de tal usurpación el líder egoísta, sino también quienes no se capacitan suficientemente, o bien quienes carecen de seguridad en sí mismos, por lo que ceden su lugar a los irresponsables y la sociedad tiende a ser gobernada por el que tiene mayor predisposición a imponer sus ideas, aun cuando tales ideas sean negativas.
El líder "deportivo" es el típico "cabeza de ratón", que busca tener personas bajo su mando, o bajo su nivel, en cualquier circunstancia. No soporta estar bajo la dirección de otros, aunque se trate de líderes auténticos. Por el contrario, el líder capacitado tiende a identificarse con la "cola de león", es decir, se preocupa por cosas importantes sin competir por llegar al primer lugar del podio.
El fenómeno social conocido como la "rebelión de las masas", es descripto por José Ortega y Gasset como una insubordinación del hombre-masa que niega aceptar instancias superiores y busca usurpar lugares que deberían ser ocupados por gente capacitada.
Desde este punto de vista, es posible sintetizar el proceso de la evolución cultural, si bien los avances y retrocesos nos ubican lejos del ideal a alcanzar. Las distintas etapas, que coexisten en la actualidad, serían las siguientes:
a) Gobierno del hombre sobre el hombre.
b) Gobierno de la ley humana sobre el hombre.
c) Gobierno de la ley natural sobre el hombre.
Mientras que el liberalismo promueve el paso de la primera a la segunda etapa, el cristianismo promueve el paso de la segunda a la tercera etapa. Guglielmo Ferrero escribió: "El poder, como el arma, es, en su origen, una defensa contra los dos más grandes pavores de la humanidad: la anarquía y la guerra. Y surge, al mismo tiempo, del miedo universal y de la doble raza: los amos y los siervos -si se me permite emplear la fórmula preferida por una maligna filosofía, de moda desde hace medio siglo-, que dividen a la humanidad".
"La mayoría de los hombres está integrada por seres tímidos, modestos, pasivos, que constituyen la materia plástica del poder, porque han nacido para obedecer. La raza de los amos es una minoría que posee una más intensa fuerza vital: los ambiciosos, los activos, los imperiosos que tienen necesidad de afirmar su superioridad por medio de la acción o el pensamiento. El ímpetu de la superioridad es, a menudo, tan poderoso en esa clase de hombres, que los lanza contra los más peligrosos obstáculos a la inevitable alternativa: quebrarse o quebrarlos".
"Si uno ha de creer a un traductor solitario que, a principios del siglo XIX, intentó comprender los textos sagrados en su fuente primitiva y más pura, las dos razas de hombres estarían representadas en el capítulo cuarto del Génesis, por los dos grandes personajes mitológicos que se llaman Caín y Abel".
"Caín sería un hombre simbólico, en el cual la raíz manifestaría de una manera más general todo lo que es denso, comprimido, activo, absorbente y aplicado a la naturaleza humana; lo que es fuerte, pujante, rígido, vehemente; lo que es central, que aglomera, se apropia, captura, comprende y se asimila a sí mismo. El nombre de Abel sería extraído de una raíz que significaría, en el orden físico, lo que es dilatado, ordenado, mudo e inconsistente; en el orden moral, la debilidad, la dulzura y la pasividad. Caín representa a los hombres destinados a mandar, Abel a los hombres destinados a obedecer".
"Todos los poderes se han sentido y se sienten precarios en la misma medida en que se ven obligados a emplear la fuerza para imponerse. La única autoridad que no siente el miedo es aquella que nace del amor: por ejemplo, la autoridad paternal. Para que entre el hombre y el poder no exista esa doble analogía de miedo recíproco, sería necesario que el poder fuese reconocido y obedecido con plena y perfecta libertad, por respeto y por sincero amor. En el momento en que aparecen las amenazas y sus rigores, nace el miedo. Los hombres tienen miedo del poder que los castiga; el poder tiene miedo a los hombres, que pueden levantarse en rebelión" (De "El poder"-Editora Inter-Americana-Buenos Aires 1943).
Mientras que la persona sensata vive permanentemente tratando de reducir sus defectos personales, el ególatra vive tratando de mostrar sus virtudes en una permanente competencia con los demás. Del egocentrismo a la propuesta del culto a la personalidad propia, existe un solo paso, siendo éste el caso de los políticos populistas y totalitarios. En épocas en que predomina el relativismo moral, la comparación con "lo que debemos ser" y la competencia con uno mismo, tienden a ser limitadas, prevaleciendo la comparación con los demás.
El nivel de felicidad que hemos de lograr, depende bastante de nuestra actitud respecto de cada uno de nosotros mismos como respecto de los demás, lo que, por cierto, no ha de constituir una novedad. "Es evidente que nuestro bienestar psicológico está muy ligado a la percepción de nosotros mismos. La valoración reflejada, la comparación social y la autoatribución influyen en la forma en que nos sentimos con nosotros. Ejercen un efecto directo sea que nos evaluemos en forma positiva o negativa y si nos sentimos a gusto o no con la persona que somos. Pero más allá de las repercusiones directas de la autoestima, los procesos de autopercepción cumplen una función importante como causas de depresión, ansiedad y sentimientos de desamparo" (De "Psicología Social" de Stephen Worchel y otros-Internacional Thomson Editores SA de CV-México 2002).
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