Cuando una persona reacciona con ira, hasta llegar al extremo del descontrol, se dice que no tuvo un freno racional para su emoción violenta. Por otra parte, la ausencia de un freno emocional permite que el psicópata, carente de empatía, cometa algún delito. De ahí que tanto lo racional como lo emocional deben considerarse en un mismo nivel de importancia.
Es oportuno mencionar que nuestro cerebro se ha sido formando, durante el proceso evolutivo, en tres etapas: el cerebro reptiliano, el límbico y el neocortex. El segundo sería el "cerebro emocional" y el tercero el "cerebro racional". En un funcionamiento normal, se controlan mutuamente bajo un proceso que podríamos identificar con la "conciencia moral". Tal conciencia implica un aspecto cognitivo por el cual podemos vislumbrar los efectos que nuestras acciones producen en los demás, mientras que lo moral implica el aspecto emocional asociado a la empatía.
Una ética compatible con la naturaleza humana debe contemplar tanto el aspecto racional como el emocional. Ninguno de ellos debe ser relegado al otro, como hace el racionalista al sostener que las emociones confunden y perturban la mente, o como es el caso del intuitivo que sostiene que la razón perturba la pureza de las emociones.
A lo largo de la historia se ha advertido el predominio de la ética emocional o bien de la ética racional, mientras que debemos acercarnos a una ética integral que compatibilice ambos aspectos. Raúl V. Martínez escribió: "Es indiscutible que la humanidad filosófica ha tenido del hombre, hasta hoy, visiones fragmentarias...Desde Sócrates hasta el Renacimiento, cultura del hombre-ético. Desde el Renacimiento hasta los albores de este siglo, cultura del hombre-lógico. Y desde nuestros días esperamos el advenimiento de la cultura del hombre-integral. Para que esto último sea posible, la cultura contemporánea deberá luchar contra los conatos de otras visiones parciales del hombre que procuran oponerse al hombre-lógico del periodo que termina, tales como el hombre-vida del intuicionismo bergsoniano, el hombre-acción del pragmatismo o el hombre-voluntad que como un reflorecimiento de la doctrina de Schopenhauer se afirma cada vez más sobre todo en el orden político de la cultura" (De "Ensayo de una antropontología"-Buenos Aires 1935).
Para lograr un sistema ético completo, hace falta agregar el sentido de la vida. Tal sentido presenta dos aspectos: existe un sentido de la vida objetivo, impuesto por el orden natural por medio de la evolución biológica y también un sentido de la vida subjetivo, o individual, adoptado por cada ser humano, especialmente en la elección de objetivos personales definidos. El sentido de la vida objetivo apunta hacia nuestra adaptación al orden natural, mientras que el sentido subjetivo apunta hacia nuestra adaptación al orden social.
Viktor Frankl considera al sentido de la vida asociado a nuestra adaptación al orden natural como un "suprasentido", ya que sólo tiene en cuenta la visión teísta del universo, sin tener presente la visión científica que disponemos actualmente. Al contemplar un universo regido en cada una de sus partes por leyes naturales, se restringe un tanto la religión de la creencia para disponer de una religión de la evidencia. Frankl escribió al respecto: "El problema del sentido de la vida puede interpretarse de diferentes modos. Queremos, por tanto, separar de su ulterior discusión, ya desde el primer momento, aquel problema que versa sobre el sentido dubitativo de todo acaecer objetivo, por ejemplo, sobre las problemáticas «finalidad y meta» del mundo, o sobre el problema del sentido del destino que nos sale al paso o de las cosas que nos suceden. En rigor, todas las respuestas positivas que podamos dar a estas preguntas están reservadas a la fe. De aquí que el hombre de mentalidad religiosa, que cree en una Providencia, no tenga nunca esta clase de problemas" (De "Psicoanálisis y existencialismo"-Fondo de Cultura Económica-México 1966).
Adviértase que al adoptar como sentido objetivo de la vida nuestra adaptación cultural al orden natural y a las leyes que lo conforman, no necesariamente se requiere que el universo tenga un sentido, o una finalidad, si bien la existencia de tales leyes naturales define un sentido implícito de la misma manera en que las reglas de un juego definen una finalidad implícita del mismo, aunque no se lo haya definido previamente. Además, la adaptación a las leyes naturales no depende de que tales leyes hayan sido impuestas por un Creador o bien que hayan existido siempre.
