La eliminación de la propiedad privada de los medios de producción conduce necesariamente a la concentración total del poder en el Estado, es decir, el poder en manos de un sector de la sociedad (Partido Comunista) que frecuentemente es dirigido a voluntad por un líder único. Cuando este líder muestra niveles de odio superiores al del socialista promedio, ocurren las peores catástrofes humanas, como las ocurridas durante el siglo XX.
El Gulag, o campo de trabajos forzados, fue promovido por Vladimir Lenin, llegando en 1921 a la cantidad de 84, dispersos por todo el territorio de la Unión Soviética. Fueron la mayor expresión de la suma de explotación laboral y de esclavitud material y mental.
Surge la siguiente pregunta: si en lugar de ocasionar tanto sufrimiento, el socialismo hubiese logrado buenos resultados, ¿tendría tantos adeptos como todavía hoy los tiene?
Daniel Muchnik escribió respecto del tema tratado: "Stalin fue el responsable de la muerte -por desplazamientos de poblaciones, por hambre y por traslados a Siberia- de casi sesenta millones de ciudadanos rusos, checos, polacos, alemanes, asiáticos y de distintas regiones de Europa. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo había vencido a las tropas nazis a un costo de veinticinco millones de muertos entre civiles y militares, Stalin se convirtió en un héroe adorado por los europeos occidentales y el resto del mundo. Fue considerado el salvador, figura que ocultaba los rasgos totalitarios del régimen y asesinos de su persona. Se multiplicaron por centenares de miles las afiliaciones al Partido Comunista".
"Sólo unos pocos entraron en la campaña de denunciar los campos de encierro y trabajo esclavo, los Gulag inaugurados en abril de 1930 dependían de la Dirección General de Campos de Trabajo, un brazo del comisariado del pueblo, el NKVD, conductor de las funciones de policía en la Unión Soviética. Sobresalieron la dureza de las críticas, entre otros, el intelectual Arthur Koestler, que había sido en los treinta comisario político trashumante del Partido Comunista; George Orwell, autor de 1984; Albert Camus, quien fue víctima del odio y el desprecio de Jean-Paul Sartre y todo el grupo existencialista encabezado por Maurice Merleau-Ponty, enrolados en la cruzada de los comunistas contra los «traidores»; y André Gide, Ganador del Premio Nobel de Literatura de 1947".
"Fueron también millones las mujeres prisioneras del Gulag. No era privativo de los hombres, claro está. Tampoco fue el miedo y la desesperanza...".
"Sin dudas, para entender la conducta de esa mayoría de víctimas hay que adentrarse en varios ejes o aristas. Por un lado, una voluntad diezmada, acabada. La dignidad de miles hecha polvo, la falta de confianza, por ende de liderazgo. Pero por otro, y en relación, existe el proceso de cómo se fue instalando el Gulag. La sumatoria sin pausa de momentos de tortura, de sangre, hambre, enfermedad, sumisión por años. ¿Cómo se sentiría un hombre o una mujer que sabe que es un eslabón más de esta cadena de muerte? ¿Cómo podría alguien sobreponerse al miedo en ese entorno? ¿Era posible?".
"Según el investigador británico Robert Conquest a lo largo de la existencia del Gulag, pasaron por sus campos de trabajo forzado cerca de catorce millones de personas...De hecho estos números fueron abultados por soldados soviéticos que volvían de los enfrentamientos. Para Stalin todo soldado que hubiera sido hecho prisionero por los alemanes era un eventual traidor y un hombre sospechoso. Muchos de los que regresaban de los combates eran inspeccionados y, en caso de dudas de los servicios secretos, enviados al Gulag donde pasaban años. El Gulag también fue el destino de los oficiales y soldados que pelearon en la Guerra Civil Española y regresaron. El Kremlim suponía que habían sido subyugados por el espíritu libertario y revolucionario".
"Los prisioneros, esa mano de obra gratis, construyeron en el norte un canal importante de navegación y casi todo el sistema de subterráneos de Moscú".
"El Gulag tenía antecedentes en la Rusia zarista, en las brigadas de trabajadores forzados que operaban en Siberia desde el siglo XVII hasta comienzos del XX. En el verano de 1918, Lenin, el líder máximo del gran cambio, había presionado a sus subordinados para que los «elementos inseguros fueran confinados en campos de concentración». Los primeros encarcelados fueron los representantes de la vieja aristocracia rusa, comerciantes, campesinos prósperos. Ya para 1921, a cuatro años de la Revolución Bolchevique, había ochenta y cuatro campos en cuarenta y tres provincias" (De "La humanidad frente a la barbarie"-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 2017).
Además de promover una multitud de campos de trabajos forzados, Vladimir Lenin inaugura la etapa de implantación del terror a gran escala. Pronto sus "alumnos" más distinguidos (Stalin, Hitler, Mao) se encargan de hacer del mundo un verdadero infierno. Muchnik agrega: "¿Cómo vivir en esas condiciones? Resultaba imposible hablar, quejarse, manifestarse. El terror se imponía. Frente al límite, el terror se duplica".
"El pensador estadounidense Jonathan Glover explica: «¿Cómo pudo tanta gente haber permitido que una minoría le impusiera la paralización? Por temor. La mayoría de los ciudadanos soviéticos sabían qué les esperaba a quienes daban muestras de inconformismo. Se los mantenía separados unos de otros para impedir el apoyo recíproco y la resistencia»".
"Stalin llevó el terror a una nueva cima y lo universalizó. La sociedad soviética se atomizó como nunca lo había hecho hasta entonces. Se paralizó la resistencia por falta de confianza. La gente no podía ponerse de acuerdo contra el terror, porque lo que se dijera a más de un grupo muy reducido de personas podía llegar a oídos de un informante de los servicios secretos. De hecho, no eran pocos los que confiaban o adoraban a Stalin".
"Hay anécdotas que mencionan a prisioneros de larga data, ex militantes comunistas que se quejaban con un «si lo supiera Stalin», porque no podían creer que las purgas y los castigos hubieran sido decididos por su líder, desde el Kremlim. Eso ya no era el comunismo soñado en 1917".
"El terror se alimentó a sí mismo. El miedo llevó a algunos a hacer méritos informando acerca de terceros. Personas que no habían hecho nada podían ser denunciados por detenidos presionados para que dieran nombres de cómplices".
El citado autor comenta algo observado por Alexander Solyenitsin: "Al final de una conferencia del partido en los alrededores de Moscú, se pidió un tributo a Stalin. Todos se pusieron de pie y aplaudieron rabiosamente durante tres minutos, luego cuatro, luego cinco. El hecho de aplaudir se fue volviendo penoso. Era una suerte de materialización física de la trampa en la que la gente se hallaba. ¿Quién se atrevería a ser la primera persona en dejar de aplaudir? El secretario no se atrevió, pues su predecesor ya había sido detenido. El vergonzoso aplauso se prolongó por más de diez minutos".
"Entre 1929 y 1953 había, bajo dominio del Gulag, cuatrocientos setenta y seis complejos formados por campos. Cada uno de esos complejos podía contener decenas o incluso centenares de campos más pequeños. Estas unidades inferiores, lagpunkt en ruso, no han sido aún contabilizadas, fiel al estilo desordenado que los caracterizó".
"Al contrario de lo que se piensa, todo el sistema de trabajos forzados en Rusia, más que para castigar al delincuente, estaba calculado para explotarlo económicamente. Junto con la total desintegración de su personalidad".
Para mantener en vigencia la barbarie socialista, sin embargo, se repite en todos los ámbitos de la sociedad que el socialismo busca "terminar con la explotación laboral" del sistema capitalista. Algunos consideran esta expresión como un chiste macabro, sin tener en cuenta que lo que cuenta en una sociedad, no es tanto la realidad, sino la opinión que la gente tiene respecto de esa realidad, de ahí la posibilidad de que la barbarie totalitaria reaparezca por vía de elecciones democráticas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario