En la actualidad predominan los pedidos y sugerencias para establecer la “igualdad social”, que poco o nada tiene que ver con la igualdad promovida por el cristianismo, como una predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Se entiende por “igualdad social”, por el contrario, a la igualdad económica, pero no la igualdad económica en la cual se contempla la igualdad de deberes para establecer una adecuada producción de riquezas, sino la igualdad de derechos para recibir parte de la cosecha que otros han sembrado desigualitariamente.
La igualdad socialista es una igualdad perversa, ya que la igualdad económica sólo puede materializarse con la igualdad en la pobreza, con la que generalmente se busca el sufrimiento de quienes gozan de un superior nivel de vida, quedando los sectores menos favorecidos con un nivel similar o peor que el anterior. Además, la igualdad socialista tiende a incapacitar definitivamente a la mayor parte de la población por cuanto le quita toda oportunidad de responsabilidad y decisión individual, debiendo cada individuo adaptarse a la planificación y a las órdenes emanadas del líder socialista a cargo del gobierno.
Tal incapacidad se puso de manifiesto en el caso de las poblaciones que salieron del socialismo y debieron penosamente adaptarse a la sociedad democrática. Uno de tales individuos expresó: “El socialismo real era como un establo. Todos estábamos dentro, cada uno atado con su cadena, pero bajo techo, aunque fuera un techo miserable, con comida para llevarnos a la boca y con la gran comodidad de tener negada toda capacidad de tomar iniciativa o responsabilidad. Salir del establo, por maravillosa que fuera la nueva ciudad, y no lo es tanto, cuesta mucho esfuerzo” (Citado en “Después de la pasión política” de Josep Ramoneda-Taurus-Madrid 1998).
Por el contrario, en varios países occidentales, algunos sectores adinerados tienen la costumbre de “cortarle el suministro” de dinero a sus hijos adolescentes para acostumbrarlos a ganarse la vida por sus propios medios. Generalmente, quienes posteriormente tienen éxito, agradecen a sus padres haber adoptado tal decisión. Y si el éxito no es tal, al menos mejoraron su desempeño al tener la necesidad de adaptarse al mundo laboral tempranamente.
Muchos de los planteos igualitaristas se basan en la suposición de que la sociedad está compuesta sólo de gente materialista, guiada por el “principio de placer” y por la ”virtud del egoísmo”. Se supone, además, que nadie está motivado por fines cooperativos o por la empatía emocional. En tal caso extremo, quienes más dinero tienen, se jactan por ello, hacen ostentación de su riqueza y hasta muestran ciertos aires de refinamiento y de cultura; actitud grotesta asociada a la creencia de pertenecer a una clase social superior. En lugar de suponer que el éxito económico crea en ellos mayores deberes, suponen por el contrario que crea mayores derechos.
Los materialistas ricos despiertan la envidia de los materialistas pobres, que son generalmente los que reclaman por la “igualdad social”, o igualdad económica. De ahí que ambos sectores por igual son los promotores del socialismo, del peronismo y de todos los populismos habidos y por haber.
Este tipo de sociedad en total decadencia moral, que posiblemente no exista en ninguna parte, por cuanto siempre habrá sectores que adoptan valores y motivaciones diferentes del dinero, es esencialmente la sociedad burguesa considerada por el marxismo, y también por otros economicismos, suponiendo que todos los males sociales se resolverán con la adopción de un “sistema económico” adecuado, sin que sea necesaria una previa mejora ética individual.
Los conflictos se mantienen cuando los sectores de mayores ingresos poco o nada ayudan a los sectores menos afortunados, aduciendo algunos que lo hacen para que los pobres se acostumbren a ganarse la vida por sus propios medios, tal como algunos ricos hacen con sus propios hijos. En realidad, es difícil destinguir la situación anterior del vulgar egoísmo extremo mostrado por quienes se niegan a favorecer mínimamente a quienes podrían ayudar.
