La característica esencial de la economía de mercado implica el intercambio voluntario que apunta a beneficios simultáneos para los participantes. Cuando no se cumplen esas condiciones, los intercambios se interrumpen. Ello se debe principalmente a la existencia de egoísmo, que conduce a la búsqueda de un beneficio unilateral por parte de una de las partes, o incluso de ambas. "Egoísmo: carácter o actitud de quien no piensa ni obra sino según el propio interés" (Del "Diccionario de Filosofía" de Regis Jolivet-Club de Lectores-Buenos Aires 1978).
Los economistas han logrado ir más allá de la descripción de las actitudes, o predisposiciones, que apuntan al beneficio simultáneo recurriendo a las variables propias de la economía. Ello implica observar que cada uno de los actores en el proceso de intercambio, tiende a obtener una ganancia efectiva, ya que lo que ofrece es valorado subjetivamente algo menos que lo que pretende recibir a cambio.
Por ejemplo, alguien que disponga de una gran cantidad de manzanas, que excede ampliamente sus necesidades alimenticias, tenderá a valorarlas según el criterio de "la oferta y la demanda", según el cual una gran cantidad de bienes a ofertar tiende a reducir el precio de los mismos. Ello implica que el criterio reinante en los intercambios tiene su origen en la previa valoración individual y subjetiva de cada uno de los intervinientes. Así, un billete de 100 dólares tendrá una valoración subjetiva bastante menor en un millonario que en una persona pobre, si bien ambos buscarán intercambiarlo por algo considerado por cada uno de ellos como de mayor valor subjetivo.
Este proceso, aparentemente simple por lo familiar y cotidiano, ha exigido bastante tiempo y esfuerzo mental a los economistas para clarificarlo completamente, indicando con ello que, en realidad, no se trata de algo tan simple. De ahí la conveniencia de recurrir siempre a la opinión de los especialistas. En este caso se menciona la versión de Hans F. Sennholz:
LA FORMACIÓN DE LOS PRECIOS
Durante casi dos mil años la investigación económica estuvo malograda por la noción popular de que un intercambio es justo siempre que cada participante obtenga exactamente tanto como lo que da. Esta noción de igualdad de intercambio aun penetró los escritos de los economistas clásicos.
Cerca del año 1870, el inglés Jevons, el suizo Walras y el austriaco Menger refutaron definitivamente este erróneo fundamento filosófico. La Escuela Austriaca, especialmente, construyó un nuevo fundamento basado en la realidad de que el intercambio económico resulta de una disparidad de valuaciones individuales, en vez de una igualdad en costos. De acuerdo con Menger, "el principio que motiva a los hombres a intercambiar, es el mismo principio que los guía en sus actividades económicas en general; es el esfuerzo para asegurarse la mayor posible satisfacción de sus necesidades". El intercambio deja de realizarse en cuanto una de las partes juzgue de igual valor ambos bienes.
En la terminología de los economistas, el valor de las cosas se determina por su utilidad marginal. Esto quiere decir que el valor de un bien se determina por el grado de importancia de la necesidad menos urgente que pueda satisfacer con los bienes disponibles. Un ejemplo sencillo utilizado por Böhm-Bawerk, el eminente economista austriaco, ilustra este principio.
Un agricultor pionero en las selvas de Brasil acaba de cosechar cinco sacos de grano. Estos constituyen su único medio de subsistencia hasta la próxima cosecha. Un saco es absolutamente necesario como abastecimiento de comida para mantenerse vivo. Un segundo saco es necesario para asegurarle su fuerza y su salud completa hasta la próxima cosecha. Un tercer saco será utilizado para alimentar aves de corral que le proporcionarán alimento en la forma de carne. El cuarto saco lo destinará para destilar alcohol. Y finalmente, una vez que sus modestas necesidades personales están así satisfechas, se le ocurre que no puede haber mejor uso para su quinto saco que destinarlo para alimentar a un número de loros cuyas gracias le dan placer y le procuran entretenimiento.
