Existe cierta similitud entre el proceso de auge y posterior caída del Imperio Romano y el auge de la Argentina a comienzos del siglo XX y la peligrosa caída que observamos en estas primeras décadas del siglo XXI. En ambos casos se observa una etapa exitosa de libertad económica seguida de una caída asociada a la intervención y control de la economía por parte del Estado.
Si bien Julio César fue un demagogo y un dictador en lo político, se le atribuye la virtud de haber otorgado plenas libertades económicas al pueblo romano. En cierta forma se parecía al actual gobierno de China, totalitario en política, pero liberal en economía.
Los historiadores asocian a la época de Octavio Augusto el esplendor de la civilización romana, que fue caracterizada por dar continuidad a la libertad económica que Julio César había implantado. La “paz romana” se mantuvo por bastante tiempo. J.R. escribió: "La primera conmoción social de Roma desemboca en el periodo fecundo de la paz octaviana; la crisis pavorosa del siglo III es la segunda. Aquélla culmina en el asesinato de Julio César y el advenimiento de Augusto, mediante una revolución cruenta, que permite a las clases medias, asistidas por los proletarios, separar del gobierno a las órdenes privilegiadas, senatorial y ecuestre".
"La victoria de las clases medias en Roma dio lugar a que la humanidad conociera una larga etapa de economía en libertad. El ensayo, como es sabido, coincide con el fecundo periodo de paz octaviana, que los hombres difícilmente olvidarán. Los resultados son maravillosos. Nace realmente un mundo. La paz, tanto interior como exterior, es un hecho. Las flotas romanas, convertidas en institución permanente, protegen la seguridad de los mares. El creciente número de calzadas, bien pavimentadas, aunque construídas con fines militares, facilitan el intercambio comercial"
(Del Estudio Preliminar de “La mentalidad anticapitalista” de Ludwig von Mises-Fundación Ignacio Villalonga-Valencia 1957).
El "Augusto argentino", el que logra poner fin a una etapa de guerras civiles y dar inicio a una etapa de engrandecimiento de la nación, fue el Gral. Julio A. Roca. La Argentina, en 30 años, logra el cambio de una aldea casi primitiva a constituir una nación comparable a las europeas, logrando en 1895 el mayor PBI per capita mundial.
Volviendo a Roma, se observa que en el siglo III comienza la debacle cuando se limitan o se anulan los incentivos a la producción. J. R. escribió: “La catástrofe final sobrevino cuando, al objeto de prevenir mayores perturbaciones políticas, los emperadores devaluaron la moneda e implantaron la tasa de los precios. Los agricultores redujeron el área de sus cultivos considerando insuficientes los precios impuestos. Poco a poco la producción y el comercio en gran escala quedaron desarticulados y el sistema económico del Imperio saltó a pedazos. Cuanto más entusiasmo ponían las autoridades en las medidas adoptadas con la finalidad de que los precios máximos fueran respetados, más desesperada se hacía la condición de las masas urbanas”.
“La maravillosa civilización de la antigüedad desapareció porque ni quiso ni supo amoldar su código moral y su sistema legal a las exigencias de la economía de mercado. Es imposible mantener cualquier orden social si los actos humanos indispensables para que funcione normalmente son condenados por la moral, declarados ilegales y perseguidos por la policía. El Imperio Romano sucumbió porque sus ciudadanos ignoraron el espíritu liberal y menospreciaron la iniciativa privada. El intervencionismo económico –y su inevitable corolario político, el gobierno dictatorial- descompuso la poderosa organización del Imperio”.
El "Diocleciano argentino", el que comienza con la incorporación desmedida de empleados públicos, el que inicia la inflación y el que impone precios máximos, además de un control de toda actividad económica, fue Juan D. Perón. Desde esa época, cuando venía de décadas en que el PBI per capita oscilaba entre los diez mayores del mundo, se inicia el derrumbe casi ininterrumpido hasta hoy, alcanzando la pobreza niveles alarmantes.
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1 comentario:
Esperemos que Fernández sea el Rómulo Augústulo de la época decadente argentina.
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