Entre las diversas variantes de socialismo, cabe distinguir entre aquellos modelos de sociedad aceptados voluntariamente por el pueblo, o por la mayoría del pueblo, respecto de otros impuestos por una minoría dirigente a través de la revolución o del engaño. En el primer caso se trata de un socialismo no peligroso, ya que mediante elecciones democráticas puede salirse en caso de no funcionar eficazmente; en el otro caso se trata de un socialismo de gran peligrosidad por cuanto resulta casi imposible la vuelta atrás por cuando el poder establecido abarca todos los estamentos de la sociedad.
Puede sintetizarse el socialismo voluntario mediante una analogía consistente en una cena a la cual concurren unos veinte comensales. Bajo el lema: "De cada uno según su billetera; a cada uno según su apetito", a la hora de pagar al restaurant, cuatro de los participantes, de gran poder económico, pagan por todos los presentes. En este caso, han decidido voluntariamente compensar la limitada capacidad económica de varios concurrentes.
En otra circunstancia, desde el Estado, alguien impone a los más acaudalados la obligación de hacerse cargo del pago de los gastos del conjunto. En este caso, tales individuos ven negado el mérito de ser generosos (mérito transferido ahora al Estado), por lo cual limitan sus predisposiciones a la cooperación con los más necesitados. Estos, por el contrario, tienden a limitar sus intentos superadores de manera de no necesitar de la ayuda de otros, por lo cual la situación tiende a desmejorar con el tiempo. Sin embargo, el Estado mantiene la situación decadente por cuanto el socialismo ha sido impuesto en forma obligatoria y sus mentores no reconocen sus fallas.
La necesidad de igualar económicamente a los diversos individuos impone una obsesiva tendencia a redistribuir los mayores patrimonios en lugar de promover una mayor productividad de los poco eficaces laboralmente. Se llega así al extremo de redistribuir el capital de las empresas, vía impuestos, siendo el capital la principal herramienta de la producción. La caída de la economía es la resultante inmediata.
Los sectores socialistas, al menos hasta hace algunos años atrás, sostenían que el modelo sueco constituía el mejor ejemplo de socialismo, ya que no imponía un control militar en la sociedad, como ocurría en otros países como Cuba o la ex-URSS. Sin embargo, no tenían en cuenta que, antes que redistribuir, se debe producir, y que el mejor modelo de producción es el capitalista, al que tanto denigran. Mauricio Rojas escribió respecto de Suecia: "El Estado benefactor se desarrolló sobre la base de una industria extraordinariamente pujante, creada en lo que podríamos llamar el periodo liberal de la historia de Suecia, que va desde la instauración de la plena libertad de industria y comercio en 1864 hasta la iniciación de la hegemonía socialdemócrata en 1932".
"Esta industria puso tempranamente a Suecia a la vanguardia de las naciones industriales y le permitió a su pueblo un mejoramiento sustantivo de sus condiciones de vida ya antes de la Primera Guerra Mundial. Esta fue la base económica que le daría a la socialdemocracia los recursos necesarios para la realización de sus ambiciosos programas de reformas sociales. Es por ello que quienes predican la adopción del «modelo sueco» en países sin una base económica comparable no hacen sino proponer una quimera. Sin un capitalismo de primera línea no puede existir ni bienestar ni menos un Estado benefactor, esta es la lección más elemental del desarrollo moderno de Suecia" (De "Suecia después del modelo sueco"-Fundación Cadal-Buenos Aires 2005).
Con el tiempo, una vez redistribuido parcialmente el capital del sector productivo, comienzan los problemas económicos y sociales, tal como ocurrió en Suecia. El citado autor escribió: "La crisis del Estado benefactor maximalista y su abandono sucesivo se produjo durante la década de los 90. Para entender este proceso se requiere prestar atención a factores tanto económicos como sociales y político-ideológicos que, tomados en su conjunto, explican la profundidad del cambio que Suecia ha estado viviendo durante los últimos años".
"A partir de mediados de los años 70 se hizo evidente que Suecia había entrado en una etapa de crecimiento lento y problemático, perdiendo sistemáticamente terreno frente a otras economías industrializadas. Estas dificultades ayudan a explicar la derrota histórica de la socialdemocracia en las elecciones de 1976 y la formación del primer gobierno no socialista de posguerra. Esta crisis larvada explotó en el año 1990, cuando se desencadenó la crisis económica más grave que el país había experimentado desde los años 30".
"Más de medio millón de puestos de trabajo (equivalente a más del 10% del total) se perdieron entre 1990 y 1994, significando el desplome definitivo del largo periodo de pleno empleo iniciado durante la Segunda Guerra Mundial. La tasa total de cesantía subiría así del 2,6% en 1989 al 12,6% en 1994".
"La crisis comenzó en el sector privado pero, al caer la tributación, se expandió rápidamente al sector público, el cual se vio obligado, en medio de una crisis galopante de desempleo, a recortar el empleo público actuando así de una manera pro-cíclica que profundizó aún más la crisis. Este desarrollo es muy interesante ya que ilustra de una manera muy clara el colapso del keynesianismo de los Estados benefactores maduros. El Estado pierde su capacidad de balancear el ciclo económico y pasa a convertirse en un elemento desestabilizador de decisiva importancia".
"La consecuencia inmediata de esta aguda caída del empleo fue una crisis fiscal de enormes magnitudes. Los beneficios de cesantía y otros que el Estado debía pagar aumentaron drásticamente al mismo tiempo que los ingresos tributarios caían. El gasto público se disparó, llegando en 1993 a una cifra récord correspondiente al 72,8% del ingreso nacional. A su vez, la carga tributaria soportada por la población activa no pudo ser acrecentada debido a los niveles ya extremos que se habían alcanzado en los años previos a la crisis".
"Las consecuencias de esta debacle económica fueron muy vastas. En lo inmediato condujo a un largo y duro proceso de reducción del gasto público a través de una disminución de los beneficios sociales, los recortes de personal y la efectivización de los servicios fiscales. Por primera vez en mucho tiempo se hizo apremiante el control de costos y someter a los servicios públicos a ciertos niveles de competencia interna o externa que generase una presión sobre los mismos. Esto generó, entre otras cosas, una internalización revolucionaria del pensamiento empresarial en un sector público que, hasta entonces, había vivido en el limbo de una economía planificada sin graves apremios presupuestarios. A la vez, esto le abrió paso al sector privado para, a menudo a través de licitaciones, hacerse cargo de ciertos servicios antes provistos directamente por el Estado".
La severa crisis social y económica de la Argentina está vinculada a la adopción de un modelo de Estado benefactor ineficaz asociado a una corrupción política de niveles alarmantes. Los partidos socialdemócratas y socialistas son apoyados por más del 80% del electorado y la palabra "liberal" es utilizada casi como un insulto, por lo cual es de esperar una profundización mayor de la crisis.
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2 comentarios:
Cuando China irrumpio a nivel mundial como potencia industrial capitalista en base a mano de obra barata, el mundo se torno altamente competitivo y ahi no quedo margen para sacarles grandes impuestos, ni meterles cargas sociales a las multinacionales escandinavas, los verdaderos motores de la economia que sostenian al "Estado de Bienestar" que aun hoy la izquierda, distraidamente da como vigentes con gobiernos socialistas.
Suecia pudo recuperarse de los resultados de un largo período de socialdemocracia salvaje porque tenía base económica, social y política para ello, pero me temo que no es el caso de muchos países en el mundo latino, tanto en Europa como en América.
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