Para establecer una clasificación de los distintos sistemas económicos, o sistemas de producción y distribución, es necesario tener en cuenta el contexto histórico en el cual se desarrolla determinada economía nacional. Más aún, conviene tener presente el objetivo de quienes dirigen al Estado para encontrarle sentido al tipo de sistema económico adoptado.
En todos los casos, por supuesto, un sistema real se aproximará, en mayor o menor grado, a algunos de los dos casos extremos: economía planificada centralmente o bien economía de intercambios en el mercado. Roberto T. Alemann escribió: "La economía con dirección central total se caracteriza por no estar permitido en ella ningún intercambio, en absoluto, y porque el empleo de las fuerzas productivas, la distribución de los bienes y el consumo, tienen lugar a base de una dirección central. La dirección central se efectúa de un modo tan absoluto, que al individuo le está prohibido cambiar por otros los bienes de consumo recibidos. En la caracterización pura de esta forma, la orden central rige hasta en el último rincón y sobre todas las acciones económicas. Toda la vida cotidiana de la comunidad está subordinada a ella de modo inmediato. La economía con dirección central total representa un caso límite".
"La «economía de tráfico» es una forma básica pura, constitutiva y de tipo ideal, al igual que la de «economía con dirección central», que se encuentra en todas las épocas de la historia de la humanidad. Esta economía de tráfico se compone de explotaciones y economías de consumo que mantienen un tráfico o intercambio entre sí. Las explotaciones se consideran como unidades económicas, no técnicas. En ellas se efectúa, mediante la compra y combinación de prestaciones de trabajo y medios reales productivos, la producción de mercancías o prestaciones vendibles" (De "Sistemas Económicos"-Librería Editorial Depalma SACI-Buenos Aires 1953).
Cuando un político propone para su nación un nacionalismo extremo, seguido de una expansión territorial imperialista, generalmente a través de una guerra, o cuando propone una igualdad económica y social a ultranza, seguramente pretenderá adoptar una economía con dirección central, ya que, de esa forma, los objetivos del Estado predominarán sobre los objetivos individuales, los cuales incluso serán abolidos totalmente. En estas circunstancias podrá denominarse "sistema político totalitario" con su respectiva "economía totalitaria".
Mientras que, en las economías totalitarias, es el Estado (o quienes lo dirigen) quien decide qué, cómo y cuánto se ha de producir de cada bien económico, en las sociedades democráticas ha de ser el conjunto de individuos el que decide u orienta la producción. Los objetivos individuales (generalmente en un marco de paz y seguridad) presionan al gobierno a adoptar una "economía democrática" (o de intercambios en el mercado).
Para ilustrar los efectos producidos por ambos sistemas económicos, debemos retrotraernos a los años 46, 47 y 48, del siglo XX, cuando se producen en Argentina y en Alemania Occidental dos procesos opuestos. En el caso argentino, cuya economía se mantenía desde finales del siglo XIX entre las 10 mejores del mundo, con la llegada del peronismo y la adopción de una economía totalitaria, inicia la decadencia hasta entrar finalmente en pleno subdesarrollo. En el caso alemán, país destruído por efectos de la Segunda Guerra Mundial, adoptando una economía democrática, inicia una etapa de reconstrucción que la lleva a ubicarse entre las mejores economías del mundo.
El peronismo adopta una economía totalitaria por cuanto fue un sistema político totalitario, y no sólo un "populismo" más o menos inofensivo. Las simpatías de Perón por el fascismo y el nazismo le hacen cambiar el rumbo económico que traía el país adoptando una economía similar a la establecida por Hitler. Al respecto, Álvaro C. Alsogaray escribió: "Conviene tomar como punto de partida el cambio drástico iniciado por el Dr. Frondizi el 29 de Diciembre de 1958. Ese día se davaluó la moneda y se liberó la economía. Teóricamente al menos se inició entonces un gran ensayo que consistía en aplicar una política diametralmente opuesta a la que había regido en el país durante más de diez años".
"Esta última, que en la práctica no era otra cosa que una versión de la economía nacionalsocialista con su habitual dosis de estatismo, nacionalismo agresivo, controles e inflación reprimida, se mantuvo durante la mayor parte del periodo peronista, fue continuada por la Revolución Libertadora y tuvo siempre en el doctor Frondizi uno de sus más conspicuos defensores. La abjuración que este último hizo más tarde de esas ideas significó una gran oportunidad, justificó que hombres que representábamos un pensamiento opuesto al suyo integráramos su gobierno y permitió concebir la esperanza de que por fin la República habría de liberarse de las trabas que la habían hecho retroceder a una oscura posición entre las naciones evolucionadas de Occidente" (De "Política y economía en Latinoamérica"-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1969).
