Es posible definir las sociedades en decadencia en función de la ausencia de valores personales o bien en función de la utilización de algunos de esos valores para descalificar a quienes, supuestamente, no los poseen. En este caso, en lugar de utilizarse en una forma cooperativa se los utiliza en una forma competitiva orientada hacia la denigración de los demás.
Todavía se acepta el trío de valores tradicionales: el bien, la verdad y la belleza. Ellos hacen referencia a lo moral, a lo cognitivo y a lo estético, o bien, a lo emocional, a lo racional y a lo corporal, respectivamente. A ellos se les agrega, a veces sustituyéndolos, la posesión de dinero, superponiendo "lo que se tiene" a "lo que se es".
Con la palabra "materialismo" designamos la sustitución de valores personales por valores que se logran, muchas veces, careciendo del trío tradicional. Incluso se busca una supuesta igualdad sin contemplar al trío, ya que se busca una igualdad (o igualitarismo) en base a la posesión mencionada, lo que conduce a la ostentación del que tiene dinero en cantidad suficiente y a la envidia del que no lo tiene. La sociedad sin valores personales queda compuesta por "materialistas con dinero" y por "materialistas sin dinero".
El materialismo está asociado al egoísmo ya que con el dinero resultan accesibles las comodidades del cuerpo, mientras que los valores personales son accesibles aun para quienes carecen de dinero suficiente. El materialista poco exitoso, a veces, muestra una falsa espiritualidad al no poder lograr dinero en forma suficiente.
Una vez que se considera que el dinero implica el "sumo bien", las sociedades en crisis apuntan a establecer mejoras políticas y económicas para revertir la situación de crisis o de decadencia. Sin embargo, sin descartar la existencia de mejores y peores sistemas políticos y económicos, la verdadera restauración de una sociedad se ha de lograr tratando de difundir la búsqueda de valores personales, principalmente los valores éticos o emocionales.
En una sociedad en crisis, orientada por el egoísmo y la envidia, quien posee ciertos valores intelectuales tenderá a mirar en menos a quien no los posee. Incluso quien supone poseer valores éticos superiores intenta despreciar a quien considera que no los posee. Esto conduce al proceso descripto como "el acoso moral". Marie-France Hirigoyen escribió: "El desprecio y la burla dominan la relación del perverso con el mundo exterior. El desprecio afecta al compañero odiado, a lo que éste piensa y hace, pero afecta también a su círculo de relaciones. El desprecio es el arma del débil; protege contra los sentimientos indeseables. El perverso se esconde detrás de la máscara del irónico o del bromista" (De "El acoso moral"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2014).
Cuando una persona perversa dirige un país, o cuando mayoritariamente se vota para que lo dirija, las cosas tienden a empeorar. Este es el caso de la Argentina, acosada moralmente por una vicepresidente en ejercicio del poder total, que trataba de "pelotudo" a uno de sus seguidores cercanos (según grabaciones telefónicas que se conocieron públicamente).
La autora citada escribió: "El perverso no practica la comunicación directa porque «con los objetos no se habla». Cuando a un perverso se le pregunta algo directamente, elude la comunicación. Como no habla, impone una imagen de grandeza y sabiduría. Penetramos así en un mundo en el que la comunicación verbal es escasa y en el que tan sólo se nos llama la atención con pequeños toques desestabilizadores. El perverso no nombra nada, pero lo insinúa todo".
"La mentira de los perversos narcisistas sólo se vuelve directa durante la fase de destrucción. En ese momento, la mentira desprecia cualquier evidencia. Y lo que, sobre todo y ante todo, permite convencer a la víctima es que esa mentira es una mentira convencida. Sea cual fuere el tamaño de esa mentira, el perverso se agarra a ella y termina por convencer a su interlocutor".
La grieta social que se inició con el peronismo, ha sido agravada por la perversidad de la líder del kirchnerismo. De ahí que la Argentina actual, si pudiese describirla Ortega y Gasset, titularía su libro como "Argentina invertebrada". Al respecto, Claudio Fantini escribió: "La Argentina ha vuelto a ser dos continentes separados por un océano de mareas oscilantes. En uno de esos continentes reina un liderazgo vigoroso, eficaz y concentrado, a cuya sombra la sumisión y la obsecuencia resultan altamente redituables. El otro continente es un espacio baldío de líderes, de acciones y de ideas, en el que la intemperie pesa como una orfandad".
"En términos de contienda política, parece Esparta contra Atenas, pero una Atenas sin Pericles y en la que, para colmo, no hay ágora ni se promueve el pensamiento lúcido".
"En la vereda espartana, reina un ánimo combatiente entre legionarios que llaman militancia a la adhesión remunerada con cargos y prebendas, como si militancia y beneficio económico no fueran mutuamente excluyentes. En la fallida Atenas no hay militantes porque no hay producción de pensamiento ni activismo cultural y a nadie se le ocurre nada inteligente, atractivo o aglutinante. Es un espacio en donde deambulan solitarios los que sienten aversión por el culto personalista, el uso patrimonialista del Estado y las poses ideológicas de los que están haciendo el gran negocio de ser oficialistas" (De "la gravedad del silencio"-Editorial Raíz de Dos-Córdoba-Argentina 2012).
La Argentina se dirige hacia la venezuelización del país, siguiendo la secuencia impuesta por líderes perversos con objetivos totalitarios. La secuencia destructiva de las naciones fue observada por George Orwell, y es la siguiente:
1ª fase: Destruir la libertad
2ª fase: Empobrecer la lengua
3ª fase: Abolir la verdad
4ª fase: Suprimir la historia
5ª fase: Negar la naturaleza
6ª fase: Propagar el odio
7ª fase: Aspirar al imperio.
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1 comentario:
Hasta hace relativamente no mucho tiempo accedían al poder individuos pertenecientes a unas clases, la aristocracia y una burguesía que pese al enfrentamiento con ella intentaba imitarla, que tenían a gala su valía personal, entendida esta como el conjunto de atributos que potencialmente puede tener un ser humano, pero la democratización de dicho acceso ha traído como consecuencia la llegada al mando de individuos de mucha menos densidad humana donde sobresale, quizá por eso mismo, una notable apetencia crematística. Es una lástima que antes con unas élites bien formadas no se pudiera extender la calidad humana entre el conjunto de la población de un país tanto por razones objetivas (inexistencia de productividad económica) o políticas (regímenes autocráticos y oligárquicos) y que ahora, que sí se podría llevar a cabo una programa de esas características, la sensibilidad de los gobernantes esté tan alejada de un objetivo que, dado el actual panorama geoestratégico, económico y social, no es para nada desdeñable.
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