Aun cuando el cristianismo original haya ofrecido, a las diversas generaciones y pueblos, una ética altamente beneficiosa para todos, además de un sentido de la vida compatible con la actual visión objetiva del universo, sus seguidores han sido perseguidos en una forma injusta. La actual visión científica de la realidad nos sugiere la existencia de un orden natural al cual nos debemos adaptar. En lugar de dicho orden, en el mundo antiguo, y aun en la actualidad, se suponía que el universo habría de ser gobernado a través de intervenciones cotidianas de un Dios o de varios dioses especializados, con atributos similares a los que nos caracterizan a los seres humanos.
Si bien existen importantes diferencias entre considerar un Dios con atributos humanos a un universo regido por leyes naturales invariantes en el espacio y en el tiempo, existe también cierta compatibilidad desde el punto de vista de que ambas visiones conducen a una misma ética y a un similar sentido de la vida. Sin embargo, tanto los imperios divinizados como las pseudoreligiones que promueven la violencia teológica, han visto una oposición concreta en el cristianismo y de ahí la necesidad de eliminar a sus seguidores.
La más conocida de las persecusiones fue la existente durante el Imperio Romano, cuando los autodivinizados emperadores no aceptaban competencia alguna en su vasto territorio. La situación se revierte cuando al mando de dicho imperio surgen emperadores con mentalidad compatible con la normalidad.
Entre las persecuciones más cercanas en el tiempo aparece la establecida por el marxismo-leninismo, caracterizado por poseer atributos próximos a un paganismo. M. Azarov y G. Yurev escribieron: "Los ciudadanos soviéticos no olvidarán nunca el comienzo de la década del treinta, cuando el gobierno ultrajó los sentimientos religiosos de los creyentes, destruyendo y convirtiendo en clubes, lugares de almacenaje de granos y aun establos las Iglesias ortodoxas y católicas romanas, las mezquitas y los templos protestantes: en realidad, todos los edificios que estaban no sólo consagrados como lugares de culto sino también como valiosos monumentos históricos y culturales".
"Miles de ministros religiosos perecieron en las mazmorras de la NKVD, o fueron desterrados a lugares de trabajos forzados, y muchos miles de ciudadanos que habían defendido activa o pasivamente su derecho a la libertad de cultos sufrieron el mismo destino. Entonces, como ahora, una constante propaganda antirreligiosa fue dirigida por todos los medios disponibles. A pesar de todo esto, el régimen comunista no pudo borrar los sentimientos religiosos del pueblo de la URSS" (De "Religión y antirreligión en el mundo ruso" de Varios Autores-Ediciones Marymar-Buenos Aires 1967).
Más cercano en el tiempo se advierten las persecuciones y asesinatos perpetrados por los seguidores de Mahoma, quien, aparentemente, recibió del mismísimo Dios (o Alá) la orden de ejecutar la tarea de eliminar a los infieles a través de la Guerra Santa. Cierto autor se asombra al conocer a un musulmán temeroso de no poder ir al cielo musulmán por haber matado accidentalmente, con su automóvil, a un animalito en pleno desierto. Por otra parte, quienes en nombre de Alá asesinan a varios infieles, suponen que por tal tarea en "defensa de la fe" serán recompensados con la vida eterna. Michel Onfray escribió: "Puede parecer muy extraño que ese creyente bienaventurado comparta la misma religión que los pilotos del 11 de septiembre. Uno carga con el peso de un chacal enviado, por desgracia, al Cinosargo; los otros se alegran de haber aniquilado a un gran número de inocentes".
"El primero cree que se le hará difícil entrar en el Paraíso por haber convertido en carroña a un carroñero; los otros imaginan que merecen la beatitud por reducir a polvo la vida de miles de individuos, incluso musulmanes...No obstante, el mismo libro justifica a ambos, que se ubican, cada uno, en un polo opuesto de la humanidad: el primero tiende hacia la santidad, y los otros llevan a cabo la barbarie" (De "Tratado de ateología"-Editorial Anagrama SA-Barcelona 2006).
El siguiente artículo trata acerca de la actual situación de millones de cristianos que sufren la persecución de individuos que, luego de leer el Corán, buscan la entrada al Paraíso a través de los asesinatos masivos asociados a la Guerra Santa:
SOBRE LA PERSECUCIÓN DE LOS CRISTIANOS
La verdad no le importa a nadie
Por Marcelo Carignano
Más de 360 millones de cristianos sufren persecución en el mundo hoy. ¿Cuánta gente lo sabe? ¿A quién le parece una noticia relevante? Para la primera pregunta no tengo respuesta. Con la segunda podemos esgrimir una contestación parcial: a juzgar por el lugar que se le da a esta realidad en los grandes medios de comunicación de occidente, le importa a un número muy reducido de la población.
Hace algunos días tarareaba Miss Sarajevo (una canción compuesta por U2 en colaboración con Brian Eno) mientras cocinaba y me puse a pensar en aquellos conciertos multitudinarios con artistas de diversos estilos que se unían por una causa común. Era música y compromiso, sin miramientos. Nadie preguntaba por la billetera del cantante ni por la filiación ideológica del guitarrista. Pavarotti and Friends vendía bien porque convocaba a músicos de renombre y calidad, no por su objetivo filantrópico.
Miss Sarajevo pertenece a un concierto en beneficio de las víctimas de la guerra en Bosnia. ¿Es posible imaginar algo así para Ucrania? We are the World, aquel himno compuesto en los 90’ para los niños africanos e interpretado en su totalidad por artistas de renombre, ¿tendría hoy su correlato con los miles de cristianos asesinados en Somalia, Libia, Eritrea, Nigeria, Pakistán, Sudán, Irán, Afganistán, India, Siria o Arabia Saudita? ¿Sólo en Palestina mueren personas?
Estamos deshumanizados. Hay dos características bien humanas que hemos perdido en los últimos quince años: el humor y la crítica. Lo noto en lo cotidiano, en la política y en el arte. La raíz de esta tesitura, tiene una respuesta simple y es que la verdad no le importa a nadie. Lo que interesa es el relato, la verosimilitud que permita acentuar mis rasgos partidarios. El arquitecto de la época no es quien busca hechos, sino quien construye narrativas a la medida del deseo de sus seguidores. Vivimos en una Matrix, pero sin la pastilla roja: todos prefieren quedarse en la ficción cómoda, porque la realidad es menos interesante y más frustrante.
Aceptamos que no existen los consensos absolutos, pero sí que la tendencia de este tiempo es clara: la sociedad se para en la orilla de la confirmación del sesgo partidario o ideológico. Ya no nos reímos del poder y lo criticamos de una forma más personal que objetiva. El problema es que la verdad es costosa. En dinero, en tiempo, en recursos. Si bien desde hace tiempo los buscadores de internet -y la IA, de forma más reciente- permiten cotejar bibliografía o información noticiosa en cuestión de segundos, la realidad es que están filtrados por el tamiz hipersubjetivo de los editores de turno y las fuentes utilizadas. ¿De verdad alguien confía en la neutralidad de Wikipedia? Sin embargo, es la principal fuente de consulta rápida del usuario de redes promedio.
Los grandes medios también atraviesan este temporal de medias (siendo generoso) verdades. En julio de este año, el New York Times publicó en tapa la foto de Mohammed Zakaria al-Mutawwaq, un niño supuestamente famélico en Gaza, con la culpa asignada a Israel. Lo que no aclaró es que el chico padecía una enfermedad congénita que le provocaba malnutrición. El error se corrigió, sí, pero no en la cuenta oficial del medio con cincuenta millones de seguidores -donde se había publicado el artículo original-, sino en un perfil secundario de apenas ochenta y nueve mil. En la práctica, la rectificación no existió y a los editores del medio la equivocación no les pareció tan importante como para darle retuit desde el perfil del medio.
Esta misma práctica se observó en The Guardian, El País (España), La Nación e Infobae, por mencionar algunos casos. El gran problema reside en que, si la verdad pierde valor, lo que se impone es el miedo. Miedo a decirla, miedo a enfrentar el linchamiento digital, miedo a las represalias sociales. Y en ese vacío gana la neutralidad, que no es otra cosa que aceptar el relato del más fuerte. La verosimilitud es aceptada en forma masiva cuando el barco de quien pilota navega con viento de cola. Pero en cualquier otra circunstancia, el apoyo indiscutido se reduce a la fe ciega de un grupo de fanáticos. Y, cabe preguntarse, ¿es lo mismo ser leal que ser fanático?
(De www.laprensa.com.ar)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario