Entre los síntomas que caracterizan la vigencia de la mala política aparece la cínica tendencia a negar lo evidente. No se trata simplemente de decir mentiras, lo cual implica dar una falsa información, o un falso testimonio de algo que el receptor no pudo observar, sino de la simple negación de lo que todos estamos viendo. Lo lamentable de esta situación es que importantes sectores de la sociedad aceptan participar en la farsa creada por el político negador y mentiroso.
Los temas investigados por las ciencias sociales se caracterizan por ser accesibles a la observación, ya que consisten en seres humanos bajo diversos tipos de interacción; algo que permite disponer de una imagen concreta del fenómeno estudiado. Esto contrasta notablemente con la labor del físico, que debe agudizar su imaginación para formarse imágenes de los complejos fenómenos naturales que estudia, ya que éstos, muchas veces, ni siquiera admiten imágenes concretas. De ahí que pueda decirse que las ciencias sociales son engañosamente simples, o insospechablemente complejas.
Esta complejidad ampara la habilidad de los políticos que juegan sucio, más aún cuando saben que lo que motiva a las personas no es la realidad misma, sino la opinión que de ella tengamos. El falso testimonio o la falsa descripción tienden a reemplazar de las mentes individuales a toda descripción compatible con la realidad. Si la propaganda lleva casi siempre alguna mentira encubierta o alguna omisión importante, la propaganda política puede incluso promover un total enmascaramiento de la realidad. La negación de lo evidente viene asociada, por lo general, a la delincuencia.
Si la psicología considera que toda anormalidad mental implica alguna forma de desajuste entre la realidad y la imagen que de la realidad nos formamos, como es el caso de las distintas neurosis, puede decirse que los políticos que niegan las evidencias, y mienten sistemáticamente, inducen sobre la sociedad cierta neurosis colectiva. Además, cuando tienden a dividirla en dos bandos bien definidos y antagónicos, crean las condiciones propicias para la violencia a gran escala, tales los casos del peronismo, del kirchnerismo, del chavismo y de los “tradicionales” nazi-fascismo y marxismo.
Si se analizan con atención los discursos de los políticos totalitarios, se advertirá que son bastante similares a los emitidos por los políticos con vocación democrática. Así, se pueden observar videos en donde Hitler proclama abiertamente “la paz”, y cosas semejantes. Recientemente hemos visto en televisión al líder venezolano Nicolás Maduro cuando habla a favor del amor y en contra del odio, cuando todo el mundo sabe que trata de mantener dividida a la sociedad de Venezuela alentando peligrosamente la violencia entre sectores. La similitud entre discursos se debe a que los democráticos dicen la verdad y los totalitarios mienten sistemáticamente. La negación de la propia autenticidad les permite disponer de un disfraz que les resulta necesario para mantener el poder a cualquier costo. Para evitar los engaños, debemos tener en cuenta la sugerencia bíblica: “Por sus frutos los conoceréis”.
El asesinato de Génesis Carmona, una estudiante de 21 años, resulta ser un acontecimiento representativo de la actual división social promovida por el chavismo. Como resulta característico en los sectores de izquierda, para Maduro fue más importante la rotura de vidrios en ómnibus estatales que la vida de la estudiante. Ella simboliza, para el chavismo, la clase social que “odia a los trabajadores porque tienen una ideología racista” (Maduro). En realidad, en el mensaje de Maduro pudo advertirse cierto racismo de su parte, cuando recordaba ser tratado despectivamente como “negro….(más otro adjetivo)” por “los gringos”, que parecen ser los venezolanos descendientes de europeos; por lo que generalizó su actitud diciendo: “Vos sos gringo en tu mente y en tu maldad”.
Al desprecio del mencionado sector por su origen étnico, se suma el desprecio chavista a la “burguesía”, por lo que aparece superpuesta otro tipo de discriminación, la social. De ahí que pueda decirse que Maduro discrimina tanto étnica como socialmente, personificando tanto la tendencia del nazismo, que discrimina racialmente, como la del marxismo, que discrimina socialmente. Sin embargo, cínicamente califica a los opositores como “fascistas”, negando lo evidente. La paranoia chavista encuentra enemigos y destituyentes en todas partes, incluso en el sector mayoritario de la población que tan sólo ambiciona vivir con cierta seguridad y comodidad, y que tiene muy poco interés en apoyar la lucha contra el “imperialismo” y mucho menos una lucha contra la gente decente, de la cual forma parte.
En oposición a los discriminadores que dividen a la gente, promoviendo el cáncer social, existen los unificadores de pueblos como fueron Mahatma Gandhi y Nelson Mandela. Ambos fueron discriminados en Sudáfrica, en donde Gandhi vivió durante algunos años. Sin embargo, la capacidad de amar que llevaban significaba simultáneamente una incapacidad para odiar, y de ahí el gran ejemplo que dejaron y los importantes resultados que produjeron como hombres públicos.
La izquierda no solamente fracasa en lo económico, sino en lo político, precisamente porque ignora la ciencia económica tanto como las elementales normas de convivencia humana. La búsqueda socialista de la total unificación del poder en un partido y en una persona, es la peor alternativa. Recordemos que, desde la época de Nerón y Calígula a la de Hitler y Stalin, las grandes catástrofes sociales se produjeron cuando el poder se concentró en un individuo con excesivas ambiciones de poder, y con sentimientos de odio y necesidad de venganza, como parece ser el caso del líder venezolano.