Con la adopción de la visión científica del mundo no se intenta reemplazar el sentido de la vida adoptado por parte del creyente religioso, sino que se trata de ofrecer como un iniciador del hallazgo de un sentido objetivo para quienes todavía no lo tienen.
En cuanto al proceso completo, puede decirse que heredamos de la evolución biológica las cuatro actitudes emocionales básicas (amor, odio, egoísmo, indiferencia). Mediante la razón vislumbramos los efectos producidos por nuestra actitud predominante para, mediante cierta introspección (mirar hacia dentro de uno mismo), convalidar nuestro comportamiento si fueron positivos los efectos o bien tratar de corregirlo si los efectos fueron negativos. De esa forma, mediante prueba y error, vamos conformando nuestra personalidad.
La voluntad resulta ser una consecuencia de haber adquirido la claridad mental suficiente como para haber podido adoptar tanto el sentido objetivo de la vida como el subjetivo, además de haber logrado una actitud favorable a la cooperación social. Puede hacerse una síntesis de lo expresado:
Voluntad = Emociones + Razón + Sentido de la vida
o también:
Voluntad = Empatía + Lógica asociativa + Adaptación cultural
Como se dijo anteriormente, la existencia de la conciencia moral refleja cierta compatibilidad o armonía entre lo racional y lo emocional, que implica además haber podido adquirir un pleno sentido de la vida. Viktor Frankl escribió al respecto: "No sólo es necesario encontrar el sentido, sino que es posible, y la conciencia moral guía al hombre en esa búsqueda. La conciencia moral, en suma, es un órgano de sentido. Se puede definir como la facultad de intuir el sentido único y peculiar que late en cada situación" (De "El hombre doliente"-Editorial Herder SA-Barcelona 1987).
El equilibrio entre razón y emoción, asociado a la conciencia moral, es un objetivo prioritario propuesto por la religión moral, de ahí la expresión de Cristo: "El Reino de Dios está dentro de vosotros".
Además de las éticas puramente racionalistas o puramente emocionales, surgieron las éticas voluntaristas que poco o nada tienen en cuenta lo racional y lo emocional. Raúl V. Martínez escribió: "Yo creo que si la nueva cultura se inicia y persiste como un triunfo de la voluntad (profecías de Schopenhauer y Nietzsche), será indiscutiblemente la más trágica de las culturas; porque nada es tan peligroso como una voluntad desprovista de fines racionales y vacía de sentimiento".
A manera de síntesis, Martínez describe las diversas culturas incompletas que se sucedieron a través de la historia de la civilización: "El primer ciclo de la cultura se caracteriza por un desarrollo inusitado del sentimiento, concomitántemente con la culminación de las valoraciones axiológicas. Psicológicamente podemos decir, también, que la primera reacción del sujeto biológico en su contacto con las cosas, es la sensación dolorosa o placentera, base de toda emotividad".
"El segundo ciclo de la cultura se caracteriza por el predominio del conocimiento paralelamente a la exaltación de las apreciaciones lógicas. Psicológicamente podemos agregar, también, que, la segunda reacción del sujeto biológico es su comercio con las cosas, es procurar penetrar la causa de su dolor o de su placer, conociéndolas".
"En el tercer ciclo de la cultura, a cuya aurora asistimos, vemos cómo el auge de la voluntad parecería querer substituir al sentimiento y al pensamiento. De esto tenemos notorias manifestaciones en el campo de la política".
"Sabemos, también, por psicología, la relación funcional o simbiótica que existe entre estos tres aspectos de la vida psíquica. El sentimiento, la voluntad y el pensamiento son, si se me permite la imagen, como tres hermanas siamesas, en las cuales una engorda siempre a expensa de las otras dos. El hombre o los pueblos muy sentimentales son, generalmente, débiles de carácter y poco inteligentes. El hombre o los pueblos con mucha genialidad, son también generalmente débiles de carácter y de temperamentos fríos. El hombre o los pueblos de mucho carácter, tienen poca inteligencia y menos sentimentalismo".
"Así como la crisis de la cultura medioeval se produjo indiscutiblemente por una gran falta de genialidad y de carácter, la crisis de la cultura racionalista se está produciendo por haber el hombre perdido con el frío cálculo de su razón, el carácter y el sentimiento. La pasada guerra mundial de 1914 fue la expresión más cruda de esta verdad".
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