Para muchos, el kirchnerismo es distinto del peronismo. Sin embargo, es innegable que la gran mayoría de los peronistas acepta y vota a favor de los candidatos kirchneristas, por lo que, en este caso, no sería del todo adecuado hablar de una colonización o usurpación kirchnerista del peronismo, sino de cierta identidad entre uno y otro movimiento.
La cuestión esencial radica en observar coincidencias y diferencias entre el peronismo original (totalitarismo fascista) y el kirchnerismo (socialismo totalitario). Si bien en muchos países fascismo y socialismo se han distinguido uno del otro, y se han considerado opositores o enemigos, ya que ambos se disputaban el poder, desde el punto de vista liberal, o democrático, tienen muchas cosas en común. Seymour Martin Lipset escribio: “A diferencia de las tendencias antidemocráticas del ala derecha, que se apoyaban en los estratos más acomodados y tradicionalistas, y de aquellas tendencias que preferimos llamar fascismo «verdadero» -autoritarismo centrista apoyado en las clases medias liberales, fundamentalmente los trabajadores independientes-, el peronismo, en gran parte como los partidos marxistas, se orientó hacia las clases más pobres, principalmente los trabajadores urbanos, pero también hacia la población rural más empobrecida”.
“El peronismo posee una ideología del Estado fuerte, totalmente similar a la abogada por Mussolini. También posee un fuerte contenido populista antiparlamentario, destacando que el poder del partido y el dirigente se derivan directamente del pueblo, y que el parlamentarismo se convierte en gobierno de políticos incompetentes y corruptos. Comparte con el autoritarismo del ala derecha y centrista una fuerte inclinación nacionalista, y atribuye muchas de las dificultades encaradas por el país a los extranjeros –los financistas internacionales y otros-. Y al igual que las otras dos formas de extremismo, glorifica la posición de las fuerzas armadas”.
“Todas estas medidas [legislación social], que se nos aparecen como el programa de un partido obrero totalmente radical, se combinaban con un nacionalismo extremo, un fuerte énfasis en el papel dominante del «líder», una ideología corporativista, una demagogia populista, y una falta de respeto por el constitucionalismo y la tradición. No sorprende que Perón ganara el apoyo entusiasta de los estratos inferiores, tanto rurales como urbanos, y una fuerte oposición de la clase media, las grandes empresas y los terratenientes. En gran medida, fue apoyado en la dominación que ejercía por las fuerzas armadas, de cuyo cuerpo de oficiales provenía”.
“En cierta medida, su régimen consistía en una coalición entre los oficiales nacionalistas de un país subdesarrollado y sus clases bajas, orientada contra los imperialistas extranjeros y los «renegados» burgueses locales. Finalmente el régimen fue derrumbado por los oficiales y la Iglesia, que habían sido alejados por el extremismo de Perón, su falta de responsabilidad, y su continuo antagonismo para con los estratos a los que ellos pertenecían” (De “El hombre político”-EUDEBA-Buenos Aires 1963).
El nazismo, como derivado del fascismo, presentó ciertas semejanzas con el marxismo-leninismo. Si en una proclama nazi se cambia la expresión "raza inferior" por "clase social incorrecta" (o burguesía), se establece una proclama de tipo marxista-leninista. De ahí que Friedrich A. Hayek advertía que era frecuente el traspaso de adeptos del marxismo al nazismo. Al respecto escribió: “No menos significativa es la historia intelectual de muchos dirigentes nazis y fascistas. Todo el que ha observado el desarrollo de estos movimientos en Italia o Alemania se ha extrañado ante el número de dirigentes, de Mussolini para abajo (y sin excluir a Laval y a Quisling), que empezaron como socialistas y acabaron como fascistas o nazis. Y lo que es cierto en los dirigentes es todavía más verdad de las filas del movimiento. La relativa facilidad con que un joven comunista puede convertirse en un nazi, o viceversa, se conocía muy bien en Alemania, y mejor que nadie lo sabían los propagandistas de ambos partidos. Muchos profesores de universidad británicos han visto en la década de 1930 retornar del continente a estudiantes ingleses y americanos que no sabían si eran comunistas o nazis, pero estaban seguros de odiar la civilización liberal occidental” (De “Camino de servidumbre”-Alianza Editorial SA-Madrid 1978).
Por similares razones, peronistas y kirchneristas de hacen indistinguibles, ya que ambos odian a los empresarios, a los EEUU, a Occidente, al capitalismo, etc. Debe mencionarse que los líderes kirchneristas han establecido relaciones ideológicas y políticas con preferencia por tiranos como Ortega, Maduro y Putin.
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1 comentario:
La cuestión es que el nacionalismo de todos los grupos citados es más una reacción ante lo que se percibe como enemigo exterior que una afirmación positiva de lo propio. Recordemos aquí que el nazismo no quería una Alemania fuerte o libre sino una raza aria dominante, es decir, era supranacional por una parte (consideraba arios a buena parte de los europeos no alemanes, sobre todo a los nórdicos) y antisocial respecto de la propia sociedad por otra, ya que intentó, y en buena medida logró, eliminar a muchos alemanes considerados no arios o no dignos de vivir. Las otras variantes citadas son menos virulentas en esto, pero también comparten los rasgos generales de esta característica.
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