Tan peligroso personaje, sin embargo, ha recibido el apoyo de muchos sectores, ya que, pareciera, existen dos leyes sociales que están sobre todas las demás, incluso sobre los mandamientos bíblicos de no matar y de no mentir, y son la ley de Marx (La burguesía tiene todos los defectos y el proletariado todas las virtudes) y la ley electoral (El político que accede al gobierno por mayoría de votos tiene el derecho a hacer lo que le venga en ganas y el pueblo la obligación de acatar sin protestar sus sabias decisiones). Recordemos que Perón fue golpista antes de acceder al poder, lo mismo que Chávez. Incluso Fidel Castro subió al poder en 1959 mediante una revolución, y no por elecciones; tales los casos de los “principales defensores de la democracia en Latinoamérica” (para los sectores totalitarios).
El sistema democrático tiene como objetivo proteger al ciudadano de los efectos de una posible unificación total del poder estatal en una sola persona; de esa necesidad surgen la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo, Judicial) como las elecciones periódicas que prohíben las reelecciones. Puede decirse que el chavismo venezolano, como lo fuera el peronismo, o incluso como lo es el kirchnerismo, ni siquiera tienen vocación democrática, sino que son movimientos políticos cuyos integrantes aspiran al poder por el poder mismo, importándoles mucho más lograr sus ambiciones personales y promover cuestiones ideológicas que los resultados concretos en favor del bienestar y de la seguridad de la gente. La vía electoral les resulta el paso más fácil para acceder al poder y por ello adoptan el disfraz respectivo.
Luego de los conflictos de Venezuela, aparecieron voces en apoyo hacia Maduro, como fue el caso del dirigente kirchnerista Luis D`Elía, quien manifestó que “habría que fusilar a Leopoldo López” (líder opositor venezolano). En el pasado había “festejado” el atentado a las torres gemelas. Hubo también un explicito apoyo del Gobierno argentino al presidente venezolano que tuvo un acceso legitimo al poder (aunque con dudas), pero con una notable ilegitimidad en cuanto a su gestión.
Los medios periodísticos informan que en Caracas hubo unos 25.000 asesinatos durante el último año. Una de las causas fue la gran cantidad de armas que Hugo Chávez repartió al crear milicias populares para que lo apoyaran ante posibles golpes de Estado. Este hecho favoreció la escalada de violencia, como pudo observarse en el caso de los motociclistas chavistas armados que disparaban contra la población que reclamaba mejoras económicas y sociales. También Eva Perón viajó alguna vez a Europa para comprar armas para sus seguidores, ya que, al igual que Chávez, trataba de utilizar a las masas en su favor y en contra de la “oligarquía” que tanto odiaban.
Pueden encontrarse muchas semejanzas entre el chavismo y el kirchnerismo, tal la tendencia totalitaria de tener bajo control a todos los medios de información; comprar votos con planes sociales que no discriminan entre quienes los necesitan y quienes no; gastar mucho más de lo que el Estado puede mediante una emisión monetaria excesiva; culpar a la oposición por la inflación resultante aprovechando la situación para acentuar los controles; disciplinar a la justicia para proteger a quienes cometen actos de corrupción; realizar expropiaciones que favorecen la huida de capitales hacia el “imperialismo enemigo”; dividir a la sociedad en dos sectores antagónicos, etc. Patricia Bullrich escribió: “El Estado, de manera oportunista, prescinde de la ley cuando no le conviene, la cambia cuando no le gusta y no la respeta cuando le incomoda. Sólo la aplica cuando le conviene. Cuando la ley no se cimienta como el marco que otorga previsibilidad a las relaciones sociales se impone la inestabilidad, que opera como una herramienta de sometimiento social utilizada por la dirigencia” (De “El desafío argentino”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2005).
En la Venezuela chavista han aparecido las tradicionales colas socialistas para la obtención de alimentos y bienes esenciales; muchos de ellos importados de otros países latinoamericanos. Las expropiaciones de empresas y los controles han perjudicado seriamente la producción. En lugar de favorecer el trabajo genuino, se han otorgado subsidios a la vagancia y a la violencia. Se acentúa la vigencia del pensamiento único, el socialista, ya que incluso han expulsado a los pocos medios de información independientes que quedaban en el país.
El reemplazo de empresarios por políticos ha demostrado ser fatal para la economía, de ahí que, en lugar de expropiar y nacionalizar, las tendencias socialdemócratas prefieren hacer trabajar a la empresa “libremente” para luego confiscarle la mayor parte de sus ganancias. Esta ha sido una innovación similar a la propuesta por el secretario de Gengis Khan cuando le sugirió esclavizar a los pueblos conquistados para hacerlos trabajar en su favor en lugar de eliminarlos, como era costumbre en esas épocas. Otra innovación, esta vez propuesta por el kirchnerismo, ha sido la de priorizar el consumo a la inversión, al revés de lo recomendado por la ortodoxia económica, mientras el pueblo, una vez más, debe hacer de conejillo de Indias soportando los distintos ensayos, esperando que alguna vez podamos comenzar una etapa exenta de algún tipo de crisis.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario