Las fallas personales se deben a un distanciamiento de la percepción de las leyes naturales que nos gobiernan tanto como de la propia realidad, siendo la mentira la negación consciente de las mismas. Es por ello que, si se trata de definir la normalidad psicológica, puede decirse que "normal" es la persona que tiene en cuenta tanto las leyes naturales como la realidad (viviendo con "los pies sobre la tierra") mientras que "anormal" sería quien se aleja de las mismas (viviendo "con ambos pies firmemente apoyados en el aire").
De esto se concluye que las virtudes humanas pueden asociarse a cierta inteligencia especializada que permite vivir acorde a nuestra naturaleza humana, mientras que los defectos morales implican una limitada inteligencia en tales aspectos. Esto implica que el nivel de estudios alcanzado por un individuo sólo hace presuponer una potencial inteligencia para las cuestiones morales, y no una certeza, como muchas veces se supone.
Debido al egoísmo humano, existente en distintas proporciones en cada uno de nosotros, tendemos a aferrarnos a posturas cognitivas y a creencias que nos cuesta abandonar en caso de advertir que son erróneas; y, a veces, ni siquiera admitimos que puedan serlo. De ahí que nos convertimos en apasionados defensores de nuestras creencias, por lo que ello puede implicar que seamos apasionados defensores de una mentira, o de un error.
Como también existe el odio, se tiende a negar las virtudes personales del enemigo ocasional como también su postura ideológica y sus creencias. En caso de que tal postura y creencias sean compatibles con la realidad, podemos llegar a convertimos también en apasionados combatientes contra la verdad (que es el complemento necesario de la defensa de la mentira).
Por las razones expuestas, es fácil advertir que, tanto gobernantes como sistemas político-económicos nefastos (por sus acciones y resultados), gozan de gran apoyo en vastos sectores de la población, siendo éste el caso de los totalitarismos. Mientras que el avance de la humanidad implica descartar el error cuando se lo detecta, la decadencia implica aceptarlo por razones egoístas u odiosas.
Así, un mismo hecho puede ser considerado como algo virtuoso o bien pecaminoso, según las circunstancias y por la misma persona. Este es el caso de la pobreza económica en una sociedad capitalista (o pseudocapitalista) que es vista como algo denigrante y perverso, mientras que un nivel de pobreza mayor aún, es visto como algo noble y virtuoso si se trata de una economía socialista. Paul Hollander escribió: "La actitud de los intelectuales hacia la pobreza depende mucho de su contexto. Cierta «abundancia en medio de la pobreza» era más injusta que la pobreza como condición general. Aunque la distinción implícita entre pobreza con sentido (socialista) y pobreza sin sentido (capitalista) ha sido problemática en tanto que el sentido de la pobreza socialista es predicado con vistas al futuro, el cual es bastante difícil de predecir. El segundo problema es que este «sentido» puede no tener sentido para los que están sometidos a las privaciones, sino sólo para aquellos -los planificadores, líderes, ideólogos- que lo imponen a los demás".
"Semejante valoración contextual de la pobreza capacita también a los intelectuales para revalorar otros temas relacionados con ella, por ejemplo, el trabajo infantil. En el capitalismo, el trabajo infantil es degradante e incompatible con una niñez feliz y sana. En las sociedades revolucionarias, sin embargo, puede simbolizar la unidad social, el esfuerzo común por el bien de la sociedad, puede reflejar una socialización temprana en relación con el trabajo, incluso puede posibilitar la eliminación de las barreras entre las generaciones".
"De manera similar, el trabajo manual en el capitalismo es visto como algo degradante, sobre todo si es sucio y fatigoso; en el socialismo, la rutina triste de la línea de montaje o de los campos adquiere un nuevo significado; los coolies portando cestas de lodo sobre sus cabezas se transforman de esclavos desgraciados en valientes constructores de la nueva sociedad; incluso los recogedores de basura y porquería (como en China) quedan ennoblecidos por su profesión, de otro modo poco atractiva, cuando estas faenas se realizan en aras del bienestar colectivo" (De "Los peregrinos políticos"-Editorial Playor-Madrid 1987).
El mayor pecado capitalista, según los socialistas, es la explotación laboral por parte del empresario hacia sus empleados. Sin embargo, la explotación laboral estatal en el socialismo, por parte de la clase dirigente hacia el resto de la población, es vista como parte de un sistema virtuoso. Pero el extremo lo constituye el asesinato selectivo contra los desobedientes respecto del sistema socialista, en cuyo caso se justifica en nombre de "fines superiores". Aldous Huxley escribió al respecto: “Varios millones de paisanos fueron muertos de hambre deliberadamente en 1933 por los encargados de proyectar los planes de los Soviets. La inhumanidad acarrea el resentimiento; el resentimiento se mantiene bloqueado por la fuerza. Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución” (De “El fin y los medios”–Editorial Hermes–Buenos Aires 1955).
En realidad, el primer y principal autor de la revolución socialista, Vladimir Lenin, impuso de entrada un régimen de terror, poco compatible con las "buenas intenciones" mencionadas por Huxley. Con un criterio similar, alguien podrá decir que había "buenas intenciones" en el régimen nazi, ya que tanto los nazis como los socialistas atinaron a eliminar a los sectores que se oponían a "mejorar la humanidad" según sus criterios respectivos. De ahí que no deba extrañar que la destrucción socialista de Venezuela sea apoyada por un gran porcentaje de la sociedad que todavía cree en las "buenas intenciones" de Nicolás Maduro y de todos los personajes que lo apoyan incondicionalmente.
En décadas pasadas, varios estadounidenses, ingleses y de otras nacionalidades que sentían aversión por sus propias naciones, viajaban a la URSS para comentar de regreso los logros socialistas. Algunos llegaron al extremo de afirmar que el sistema carcelario soviético era tan eficaz que muchos detenidos no deseaban abandonarlo una vez cumplidas las penalidades correspondientes. En lugar de hablar de campos de concentración, o de trabajos forzados, se referían a lugares de "rehabilitación" o algo similar. Paul Hollander agrega: "La visión de George Bernard Shaw en cuanto a los exitosos procedimientos de rahabilitación soviéticos fue incluso más vívida: «En Inglaterra, un delincuente ingresa (es decir, en prisión) como un hombre común y sale como un 'tipo criminal', mientras que en Rusia ingresa... como un tipo criminal y saldrá como un hombre común, excepto por la dificultad de inducirlo a que salga para siempre. En la medida en que pude averiguar, ellos pueden quedarse el tiempo que deseen»".
"Shaw no fue el único que creyó que los prisioneros soviéticos tenían condiciones tan agradables que se mostraban reacios a salir después de haber cumplido sus condenas. «Tan conocido y efectivo es el método soviético de rehabilitación de seres humanos -escribió Anna Louise Strong- que, en ocasiones, los criminales solicitan ahora ser admitidos»".
La fe de los socialistas es tan amplia que a pocos se les ocurrió pensar que en la URSS disponían de algunas cárceles modelo, o prototipos, especialmente diseñadas para ser mostradas a los peregrinos extranjeros que realizaban un viaje a su respectiva "tierra santa".
Ser patriota, por otra parte, no significa ignorar o silenciar los defectos de su propia nación, sino en mirarlos con la intención de ayudar a resolverlos, y no intentar promoverlos para tener luego motivos suficientes para destruir el orden social por medio de la revolución socialista.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Excelente artículo
"Debido al egoísmo humano, existente en distintas proporciones en cada uno de nosotros, tendemos a aferrarnos a posturas cognitivas y a creencias que nos cuesta abandonar en caso de advertir que son erróneas; y, a veces, ni siquiera admitimos que puedan serlo. De ahí que nos convertimos en apasionados defensores de nuestras creencias, por lo que ello puede implicar que seamos apasionados defensores de una mentira, o de un error".
Creer en Dioses, por las consecuencias que han surgido de ello, es el absurdo mayor en que ha incurrido la humanidad por la implicación de creer en la significancia de una concepto subjetivo.
¿Un sedicente científico o cientista creyendo en un inexistente?
Un universo regido por leyes naturales invariantes no es tan diferente de un Dios creador que responde de igual manera en iguales circunstancias....Si ese Dios no interviene en los acontecimientos humanos, tenemos una religión natural compatible enteramente con la ciencia.....Creo que el mayor absurdo es la creencia en lo que surge de la mente de algunos seres humanos que juegan a ser dioses....El ateo se opone a Dios porque quiere ocupar su lugar........
Las leyes naturales existen, aunque algunos ignorantes sin fondo nieguen su existencia...Es lo concreto y evidente....Si a tales leyes se las simboliza como la obra de un Creador, o de Dios, no significa que tales leyes no existan.....
Publicar un comentario