Un observador atento, que contempla sucesivas partidas de ajedrez, podrá inferir las reglas del juego aunque no las haya leído en ninguna parte ni se las hayan explicado. En forma similar, el científico observa regularidades en el mundo que le rodea, asociando el concepto de "ley natural" al vínculo invariante entre causas y efectos. Como las leyes naturales no vienen escritas en ninguna parte, algunos dudan de su existencia, especialmente en el caso de las leyes que gobiernan nuestras conductas individuales.
Considerando que nuestro cuerpo y nuestro cerebro están constituidos, parcialmente, por los mismos elementos que todo el resto del universo conocido (átomos de la tabla periódica), no resulta desacertado suponer que también estemos regidos por leyes naturales invariantes. Tal invariancia de las leyes no significa que no existan cambios en el mundo en que vivimos. Volviendo al ejemplo del ajedrez, advertimos que existen millones y millones de partidas posibles, todas diferentes, aunque el juego se sustente en unas pocas reglas de juego.
Los partidarios del derecho natural son quienes, históricamente, adoptaron una postura similar a la de los científicos, ya que intuyeron la existencia de un orden natural subyacente a todo lo existente, de donde surgió la idea y la necesidad de adaptarnos a dicho orden. Al respecto, Alfred Stern escribió: "El concepto de una naturaleza humana universal y un derecho natural inherente a ella fue una de las creaciones más grandes del pensamiento clásico antiguo. Preparado por Sócrates, Platón y Aristóteles, el concepto de derecho natural fue desarrollado en la antigüedad en especial por los estoicos".
"Al eliminar la autoridad de la tradición, Sócrates y Platón establecieron la autoridad de la naturaleza. Fue la Stoa antigua la que dio impulso a la idea de naturaleza humana. Su principio fundamental era vivir según la naturaleza...Por otra parte, la ley de la naturaleza afirmada por los estoicos no era una ley física sino una ley moral".
"Según los estoicos existe sólo una razón universal, común a todos los hombres. Todos son miembros de un único cuerpo, ciudadanos de un solo Estado. «El cosmos es la patria común de todos los hombres», dijo Musonio Rufo. Como ciudadanos del mismo Estado universal -el de la humanidad- sujetos a la misma ley -la ley de la naturaleza o razón-, todos los hombres son iguales; y todos tienen los mismos derechos: derechos naturales y racionales, que resultan de su común razón normativa" (De "La filosofía de la historia y el problema de los valores"-EUDEBA-Buenos Aires 1963).
El cristianismo, al simbolizar el orden natural como un orden conformado por la voluntad de un Dios interviniente en los acontecimientos humanos, mantiene la idea del derecho natural con sus consecuencias morales. Lamentablemente, las simbologías resultaron con el tiempo más importantes que las realidades con el alejamiento de sus seguidores de la moral natural, que así pierde su validez original al ser reemplazada por los misterios y los devaneos filosóficos y teológicos conocidos.
En oposición a la postura que admite la existencia del derecho natural, surge el historicismo, que es otra forma de relativismo cognitivo y moral. Stern escribió al respecto: "El historicismo puede ser definido mediante la fórmula «la verdad y el valor son hijos del tiempo, hijos de la historia». Surgido en Alemania hacia fines del siglo XVIII y desarrollado ahí en el XIX, el historicismo es un relativismo histórico que considera a la verdad, el derecho, las costumbres, la ética y, en general, a todas las ideas y a todos los valores, como productos de una época histórica dada, o de una civilización específica o aun de una determinada colectividad nacional o regional. Por consiguiente, estas ideas y valores sólo son válidos para las épocas, las civilizaciones y, en casos extremos, sólo para las naciones o regiones que los han producido".
"Puesto que ninguna idea ni ningún valor parece escapar a estas condiciones históricas, parecería que no existen verdades y valores transhistóricos que nos permitan juzgar las verdades y los valores creados por las distintas épocas históricas. Por lo tanto, todas las ideas y todos los valores creados en el curso de la historia encontrarían justificación, incluso las ideas y los valores de esas épocas que hoy se presentan ante nuestros ojos como las más bárbaras".
