Debido a la importancia que para todo individuo tiene lograr un trabajo estable, son varios los ideólogos que promueven el otorgamiento, Estado mediante, de puestos de trabajo, aun cuando sean improductivos. Por el contrario, las empresas privadas tienden a optimizar eficacia y ganancias observando que todo el personal realice trabajos orientados a esos objetivos.
Tales ideólogos aducen que la creación de puestos de trabajo estatales promueve la demanda de productos y servicios, asegurando de esa forma la correspondiente oferta que tarde o temprano surgirá. Los intercambios en el mercado, por el contrario, deben hacerse entre productores, de ahí que el verdadero estímulo para la economía es la producción auténtica. Martin Ford escribió: "En los años sesenta del siglo XX, Milton Friedman, premio Nobel de Economía, asesoraba al gobierno de un país asiático en vías de desarrollo. Lo llevaron a visitar una obra pública de gran magnitud y se sorprendió al ver que había una gran cantidad de trabajadores con palas y muy pocas excavadoras, tractores u otra maquinaria pesada para mover tierras. Cuando Friedman preguntó por la ausencia de maquinaria, el representante del gobierno a cargo de la obra le explicó que el proyecto se había concebido como un programa para generar empleo. La mordaz respuesta de Friedman se ha hecho famosa: «¿Y por qué no dan cucharas a los obreros en lugar de palas?»" (De "El auge de los robots"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2016).
Supongamos que en un país la mitad de sus trabajadores producen algo concreto y que la otra mitad "trabaja" sólo para crear demanda. Puede afirmarse que la mitad productora mantiene a la mitad improductiva, y que ese país tarde o temprano terminará en una crisis económica y social importante. Este es el caso de la Argentina, en donde unos 8 millones de trabajadores aportan al Estado y más de 20 millones viven del Estado. Es oportuno mencionar que no todo trabajo estatal es improductivo y que son muchos los empleados estatales eficaces.
El intercambio económico en un mercado presupone un "trueque" entre productores, facilitado por el dinero. Si consideramos el trueque subyacente entre un productor y un pseudoproductor, veremos que el primero aporta algo concreto mientras que el segundo no aporta nada. Marisol López Romero escribió: "En 1803, el economista francés Jean-Baptiste Say enfatizó en su Tratado de economía política la idea de que es la producción, y no el consumo, la que genera la riqueza. A través de la llamada ley de Say, sugirió que «un producto terminado ofrece, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos por todo el monto de su valor». Jean-Baptiste Say aseguró que el productor anhelaba vender su producto para que no permaneciese improductivo en sus manos, como tampoco podía ser improductivo el valor del dinero que recibía por él, del que se desharía motivado por el deseo de comprar otro producto".
"La ley de Say demostró que la fabricación de cualquier producto -por ejemplo, una prenda de lana, una tela, etc.- ponía en circulación un poder de compra exactamente igual a su valor, con lo que cualquier oferta estaba vinculada a su propia demanda y, de no alterarse la lógica del mercado, los desajustes tenían que ser transitorios" (De "Escasez de empleo en un mundo de abundancia"-RBA Coleccionables SA-Barcelona 2016).
La "economía de la demanda" constituye uno de los principales temas controversiales de la economía, junto con la emisión monetaria y el crédito, que se han ido clarificando con el tiempo:
a) La emisión monetaria a un ritmo mayor al del crecimiento del PBI puede producir soluciones en el corto plazo pero perjuicios en el mediano y el largo plazo (inflación).
b) La emisión de créditos, mediante procesos bancarios, cuyos montos superan los ahorros genuinos del ahorrista, tiende a producir soluciones en el corto plazo pero perjuicios en el mediano y el largo plazo (crisis periódicas).
c) La creación de puestos de "trabajo" improductivo puede producir soluciones en el corto plazo pero perjuicios en el mediano y el largo plazo (subdesarrollo crónico).
Si la demanda no asociada a una producción previa, fuese el motor de la economía, no existiría la pobreza, ya que la "invención" de un pseudotrabajo (trabajo improductivo) es accesible aun a las mentes menos privilegiadas. Sin embargo, el sector político tiende a crear puestos de pseudotrabajo en el Estado en la suposición de que ello contribuirá indirectamente a la producción, aumentando la demanda. También los gremialistas, esta vez para aumentar la cantidad de afiliados al propio gremio, establecen normas de trabajo por las cuales la tarea que puede hacer una persona, requerirá un mínimo de tres o cuatro. Si a ello le agregamos la corrupción en ambos sectores, llegamos a la triste situación de la Argentina, en donde las estimaciones indican que sobran unos 1.500.000 empleos públicos. Esta cifra establece una especie de "seguro hacia el subdesarrollo", ya que es imposible revertir la crisis actual con tanta cantidad de pseudotrabajo, que absorbe la mayor parte de los recursos que debería destinarse a la inversión productiva.
Jorge Luis Borges estuvo empleado durante algunos años en una biblioteca pública de la ciudad de Buenos Aires (antes de ser Director de la Biblioteca Nacional). Comentaba que esa repartición podría funcionar adecuadamente con 15 empleados, en lugar de los 50 que había. Durante los primeros días de trabajo, catalogaba unos 400 libros diarios, por lo cual se le “llamó la atención”, ya que ello delataba el exceso de personal. Pasó luego a catalogar 100 libros por día y a ocupar su tiempo libre en perfeccionar su obra literaria. Si eso ocurría en las primeras décadas del siglo XX, cuando recién comenzaba a instalarse el populismo, podemos imaginarnos lo que ocurrió posteriormente, una vez consolidado.
El pseudotrabajo estatal no sólo consume gran parte de los recursos de una nación, ya que, para justificar sueldos, tales pseudotrabajos generalmente son destinados a controlar y a entorpecer el trabajo productivo. Sumado a las presiones de los sindicalistas, el trabajo productivo ha llegado a ser, en la Argentina, una actividad casi heroica.
Mientras que el ciudadano normal, caracterizado por su empatía emocional, se une a los demás a través de vínculos emocionales, el ideólogo marxista promueve al trabajo como vínculo de unión entre seres humanos (como si fuésemos integrantes de una colmena o de un hormiguero). Por tener connotaciones "religiosas", normalmente desatienden la productividad del mismo; de ahí una de las causas de los pobres resultados económicos del socialismo.
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6 comentarios:
¡Vaya! . . . ¡Quién lo dijera!
Pompilio haciendo apología del trueque entre productores en que se sustenta el Capitalismo Laissez Faire, mismo que se fundamenta en la Productividad como gran virtud del Objetivismo.
Mas finaliza con sus típicas "conclusiones fáciles". En este caso, en la pertinaz obsesión de mencionar, de algun modo, su muy particular idea de la empatía emocional.
¿Cómo concluyes, Pompilio, que el trabajo productivo no ha de favorecer el vínculo de unión entre seres humanos?
¿A que te refieres con connotaciones "religiosas"? ¿Qué quieres decir con "normalmente desatienden la productividad del mismo"? ¿Del mismo qué?
Y yo enfatizo que Objetivismo nada que ver con marxismo.
A tus órdenes Zigrino, por si quieres aclaración adicional.
Saludos.
El dinero que se paga a los trabajadores improductivos (no necesarios) sale de los beneficios de los productores (menos inversión futura) y/o del sueldo de los trabajadores productivos (que consumirán menos), o corre a cuenta de dinero creado de la nada, lo que provocará inflación (que equivale a más impuestos para todos), o se obtiene vendiendo deuda pública (lo que también aumentará en un futuro los impuestos necesarios para poder pagar los intereses de esa deuda). En cualquier caso vemos como lo que obtienen unos por no hacer nada positivo (o no hacer nada simplemente) es a costa de otros que sí hacen una actividad que beneficia al conjunto, y que es dificultada en mayor o menor medida, pero siempre en detrimento de la sostenibilidad de la economía nacional de la que se trate.
Si yo me uniera a los demás seres humanos a través del trabajo (marxismo) o a través del intercambio en el mercado (Ayn Rand), me sentiría una especie de "bicho de consumo". Pero, como tengo empatía emocional, trato de vincularme a través de los afectos. Me siento un ser humano y no una abeja, una hormiga u otro insecto que se une a sus semejantes a través de los medios de producción o del intercambio de bienes y servicios......
El artículo defiende la existencia del Estado. No promueve la democracia, sino un Gobierno bueno. Me luce confuso y trasnochadísimo. Lo siento, no comparto ninguna forma de colectivismo. Democracia no es elegir tu gobernante favorito, democracia es una sociedad gobernada por el Estado. Cada vez que me tropiezo con gente como este autor me convenzo más de que en Venezuela gobiernan los mejores ... socialistas.
Recién me estoy enterando de que estoy a favor del "colectivismo" (?????). Por el contrario, el trabajo improductivo se da justamente en los regímenes comunistas. Incluso existía una frase popular en esos países: "Nosotros fingimos que trabajamos y ellos fingen que nos pagan" (o algo así)
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