Es evidente que los variados usos a los que destina los granos no tienen una categoría de importancia igual para él. Su vida y su salud dependen de los primeros dos sacos, mientras el quinto y último saco tiene la menor importancia; la final, la llamada "utilidad marginal". Si él llegase a perder este último saco, el finquero pionero sufriría una pérdida de bienestar no mayor al placer del entretenimiento procurado por los loros. O, si tuviese oportunidad de intercambiar con algún otro pionero que pasara por su solitaria cabaña, él valorizaría cualquiera de los cinco sacos como si fuese el de última utilidad. Él está de acuerdo en intercambiar un saco por cualquier bien que a su juicio le proporcione mayor satisfacción que el entretenimiento que le procuran los loros.
Pero ahora supongamos que el finquero pionero únicamente tiene un total de tres sacos. Su valorización de cualquiera de los sacos será la utilidad que le proporciona el tercero y último saco, que lo provee a él de carne. La pérdida de cualquiera de los tres sacos sería mucho más seria, su valor y su precio, por lo tanto, mucho más alto. Nuestro pionero podría ser inducido a intercambiar un saco únicamente si la utilidad del bien que puede obtener a cambio fuese mayor que la satisfacción derivada de consumir carne.
Y finalmente, supongamos que posee únicamente un saco de grano. Es evidente que cualquier intercambio no se puede contemplar, ya que su vida depende de él. Preferiría pelear antes que arriesgarse a perder este saco.
La ley de oferta y demanda
La discusión de los principios de valorización no es meramente académica. En una economía de intercambio altamente desarrollada, estos principios explican la observación común que el valor y precio de los bienes varían inversamente según la cantidad de los mismos. Mientras mayor sea la oferta de bienes, más bajo será el valor de un bien individual y viceversa. Este principio elemental es la base de la doctrina de los precios conocida como la ley de la oferta y la demanda. Dicho en forma más detallada, los siguientes factores determinan los precios de mercado: la valoración subjetiva del bien deseado de parte del comprador y su valoración subjetiva del medio de intercambio; la valoración subjetiva del bien por parte del vendedor y su valoración subjetiva del medio de intercambio.
En un mercado dado puede existir únicamente un precio. En cuanto hombres de negocio descubren discrepancias en los precios de bienes en diferentes localidades, ellos tratarán de comprar en los mercados de menor precio y vender en los mercados de mayor precio. Pero estas operaciones tienden a igualar todos los precios. O, si descubren discrepancias entre precios de bienes de producción y los precios probables de bienes de consumo, ellos podrán emprender la producción en tal forma que aprovechen la ventaja de esas diferencias en los respectivos precios.
El valor y los precios, constituyen el fundamento de la economía en una sociedad con mercado, puesto que es a través del valor y los precios que las personas le dan razón al proceso productivo. No importa cuál sea su última motivación, si es material o ideal, noble o vil, las personas juzgan bienes y servicios según sean o no adecuados para el logro de los objetivos deseados. Ellos atribuyen valor a los bienes de consumo y determinan sus precios. Y de acuerdo con la irrefutable "Teoría de imputación" de Böhm-Bawerk, ellos determinan incluso indirectamente los precios de todos los factores de producción, y asimismo el ingreso de cada miembro de la economía.
Los precios de los bienes de consumo, condicionan y determinan los precios de los factores de producción: tierra, trabajo y capital. Los hombres de negocio evalúan los factores de producción de acuerdo con los precios que suponen tendrán los productos. En el mercado, el precio y la remuneración de cada factor, emerge como oferta o puja por parte de los postores que formulan las propuestas más elevadas. El hombre de negocios, con tal de adquirir los factores de producción necesarios, puja subiendo los precios de su oferta por arriba de la de sus competidores. Sus ofertas están limitadas por los precios que anticipadamente consideran tendrán sus productos.
(De "Problemas económicos de actualidad"-Centro de Estudios sobre la Libertad-Bolsa de Comercio de Buenos Aires 1977)
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