"Según el historicismo, no tenemos derecho a considerar nuestras verdades y nuestros valores como más avanzados que los de los tiempos de los autos de fe, ya que para poder medir la superioridad o la inferioridad de determinadas verdades y valores sería necesario poseer patrones epistemológicos y axiológicos suprahistóricos. Pero si todas las verdades y todos los valores son hijos de la historia, no puede haber verdades y valores suprahistóricos que puedan servir de patrones para juzgar los méritos relativos de las verdades y los valores creados en el curso de la historia. Se torna imposible, por ende, descubrir algún progreso en la historia".
Entre los argumentos esgrimidos por los historicistas contra el derecho natural está el que surge del hecho de no existir coincidencias entre los autores que parten de una misma base, es decir, de la ley natural. También los médicos, partiendo de su propia ciencia, tienden a disentir, como también lo hacen los economistas, los científicos y demás. Sin embargo, siempre habrá algunos más cerca de la verdad, ya que existe una ley natural objetiva que sirve como referencia para validar las distintas propuestas.
Para ubicar el historicismo en un contexto general, puede hacerse un resumen de las principales posturas cognitivas:
a) Científico experimental: observa las diversas partidas (acontecimientos humanos y sociales) e intenta deducir las reglas del juego (leyes naturales) subyacentes.
b) Teólogo teísta: observa tales acontecimientos y supone conocer su sentido a través de la revelación efectuada por el Creador de todo lo existente.
c) Filósofo: observa tales acontecimientos y busca en su propia mente los principios por los cuales se producirían.
d) Filósofo historicista: observa los acontecimientos humanos y sociales pero descarta la existencia de leyes subyacentes a la sociedad, es decir, leyes a nivel individual. Incluso supone la existencia de un determinismo histórico que se cumpliría en forma independiente de las acciones individuales.
En cuanto al historicismo económico, Jordi Mundó escribió: "Según Popper, Marx reemplaza el psicologismo de Mill, que se corresponde con el idealismo de Hegel, por su «materialismo». Su filosofía de la historia se ha denominado «interpretación materialista de la historia» o «materialismo histórico». Así, los actores sobre el escenario de la historia serían, a decir de Popper, meras marionetas, irresistiblemente movidas por hilos económicos; estos hilos serían las fuerzas históricas que escaparían al control de tales actores. El escenario de la historia sería el «reino de la necesidad»; pero un día estas marionetas destruirían este sistema y alcanzarán el «reino de la libertad»" (De "Grandes pensadores: Karl Popper"-Planeta De Agostini SA-Barcelona 2007).
Karl R. Popper estableció un conjunto de puntos con la intención de rebatir la postura historicista, siendo ellos los siguientes (sintetizados por Jordi Mundó):
1) El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento del conocimiento humano. (La verdad de esta premisa tiene que ser admitida aun por los que ven las ideas humanas, incluidas las ideas científicas, como algún tipo de subproducto de un desarrollo material)
2) No podemos predecir, mediante métodos científicos o racionales, el crecimiento futuro de nuestro conocimiento científico. Sí se puede mostrar que es imposible la autopredicción completa, sea cual fuere la complejidad del predictor, entonces esto tiene que ser válido no sólo para la física, sino también para cualquier «sociedad» de predictores en mutua interacción. En consecuencia, ninguna sociedad de predictores en mutua interacción puede predecir sus propios estados futuros de conocimiento. Las tres siguientes proposiciones contienen sus conclusiones:
3) Por lo tanto no podemos predecir el curso futuro de la historia humana.
4) Esto significa que debemos rechazar la posibilidad de una historia teórica, esto es, una ciencia de la historia social de la misma naturaleza que la física teórica. No puede existir una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica.
5) El objetivo fundamental de los métodos historicistas está, por tanto, mal concebido. Y por eso mismo el historicismo fracasa.
En una aclaración adicional, Jordi Mundó escribió: "Sostiene Popper que este argumento no niega la posibilidad de toda predicción social; por el contrario, afirma, es perfectamente compatible con la posibilidad de contrastar teorías sociales -por ejemplo, teorías económicas, pero no «teorías históricas»-, deduciendo de ellas predicciones que afirmen que ciertos sucesos tendrán lugar bajo ciertas condiciones, y contrastando dichas predicciones. Sólo refuta la posibilidad de predecir sucesos históricos en tanto puedan ser influidos por el crecimiento de nuestros conocimientos".
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