Mientras que la economía totalitaria se caracteriza por "atar las manos" al sector productivo, la "economía social de mercado" se caracterizó por "desatar las manos" de ese sector. La única manera en que cada individuo trabaje "a toda máquina" implica que lo haga en circunstancias de libertad, preparándose para ello. Por el contrario, cuando se ve limitado por circunstancias adversas, tiende a limitar su potencial activo y creativo.
Conviene tener presente el punto de partida del denominado "milagro alemán". Ludwig Erhard escribió: "Era la época en que la mayoría de la gente se negaba a creer que aquel experimento de la Reforma Económica y Monetaria pudiese salir bien. Era la época en que se calculaba en Alemania que cada alemán podía comprar un plato cada cinco años, un par de zapatos cada doce, y sólo cada cincuenta años un traje; que de cada cinco niños de pecho sólo uno tenía pañales propios y de cada tres alemanes uno solo tendría probabilidades de ser enterrado en su propio ataúd".
"Y en verdad que esta parecía la única probabilidad que nos quedara. Testimonio del enorme ilusionismo y de la ceguera del criterio económico planificador era el creer, apoyándose en el balance de primeras materias u otras bases estadísticas, que podía determinarse de antemano, para largo tiempo, el destino de un pueblo. Aquellos mecanicistas y dirigistas no tenían la más remota idea de la fuerza dinámica que se enciende en un pueblo tan pronto como éste puede recobrar la conciencia del valor y dignidad de la libertad" (De "Bienestar para todos"-Ediciones Omega SA-Barcelona 1959).
El efecto de "desatar las manos" al sector productivo fue descripto por Jacques Rueff y André Piettre: "El mercado negro desapareció súbitamente. Los escaparates rebosaban de artículos, humeaban las chimeneas de las fábricas, y por las carreteras hormigueaban los camiones. Por doquiera, en lugar del silencio mortal de las ruinas, estruendo y rechinar de máquinas de construcción. Pero sí sorprendente era ya el amplio alcance de ese levantamiento, más sorprendente era todavía su carácter subitáneo. En todos los campos de la vida económica dio comienzo, como a toque de campana, con el día de la Reforma Monetaria".
"Sólo testigos presenciales pueden dar una idea del efecto literalmente instantáneo que tuvo la reforma monetaria en el rellenamiento de los almacenes y en el abundante surtido de los escaparates. De un día para otro llenáronse los comercios de toda clase de mercancías, y las fábricas empezaron de nuevo a funcionar. Todavía la víspera corrían los alemanes por las calles de las ciudades, de un lado a otro, tratando de proporcionarse unos pocos medios más de subsistencia con que salir adelante. Al día siguiente ya no pensaban más que en producir. Todavía la víspera pintábase en sus rostros la desesperanza. Al día siguiente, toda una nación miraba esperanzada hacia el futuro" (Citado en "Bienestar para todos").
La esencia envidiosa de los pueblos subdesarrollados (o de varios de ellos) hace que sientan cierta adversión hacia el sector productivo (ya que éste genera "desigualdad económica"), mientras muestran simpatías hacia los políticos que los "protegen" de dicho sector.
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3 comentarios:
No está de más recordar que cuando el ministro de economía de la República Federal tomó la decisión de liberalizar la economía lo hizo a pesar del criterio existente entre los aliados ocupantes del territorio alemán occidental, mucho más partidarios de una economía de subsistencia, algo que sin duda no puede reprochárseles porque estaban gobernando a un pueblo culpable de haberle dado el poder a un régimen indudablemente criminal y que había sido el enemigo hasta fechas recientes.
Ello aumenta el mérito de Ludwig Erhard, que tuvo que luchar contra una oposición interna como de una "externa".....
También pone de manifiesto que los militares norteamericanos, británicos y franceses, que eran quienes gobernaban en Alemania Occidental, no tenían un especial rigor vengativo, a diferencia de los soviéticos que ocupaban el lado oriental, donde saquearon lo poco que quedó de la industria y sometieron a la población a todo tipo de vejaciones, violaciones incluidas.
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