La Argentina, antes de Perón, se ubicaba entre los diez países con mayor PBI per capita. Con el acceso al poder del peronismo, comienza un descenso que se mantiene todavía, aunque esta vez a una tasa mayor. La absorción, por parte del Estado, de la mayoría de las actividades, produjo la decadencia que parece no tener fin.
Con gran habilidad, y con muchas mentiras, se ha impuesto en la población la creencia en que es el capitalismo el sistema que produce los grandes males sociales. Tal es así que el periodista Nelson Castro, que no es peronista ni socialista, aparentemente, en su programa de Radio Rivadavia, calificó de "peligroso" a uno de los economistas que, al menos, propone el ingreso al Congreso Nacional de unos pocos diputados y senadores liberales. Una exigua minoría liberal es algo normal en un país con fuerte vocación por el populismo y el socialismo, si bien algunos partidos políticos se disfrazan de "democráticos" en cuanto aparecen síntomas de que la población comienza a descubrir la realidad.
La economía natural se inicia con la división social del trabajo, ya que la especialización en una tarea productiva tiende a lograr resultados mucho mejores que los producidos cuando cada integrante de la sociedad produce sus alimentos, su vestimenta y todo lo demás. Ya en épocas de Platón se conocían sus ventajas. Manuel Fernández López escribió: "Así como es clásica la ubicación de lo económico en el Tratado de la Justicia, también será el tratamiento lógico que hace Platón: parte de la noción de división del trabajo, y ello lo lleva a presentar el fenómeno del cambio y los mercados, y con estos últimos la necesidad del dinero y la formación de los precios. Esta forma de tratamiento reaparecerá en Adam Smith y sus seguidores, como Stuart Mill" (De "Introducción a la historia del pensamiento económico"-Editorial El Coloquio-Buenos Aires 1973).
Luego de la "peligrosidad" de la división del trabajo se advierte la necesidad del intercambio de bienes y servicios. Es fácil advertir que, para que los intercambios sean duraderos, en todo intercambio deben beneficiarse ambos actores. Los sectores socialistas aducen que "siempre se beneficia el de mayor poder económico"; seguramente lo hacen con la intención de abolir ambas "peligrosidades", es decir, la división o especialización del trabajo y el posterior intercambio.
Para facilitar los intercambios y para asociarles un valor a los bienes y servicios, aparece el dinero. Otra "peligrosidad" calificada por Jorge Bergoglio como "el estiércol del diablo", de ahí que los socialistas proponen abolirlo para retroceder a la época de los trueques.
Para evitar abusos en los intercambios, la costumbre y un mínimo razonamiento sugieren que resulta conveniente la presencia de muchos productores y muchos consumidores, lo que conduce a una competencia que tiende a limitar los posibles abusos. También los socialistas asocian cierta "peligrosidad" a dicha competencia y proponen reemplazarla por un gran y único monopolio estatal: el socialismo.
A pesar de que los socialistas son promotores de un gran monopolio estatal, aducen que los intercambios en el mercado conducen al surgimiento de monopolios privados, que esta vez serían "peligrosos", mientras que el gran monopolio estatal no habría de serlo por cuanto habría de ser conducido por gente con "supremacía moral", que por lo general nunca ha producido ningún bien o servicio. Aducen, por el contrario, que todo empresario es egoísta y que por ello se le deben expropiar sus medios de producción y cedérselos, no a sus empleados, sino a la "nueva clase"; la que posee "supremacía moral".
Debe advertirse que los socialistas consideran como "capitalismo" a aquellos sistemas económicos con muy pocas empresas, con monopolios naturales y sin competencia, y por ello sin "economías de mercado". Para colmo aducen que tales sistemas son promovidos por el liberalismo, mientras que el liberalismo, en su faz económica, propone economías de mercado, y no alguna forma de monopolio.
Finalmente aparece la "peligrosidad" del ahorro, sugerido por el liberalismo para la formación de capitales, que a través de acciones va a parar a los sectores productivos. Mientras que los sistemas socialistas se caracterizan por establecer poderes concentrados, de lo económico, político, cultural, militar, etc., las grandes empresas capitalistas tienen por lo general "muchos dueños", ya que poseen acciones adquiridas mediante sus ahorros.
La "peligrosidad" del sector productivo se advierte en la calidad y la cantidad de bienes fabricados para un consumo masivo, lo que contrasta con la pobreza generada por las economías socialistas, aunque estas últimas sean deseadas por los envidiosos que verán que las personas a quienes envidian "disfrutarán" en el futuro de la miseria y de la "igualdad socialista".
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1 comentario:
En resumidas cuentas, los socialistas ven mal todo lo que escapa a su control. Control político claro está.
Y Bergoglio debe tener en cuenta cuando se le calienta la boca que si el dinero es estiércol el Vaticano debe ser uno de los mayores focos de pestilencia existentes dados sus manejos financieros tan heterodoxos.
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