La economía capitalista, o economía de mercado, se basa en la especialización, o división, del trabajo, para establecer a continuación el intercambio de productos y servicios. Tal intercambio se concretará bajo alguna de las tres actitudes o predisposiciones básicas que puede adoptar un ser humano:
a) El otro es lo más importante: otro-ismo (altruismo)
b) Yo soy lo más importante: yo-ismo (egoísmo)
c) Nosotros somos igualmente importantes: nosotros-ismo (cooperación social)
Para que los intercambios entre dos personas, A y B, perduren en el tiempo, es imprescindible que en ellos predomine la cooperación. Por el contrario, si uno de los protagonistas tiene la predisposición a no contemplar sus propias ventajas, o bien las ventajas del otro, seguramente tales intercambios se verán interrumpidos; al menos esto es lo que sucede en la vida cotidiana.
Resulta llamativo, sin embargo, que un gran porcentaje de autores considere que el egoísmo empresarial es imprescindible para el funcionamiento exitoso de la economía de mercado, con una "prohibición" tácita para la participación de empresarios que contemplen simultáneamente sus ventajas como las de los demás. Cuando tales autores se denominan "liberales", en realidad proponen algo bastante distinto a lo propuesto por Ludwig von Mises, tal la cooperación social.
También se supone que todo empresario exitoso es un individuo carente de emociones y de moral; incluso una persona casi perversa que sólo tiene como objetivo la optimización de ganancias sin apenas interesarse en la calidad o utilidad de sus productos, y que, si lo hace, se debe a su prioritario amor por el dinero y por el poder. Se descarta la posibilidad de que, por ejemplo, un constructor de automóviles, sea alguien apasionado por esos vehículos y que tal pasión lo haya conducido a producirlos. Carlos Moyano Llerena escribió: "La ciencia económica neoclásica, que en la actualidad prevalece en Occidente, considera que las leyes de la economía -que explican el comportamiento humano en ese campo- se fundan en tres principios casi axiomáticos. Ellos son: Primero el utilitarismo que impulsa al hombre a buscar su beneficio personal, excluyendo cualquier motivación altruista. Segundo el racionalismo como guía única para calcular ese beneficio, excluyendo toda influencia de los valores y de los sentimientos. Y tercero el individualismo que exige eliminar cualquier interferencia del Estado en la libre iniciativa personal" (De "El redescubrimiento del mercado"-Varios autores-Asociación de Bancos de la República Argentina-Buenos Aires 1992).
En cuanto a las ventajas de la economía de mercado, se trascribe parcialmente un artículo al respecto:
EL MERCADO Y SU ESENCIA
Por Álvaro C. Alsogaray
Qué es el mercado
El mercado es un sistema de organización económica y social indisolublemente asociado a formas políticas y jurídicas consubstanciales con las libertades individuales, los derechos humanos y los metodos democráticos.
Ese sistema no ha sido planeado ni inventado por nadie; es una resultante de la acción humana y ha surgido espontáneamente a través del ejercicio de ésta a lo largo de siglos. El mercado es el mejor mecanismo descubierto hasta ahora por el hombre para coordinar los esfuerzos individuales dentro de un orden social extenso, con vistas a satisfacer de la mejor manera posible las necesidades, aspiraciones y el bienestar de los seres humanos.
Cabe aquí una aclaración acerca de qué entendemos por «orden extenso», aunque ello pudiera parecer innecesario ya que toda nuestra vida diaria se desarrolla dentro de un orden de esa clase. En los tiempos primitivos existían grupos humanos (tribus, clanes, ciudades y otros agrupamientos), que comprendían a un número relativamente pequeño de individuos, pero a medida que la especie humana y la civilización se fueron desarrollando, aparecieron conglomerados de millones de personas que se desconocían entre sí pero que debían actuar dentro de un orden determinado. A ese orden es a lo que llamamos «orden extenso», que difiere fundamentalmente del existente en las agrupaciones primitivas menores. Esa diferencia no radica solamente en el número de miembros que integran la comunidad, sino los métodos, instituciones y estructuras que van surgiendo dentro de ella.
En las comunidades primitivas que abarcaban un escenario limitado, era posible establecer determinados objetivos aceptados por todos sus integrantes, y organizar la cooperación de estos bajo una dirección central ejercida por el jefe de la comunidad. El comportamiento individual estaba entonces regulado por una autoridad que basaba su acción en principios de altruismo y solidaridad. El sistema podía funcionar porque los líderes disponían de la información necesaria para obtener el máximo provecho de la acción de todos y cada uno de sus integrantes, y éstos a su vez estaban también en condiciones de acceder a dicho conocimiento y apreciar los beneficios que se derivaban de él, lo cual los llevaba a aceptar naturalmente las reglas que les eran impuestas.
Pero muy distinta es la situación en los órdenes extensos. En ellos la información necesaria para el mejor empleo de los recursos de la comunidad y el desarrollo de ésta, se encuentran dispersos entre centenares de miles y aún millones de seres humanos, y nadie puede disponer completamente de esa información. Nadie puede tampoco dirigir en forma directa las actividades de los individuos al mejor aprovechamiento de dicha información. Señala Hayek al respecto: "En nuestras actividades económicas nada sabemos de las necesidades ajenas que nuestro esfuerzo productivo contribuirá a satisfacer, ni de los esfuerzos ajenos que acaban satisfaciendo nuestras propias necesidades. Casi todos ponemos nuestra aportación productiva al servicio de gentes que son para nosotros desconocidas, cuya existencia incluso ignoramos, mientras que buscamos satisfacer nuestros propios ciclos vitales en el consumo de bienes y servicios facilitados por gente que también desconocemos".
Surge entonces el problema central de los órdenes extensos: cómo establecer la cooperación entre los miembros de la comunidad regida por órdenes de esa clase. Aquí es donde aparece el mercado como instrumento o mecanismo capaz de coordinar los esfuerzos individuales sobre la base de esa información dispersa a la cual nadie puede totalmente acceder a través de la observación directa del proceder de los individuos.
Lo dicho nos permite ya definir la esencia del mercado, por lo menos en lo que hace a su naturaleza misma. Habrá que completar después esa definición analizando qué significa el mercado en el ordenamiento de las sociedades contemporáneas.
La esencia del mercado
El problema fundamental en los órdenes extensos radica, como queda dicho, en cómo lograr la cooperación y coordinar los esfuerzos de los individuos en procura del mejor aprovechamiento de los recursos, con vistas al desarrollo y progreso de la comunidad. Ya he señalado a ese respecto la imposibilidad de que ninguna autoridad central pueda reunir la información necesaria para ese aprovechamiento, y sobre todo conocer y regular los comportamientos individuales.
Esa es precisamente la gran cuestión que resuelve el mercado. A través del mecanismo de los precios y de la competencia, todos y cada uno de los agentes económicos (productores y consumidores) reciben la información que necesitan para satisfacer sus propias necesidades, deseos y aspiraciones. El mercado cumple así una función esencial partiendo del principio ya establecido por pensadores del siglo XIX y aun antes, de que "el tipo de industria a la que el capital deba ser dedicado, y en qué rama de la producción implicará su incorporación superior valor, son cosas que evidentemente cada individuo, conocedor de las circunstancias del caso, podrá establecer con más acierto que cualquier estadista o legislador" (Adam Smith 1776). También, que "cualquier iniciativa económica precisa del conocimiento de innumerables y minuciosos detalles, información que sólo está al alcance de quienes tienen interés en ello" (Bailey 1840).
El mercado provee a los individuos esa información que reúne a través de mecanismos e interrelaciones sutiles, que es prácticamente imposible desentrañar mediante la observación directa. Aquí es donde aparece la "mano invisible" de Adam Smith. Al respecto dice Hayek: "quizá esa mano invisible pueda ser legítimamente interpretada como ese imperceptible e insustituible conjunto de tendencias que están implícitas en dicho orden (el del mercado)". Pero no es el caso extendernos aquí acerca de cómo el mercado cumple esa función. Sólo cabe señalar que para que pueda hacerlo, deben llenarse dos requisitos indispensables: la libertad de operar de todos los agentes que intervienen en él, y la competencia. Ello es lo que asegura el correcto funcionamiento del mecanismo de los precios, clave fundamental del sistema. Lo que interesa en relación con el tema que estamos tratando es destacar que dicha función constituye un aspecto fundamental de lo que consideramos la esencia del mercado.
Otro aspecto de ésta, íntimamente ligado al anterior, reside en que ese acopio y utilización de informaciones y conocimientos dispersos no se limita a lo existente, sino que sirve para generar acontecimientos futuros que no estamos en condiciones de prever, y en función de ellos orientar nuestra acción. Todavía más: el mercado a través de su funcionamiento actual, influye sobre la evolución social futura y, como veremos más adelante, da lugar a la creación o perfeccionamiento autónomo y espontáneo de órdenes cada vez más complejos y extensos.
La vida y la organización de las sociedades futuras dependen en gran medida de la evolución del mercado, evolución que conduce, como hemos visto, a ordenamientos más perfectos y extensos. Lo esencial del mercado está también, por lo tanto, en su capacidad para conformar esos órdenes en forma autónoma y espontánea, como si se tratara de un organismo vivo, que se desarrolla y multiplica a impulsos de fuerzas vitales. El mercado permite además, como queda dicho, tomar en cuenta situaciones y acontecimientos futuros, sobre los cuales, por otra parte, influye dando lugar a nuevos órdenes extensos o al perfeccionamiento de los existentes. En particular la competencia, factor fundamental del mercado, constituye un ininterrumpido proceso de descubrimiento, que lleva a responder a las nuevas situaciones. "Es la renovada competencia, no el consenso, lo que aumenta cada vez más nuestra eficacia" (Hayek).
(De "El redescubrimiento del mercado"-Varios autores-Asociación de Bancos de la República Argentina-Buenos Aires 1992).
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1 comentario:
Es curioso y digno de mencionar que el mercado, sus ventajas, sean un constructo social que debe defenderse desde su exterior porque no casa con los sentimientos e instintos ínsitos en las personas, forjados a lo largo de milenios en los que el hombre vivió en esos pequeños grupos de vida primitiva, es decir, más natural y por ello más impredecible y arriesgada, a la vez que más comunitaria y jerarquizada, con escasa libertad personal en temas económicos, morales o sociales, resultados y principios generales que sí facilita y promueve una economía regida por el mercado, que si no es libre no es tal.
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