Los primeros europeos que llegaron al continente americano tenían diferentes proyectos, ya que algunos pretendieron establecer una civilización similar a la de sus orígenes, otros trataron de corregir los errores observados y, finalmente, llegaron grupos que intentaron establecer sociedades completamente diferentes a las que conocían. Gustavo D. Perednik escribió: “Un ejemplo que debería estudiarse con dedicación es lo que les ocurrió a los 102 peregrinos de Mayflower que, después de dos meses de travesía transatlántica, anclaron en 1620 en las costas orientales de Norteamérica. Fundaron allí la Colonia Plymouth, homónima del puerto inglés que los había visto zarpar. Lo que se recuerda menos, es que tres años después de la fundación casi mueren todos por inanición”.
“Lo documentó su gobernador William Bradford en su fascinante diario Del asentamiento de Plymouth, escrito entre 1620 y 1647, donde cuenta cómo los colonos indigentes vendieron su ropa y sábanas por comida, o directamente se sometieron como sirvientes a los indios”.
“En palabras de Bradford habían intentado un «experimento comunista» que generó la hambruna generalizada. El sistema de «quitar la propiedad y entregarla a la mancomunidad generó confusión, descontento y retraso», registra Bradford”.
“Con sus últimas fuerzas, decidieron rehacerse por medio de abandonar la idea de la propiedad colectiva, y asignaron una parcela de tierra a cada colono”.
“A partir de entonces, y en breve lapso, en las tierras agrícolas privadas se logró el cultivo de cereales y la autosuficiencia. En pocas palabras, la propiedad privada salvó a Plymouth. El resto es la historia de los Estados Unidos” (De “El retorno de la barbarie” de Alberto Benegas Lynch (h) y Gustavo D. Perednik-Ediciones Instituto Amagi-Buenos Aires 2019).
La trágica experiencia previa a la adopción de la propiedad privada de los medios de producción, fue reeditada varias veces durante el siglo XX, principalmente en el caso de China, donde en los años 60 se produjo la mayor hambruna de la historia. Alguien dijo, acertadamente, que “El hombre es el único ser viviente capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra”.
Si bien, desde un punto de vista racional, puede resultar atractiva la unión entre individuos a través de vínculos materiales y concretos, como ocurre en el caso de los monjes católicos y la propiedad compartida en los conventos. Sin embargo, resulta conveniente guiarse por la mentalidad científica, cuya notable efectividad se debe a su atención permanente por lo que sucede en el mundo real, o en las sociedades concretas, priorizando las verificaciones experimentales a las hipótesis elaboradas aun bajo un adecuado racionalismo.
En el caso mencionado de los monjes católicos, llama la atención que, justamente quienes predican “el amor al prójimo” de los Evangelios, a veces tiendan a reemplazarlo por el vínculo material de los medios de vida. El carácter universal del cristianismo sería imposible de lograr si todos los seres humanos nos ligáramos a los demás a través de vínculos materiales, mientras que es posible si lo hacemos compartiendo penas y alegrías ajenas como propias.
Las sociedades comunistas requieren de cierta organización por lo cual todo individuo deberá responder adecuadamente ante los requerimientos del planificador. Perednik agrega: “La premisa de la izquierda es que la estructura social es una planificable extensión de la intencionalidad de un buen organizador. Y por ello, al mismo tiempo que programa cómo debe ser la sociedad, se ve en la obligación de dedicarse a moldear el pensamiento y los sentimientos de la gente, porque de ese modo habrían de generarse los resultados planificados. Es un círculo vicioso que termina produciendo una especie de policía mental”.
El fracaso y posterior mejora en China, aunque no con tantas hambrunas, se verificó en Alemania (Occidental y Oriental), en Corea (del Norte y del Sur), Rusia (soviética y actual), etc. “Las mismas personas en una misma época en la misma tierra adoptando sucesivamente dos sistemas distintos produjeron dos resultados diametralmente opuestos” (A. Benegas Lynch (h)).
A pesar de los resultados negativos de la aplicación del socialismo, tal ideología sigue en plena vigencia. De ahí que sus promotores y partidarios sean considerados dentro de la tendencia a la barbarie. Alberto Benegas Lynch (h) escribió al respecto: “Hay dos tipos de bárbaros, los que emplean de modo directo la fuerza bruta para agredir y los que la preparan, la estimulan, la incentivan a través del discurso. Los primeros están formados por las hordas criminales y los segundos son los bárbaros intelectuales que son cómplices de los primeros”.
“Puede que estos últimos sean de buena fe y de veras crean que hacen el bien lo cual no los exime de responsabilidad. En este sentido es del caso citarlo a C. S. Lewis que en su God at the Dock escribe que «De todas las tiranías una ejercida para el bien de las víctimas suele ser la más opresiva. Puede ser mejor vivir bajo ladrones que hacerlo bajo la moral omnipotente de los otros. Los ladrones a veces descansan pero aquellos que nos atormentan para nuestro bien lo hacen sin descanso»”.
“A esta altura del siglo XXI cuesta creer que con los experimentos totalitarios que han tenido lugar por doquier y con las numerosas contribuciones científicas disponibles en todos lados, cuesta creer decimos que haya personas de buena fe que recomienden el socialismo en cualquiera de sus vertientes. Antes, cuando no había la comunicación que hoy existe, podía aceptarse esas desilusiones de personas que creían en los milagros que prometía el socialismo y cuando viajaban para comprobar el paraíso se encontraban con un infierno y declaraban su conversión”.
“Pero hoy, que hasta la información más sencilla y remota se encuentra en Google y similares, cuesta creer en la inocencia de tales personajes. Es comprensible en los monstruos con una sed ilimitada de poder para sacar partida de las dolencias ajenas, pero honestos intelectuales y pacíficos que no sepan lo que ocurre y ha ocurrido frente a sus narices, es difícil. De todas maneras demos el beneficio del inventario y conjeturemos lo mejor en el espíritu de incrédulos y sigamos bregando por la libertad en la esperanza de alcanzar también a los malinformados” (De “El retorno de la barbarie”).
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1 comentario:
El comunismo, como utopía que es, es un ideal puro, y por ello no podrá ser comprobado nunca. Pero es válido como manifestación de una necesidad irracional de tipo religioso que sienten muchas personas. Es un atajo al sentido de la propia vida que se ahorra la molestia de toda discusión o refutación pese a su falta de contacto con la realidad.
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