Las idolatrías tienden a hacer partícipes del éxito a la multitud de seguidores, lo que no presenta inconvenientes secundarios cuando se trata de cantantes o deportistas. En política, por el contrario, puede producir muchos males, como las idolatrías hacia personajes que promueven la envidia y la discordia. Este fue el caso de Eva Perón, que fue idolatrada por millones de materialistas con poco dinero, que envidiaban a la ostentosa oligarquía argentina, y que se regocijaban cuando su ídola mostraba lujos y joyas en bastante mayor cantidad y calidad que sus envidiados ricos de la Argentina. Se llegó al absurdo extremo de denominarla como la "abanderada de los pobres" cuando en realidad era una enamorada de las joyas y de los vestidos de mucho valor.
La mayor bajeza de los políticos populistas o totalitarios radica en fomentar el odio entre sectores, especialmente cuando promueven la envidia de los sectores menos favorecidos haciéndoles ver que su situación para nada depende de ellos mismos, sino que su pobreza depende totalmente de los sectores pudientes o bien de la perversidad del imperialismo extranjero.
El colmo de la perversidad se advierte con la descalificación del sector productivo, o empresarial, por cuanto, se aduce, crea “desigualdad social”. En lugar de que el envidioso se adapte culturalmente al resto, se busca adaptar a toda la humanidad a la comodidad del envidioso, aun cuando en esta época el exceso de nacimientos sobre defunciones sea de unos 100 millones por año.
Según la ideología socialista, todos deben ser incluidos en la sociedad a través del trabajo social, es decir, no se tiene tanto en cuenta las necesidades y prioridades para luego establecer los mejores medios para satisfacerlas, sino que, a partir de los medios de producción disponibles, se asignan las finalidades. Se prioriza el trabajo colectivo en forma similar a lo que se hacía en el antiguo Egipto, siendo las “obras faraónicas” pruebas elocuentes de lo poco práctico y del trabajo improductivo en el que la mayoría, seguramente, debió participar involuntariamente.
Si adoptamos a la empatía emocional como el vínculo que debe unir a los integrantes de la sociedad, no hace falta ninguna forma de socialismo y la economía seguramente podrá satisfacer las demandas que por el momento no son cubiertas. Herbert N. Woodward escribió: “¿Cuánto del trabajo hecho en este país beneficia los propósitos de una corporación particular o rama de la administración gubernamental, pero realmente nada positivo aporta para hacer mejor la vida, excepto para aquellos que obtienen pago por hacer el trabajo? Esta pregunta abre una caja de Pandora. Reconocemos que una pregunta así puede empezar a responderse solamente cuando tengamos alguna forma de determinar las metas nacionales y humanas e identificar lo que se necesita ser hecho para alcanzarlas”.
“Cuando nos detenemos a pensar, reconocemos que algunas organizaciones con nómina de pago pueden no estar desempeñando alguna función que realmente mejore la calidad de la vida en el país como un todo. Ellos pueden meramente estar colectando ingresos estatales del resto del país (a través de ventas, si es una corporación; o impuestos, si es gubernamental) para distribuir dentro de su propia comunidad, creando poco o nada de valor en el proceso. En realidad ellos hacen una gran cantidad de trabajo para nada”.
“En el Enigma de las Pirámides, Kurt Mendelssohn hace un análisis fascinante de por qué las principales pirámides de Egipto fueron construidas durante un solo siglo varios miles de años A. C. Como ingeniero, él no empieza sus estudios para encontrar el por qué. Su solución proviene de puntos de vista de ingeniería que podrían difícilmente esperarse del arqueólogo quien, a su propio modo, ha estado buscando una solución al enigma por más de un siglo”.
“Las pirámides, como cualquier edificio, se construyen desde la base hacia arriba. Pero debido a su forma, a medida que se acerca a la cima, mucho menos gente puede encontrar espacio para trabajar sobre la construcción. Pero los faraones no querían enviar a casa la mitad o los tres cuartos de la fuerza de trabajo de decenas de miles. Era más efectivo seguir adelante, de manera que ellos empezaron otra pirámide cuando la primera fue hecha. Un faraón, Snofru, tenía tres grandes pirámides construidas o bajo construcción durante su reinado. De acuerdo con Mendelssohn” (De “El capitalismo puede sobrevivir en una economía sin crecimiento”-Ediciones Gernika-México 1978).
La ineficacia económica y social del socialismo ha podido verificarse varias veces, incluso en países subdesarrollados cuya ausencia de suficientes empresarios (y exceso de empleos públicos improductivos), están mucho más cerca del socialismo real que del capitalismo, aunque por lo general se diga lo contrario.
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