miércoles, 20 de noviembre de 2024

La hipocresía extrema

La gente hipócrita es la que, sin dejar de reconocer los valores morales, opta por no buscarlos fingiendo que lo hace. El cínico, por el contrario, es el que abiertamente se jacta de no buscar ni respetar ningún valor moral.

El socialista, cuando defiende el respeto por los “derechos humanos”, muestra una hipocresía extrema por cuanto, a la vez, acepta y promueve un sistema que ocasionó decenas de millones de muertos durante el siglo XX. De ahí que, al apoyar lo que produjo el asesinato masivo de personas inocentes, y al promover simultáneamente los “derechos humanos”, o derechos a la vida, le falta el respeto a la sociedad intentando engañarla de una manera perversa.

Apenas iniciados los asesinatos dirigidos por Lenin, muchos dejaron de lado sus posturas socialistas, ya que el poder absoluto del Estado totalitario, en unas pocas manos, resulta ser un sistema demasiado peligroso para la supervivencia humana. También, cuando desde la propia URSS dan a conocer parte de los asesinatos masivos de Stalin, muchos socialistas europeos abandonan sus filas, por lo cual sólo quedan los hipócritas extremos promoviendo los derechos humanos, la igualdad social y otros objetivos que no son cumplidos en lo más mínimo en el socialismo real. El socialismo no es una cuestión de ideas, de economía o de política, sino esencialmente una cuestión de moral.

Un tratamiento especial se debe asociar a los sacerdotes católicos marxistas, ya que no sólo resultan hipócritas en extremo, sino adicionalmente resultan estafadores por disponer de una investidura como si fuese un disfraz, que no deberían utilizar por el mínimo respeto que deberían mostrar hacia la religión moral.

Los promotores del socialismo, que todavía siguen engañando personas, son por lo general los “intelectuales”, que no basan sus pensamientos en el mundo real sino en los libros de izquierda que desplazan de sus mentes a dicho mundo. Ludwig von Mises escribió: “No es verdad que las masas reclamen vehementemente socialismo y que no haya manera de resistirlas. Las masas están a favor del socialismo porque creen en la propaganda socialista de los intelectuales. Los intelectuales, no el pueblo, están moldeando la opinión pública. Es una mala excusa para los intelectuales decir que deben rendirse a las masas”.

“Ellos mismos han generado las ideas socialistas y adoctrinado a las masas con ellas. Ningún proletario o hijo de proletario ha contribuido a la elaboración de los programas intervencionistas y socialistas. Sus autores fueron todos de origen burgués. Los esotéricos escritos del materialismo dialéctico, de Hegel, padre tanto del marxismo como del agresivo nacionalismo alemán; los libros de Georges Sorel, de Gentile y de Spengler no los leyó el hombre medio; no movieron directamente a las masas. Fueron los intelectuales los que los popularizaron”.

“Los líderes intelectuales de los pueblos han producido y propagado las mentiras que están a punto de destruir la libertad y la civilización occidental. Sólo los intelectuales son responsables de las matanzas masivas que son propias de nuestro siglo [se refiere al siglo XX]. Sólo ellos pueden invertir la tendencia y abrir el camino a una resurrección de la libertad”.

“No son las míticas «fuerzas productivas materialistas» sino la razón y las ideas las que determinan el curso de los asuntos humanos. Lo que hace falta para detener la tendencia al socialismo y el despotismo es sentido común y coraje moral” (De “Caos planificado”-Unión Editorial SA-Madrid 2022)

martes, 19 de noviembre de 2024

¿Habrá religiones en el futuro?

Muchos suponen que la religión se opone a la ciencia y que por ello, en el futuro, sólo se mantendrá vigente esta última. Sin embargo, si reemplazamos la palabra “Dios” por “Orden natural”, se mantendrán válidas la mayoría de las expresiones bíblicas, o una gran parte de ellas. Ello implica que la religión revelada, tal como la conocemos, posiblemente le dará paso a una religión estrechamente ligada a la ciencia, que será la religión natural.

Esto no resulta tan novedoso, ya que en el siglo XVII, al identificar a Dios con su obra (las leyes naturales que conforman todo lo existente), Baruch de Spinoza afirmaba “Deus sive natura” (Dios o la naturaleza). En este caso, con “naturaleza” se refería a las leyes naturales que conforman el orden natural.

Por lo general, con cierta animadversión, se califica a Spinoza como panteísta, asociándolo a religiones primitivas que consideraban como Dios a todo lo existente, que no es lo mismo que designar con la palabra “naturaleza” a aquellas leyes naturales a las cuales nos debemos adaptar.

Lo interesante en todo esto, desde el punto de vista ético, y en cuanto a lo que es accesible a nuestras decisiones, no existe una diferencia esencial entre religión revelada y religión natural, ya que el cristianismo podría interpretarse como una religión natural, a pesar de la oposición y rechazo absoluto que provendrá de gran parte de los adeptos a la religión revelada. Prefieren observar el lento fin de la religión revelada, asociado a una grave crisis moral, con tal de no cambiar sus creencias en lo más mínimo.

Mientras que la religión revelada (sobrenatural) se apoya en la fe en un Dios invisible, que intervendría en los acontecimientos humanos, la religión natural se basa en la evidencia en la existencia de leyes naturales. La existencia del Dios que interrumpe tales leyes o cambia las condiciones iniciales en una secuencia de causas y efectos, no parece ser compatible con la realidad que observamos cotidianamente.

Al no haber necesidad de enviados de Dios, ya sean considerados como verdaderos o bien como falsos, sino tan sólo leyes naturales observables, se inicia el camino hacia la construcción de una sola religión universal, identificada esencialmente con el cristianismo. Así, las prédicas cristianas seguirán teniendo validez, no porque se trate del verdadero enviado de Dios, sino porque tales prédicas son compatibles con la naturaleza humana, adoptando el criterio de validez asociado a la ciencia experimental.

lunes, 18 de noviembre de 2024

Las calamidades sociales, según Julián Marías

Julián Marías menciona tres calamidades observadas en los países de Occidente, escribiendo al respecto en el año 2000: "Lo que pasa es que desde 1960, aproximadamente, han pasado muchas cosas que conviene tener presentes si se quiere entender algo. Desde esa fecha datan varias calamidades que hoy afligen al mundo; entre ellas el terrorismo organizado, el consumo generalizado de drogas en Occidente y la más grave de todas, la aceptación social del aborto" (Del "Tratado sobre la convivencia"-Ediciones Martínez Roca SA-Barcelona 2000).

Con la aceptación, por parte de grandes sectores de la sociedad, de alguna forma de terrorismo, se advierte el desinterés por los demás o bien el interés en su destrucción. Con el consumo de drogas se advierte cierto desinterés en uno mismo o bien un interés autodestructivo. Con el apoyo sectorial del aborto se advierte cierto desinterés en lo más valioso que existe para las personas normales.

En cuanto al terrorismo, resulta algo impensado que fuese promovido desde algunas religiones, como es el caso del Islam a través de la “guerra santa”, ordenada desde el Corán. El apoyo que tiene el Islam en Occidente se advierte en las simpatías que despierta en los sectores anti-católicos y en los marxistas, que esperan en esa religión la posibilidad de concretar sus sueños de observar la plena destrucción cultural de los países occidentales.

También la Iglesia Católica, como institución, no se arrepiente de haber promovido desde sus filas al terrorismo marxista del grupo Montoneros. También existen versiones de que el grupo terrorista ETA fue promovido desde sectores católicos. Álvaro Baeza L. titula su libro “ETA nació en un seminario” (ADL Press ABL-1995).

Un historiador argentino, Enrique Díaz Araujo, llega a la conclusión que un 80% de los libros aparecidos en relación a los años 70 en la Argentina, estaban a favor del terrorismo de Montoneros y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).

Algunos optimistas suponen que el mal no es otra cosa que la ausencia del bien. Sin embargo, cuando se busca el mal ajeno, e indirectamente el propio, el mal parece tener una finalidad propia y concreta.

Ante “intelectuales” y “religiosos” que, quizás mayoritariamente, poco o nada hacen para encontrar y transmitir un sentido de la vida al resto de la sociedad, optando por intentar destruirla, aumenta el consumo de drogas, considerado este proceso como resultante de una ausencia de tal sentido (según Víktor Frankl).

En las discusiones entre quienes promueven la despenalización del aborto y quienes se oponen a ello, no se contempla, al menos en parte, los que “nos diría el orden natural” si pudiera expresarse. Ello se debe a que la vida inteligente es la mayor conquista de la evolución biológica, como resultado de miles de millones de años de “prueba y error”, como proceso que actúa como un criterio de selección para el logro de resultados implícitos en las leyes naturales que rigen todo lo existente y que conforman el mencionado orden.

Bajo un aparente principio de complejidad-consciencia, por el cual el universo tiende a establecer organismos cada vez más complejos y con aptitudes que les permiten ser conscientes de sí mismos y del universo, surge esa posibilidad de autoconciencia del universo. De lo contrario, sin la vida inteligente que lo contemple, el universo sería un conglomerado de materia y energía sin una finalidad aparente. De ahí que la aparición del hombre, en cierta forma, constituye la finalidad evidente de todo lo existente.

El universo entero parece colaborar para la aparición de la vida inteligente. Tal es así que, para construir nuestro cuerpo y nuestro cerebro, la mayor parte de los átomos que los constituyen fueron en el pasado partes integrantes de alguna estrella, hoy inexistente, que los generó en el proceso de fusión nuclear y que, luego de agotar su combustible, los arrojó al espacio como residuos que, finalmente, encontraron otros destinos, llegando así a ser partes de cada uno de nosotros.

Blaise Pascal comparaba la enormidad del universo con la pequeñez del hombre, pero advertía que, mientras que el universo no puede conocernos, el hombre puede conocer al universo. La grandeza del hombre no radica, por supuesto, en su pequeñez espacial, sino en su capacidad para adquirir y transmitir la información necesaria para lograr una permanente supervivencia.

Lo admirable de todo esto es que, a partir de ciertos procesos fundamentales a nivel atómico, como los fenómenos físicos descriptos por la electrodinámica cuántica, que constituyen los fundamentos de la química y que llevan implícitos los de la biología, finalmente permiten el surgimiento de la vida inteligente. Esta inteligencia implícita en las leyes naturales básicas, es abrumadoramente superior a la inteligencia humana, sumadas todas las inteligencias individuales. Sólo así se concibe la estructura y finalidad aparente del orden natural.

Sin embargo, luego de un prolongado proceso evolutivo, que va desde la materia a la vida, hay quienes suponen, ignorando todo ese proceso, que el hombre “tiene derecho” a destruir niños en gestación si su nacimiento le ha de ocasionar ciertas incomodidades, sin tener presente que un niño es lo más valioso de todo lo existente.

A la sabiduría infinita del orden natural se opone la ignorancia ilimitada de importantes sectores de la sociedad. Si el orden natural pudiese expresarse, nos diría que está decepcionado de los hombres (o de muchos de ellos) porque no han sabido valorar los efectos de miles de millones de años de evolución cósmica ni tampoco han sabido valorar la infinita sabiduría asociada a un conjunto de simples leyes físicas que admiten la posibilidad de la autoconciencia del universo.

En décadas pasadas, cuando el vínculo matrimonial era respetado tanto interna como externamente, en la mayoría de los casos, la llegada de un nuevo hijo se aceptaba reconociendo todo su valor. Entonces, muy pocos aceptaban la posibilidad de haberlo eliminado en su etapa de gestación. Con el tiempo, cuando la sociedad fue abandonando los valores afectivos (o morales) junto a los intelectuales, limitó la búsqueda de la felicidad al placer asociado a los vínculos íntimos, muchas veces desligados de toda responsabilidad y de compromisos hacia el futuro, incluso desligados de toda afectividad.

Pareciera que el hombre dejó de ser la culminación del proceso de complejidad-consciencia para constituirse en un simple animal de placer y diversión, que desvirtúa e ignora todas las potencialidades asociadas a los atributos naturales que nos ha otorgado el proceso evolutivo. Ignorando nuestra naturaleza humana, se llega a aceptar la destrucción premeditada y consciente de la vida en gestación. El principio de placer y diversión lo justifica todo, incluso la muerte de inocentes si es que esas vidas en gestación constituirán un obstáculo que se opondrá al “sagrado” placer genital.

El hombre posmoderno se ha convertido en un dictador que se rebela contra todo lo que se opone al logro de placer y diversión. Se burla, además, de quienes le hablan de Dios, o del orden natural, o de la finalidad aparente del universo; se burla de todo lo que no entra en su mente invadida y dominada por la habitual soberbia del ignorante.

Marco Tulio Cicerón decía que, para ser libres, “debemos ser esclavos de la ley”. En el mismo sentido, puede decirse que el hombre es libre cuando se adapta a la ley natural. Por el contrario, el hombre libertino pretende que las leyes humanas lo autoricen a destruir vidas en gestación porque, de nacer el niño indeseado, no se convertirá en una fuente de felicidad y de sentido de la vida, por cuanto el libertino no busca adaptarse al orden natural y a la voluntad implícita en sus leyes, sino que busca que las leyes se adapten a su vocación por escapar de la realidad y del mundo que deplora.

Para colmo, el libertino pretende que el resto de la sociedad (a través del Estado) se haga cargo, monetariamente hablando, de las consecuencias de su irresponsabilidad. Peor aún, pretende que la ley obligue a los médicos a ser cómplices involuntarios de sus fechorías destructivas. Pretende que la sociedad entera adopte, como valor supremo, el derecho irrestricto al placer y la diversión que el hombre-masa ha considerado como la finalidad del hombre. Propone que se haga su voluntad y no la de Dios, o la voluntad aparente del orden natural, ya que su soberbia no conoce límites y cree ser tan importante como el propio universo.

domingo, 17 de noviembre de 2024

El gran intermediario

Una de las críticas que los socialistas emiten en contra del sistema capitalista consiste en apuntar contra las sucesivas intermediaciones que sufre un producto, encareciéndolo respecto de un intercambio sin tales intermediaciones; de ahí la propuesta de eliminarlas. Cuando una empresa pequeña vende un producto, seguramente lo hará sin intermediación alguna. Pero si se trata de una gran empresa, y quiere hacer lo mismo, verá la necesidad de crear varios centros de venta en las diversas provincias que constituyen una nación. Como la especialidad de la empresa no es el comercio, sino la industria, seguramente optará por la venta al por mayor a mayoristas ya ubicados en esos lugares.

Seguramente que a la gran empresa le resultará mucho más fácil, y más económico, emplear tal intermediación que invertir en locales para establecer una venta sin intermediarios. La intermediación no se establece para elevar los precios al consumidor, sino para tratar de reducir los costos finales. Los objetivos de la producción capitalista se orientan a la mejora de la calidad de sus productos y a la reducción de los precios, de manera de salir airosos en la competencia empresarial con otras empresas.

En una economía de mercado, toda transacción implica un intercambio entre A y B, en el cual ambas partes se benefician; de lo contrario cesará todo intercambio posterior. Para eliminar las sucesivas intermediaciones, los sistemas socialistas proceden según el siguiente esquema:

A entrega su producción a E (Estado) y E (Estado) provee al consumidor B

Puede advertirse fácilmente que de esa forma se han eliminado todas las intermediaciones capitalistas, pero también puede advertirse que se ha creado un gran intermediario (el Estado) que, por lo general, absorbe gran parte de las energías productivas de una sociedad, empeorando las cosas en lugar de establecer una mejora.

También los socialistas critican la concentración de poder económico de las empresas aduciendo que 20, 50 o 100 familias poseen el equivalente monetario a lo que posee cierto porcentaje de la población mundial. Por ejemplo, el grupo Rockefeller no es de una sola familia, ya que quienes más acciones poseen no superan el 1% del total. Y si fuera de un solo dueño, habría que felicitarlo por dirigir y facilitar la producción de una enorme cantidad de bienes y servicios. Cualquier persona normal puede deducir en forma inmediata que tal cuantiosa producción no ha de ser para el consumo personal del dueño, como parece ser la creencia de los adherentes al socialismo. Estos siempre comentan las “injusticias” de la desigualdad entre los que mucho poseen y los que nada poseen. Producir enorme cantidad de productos para consumo masivo es también visto como algo negativo por parte de los socialistas.

Lo sorprendente del caso es la forma en que los socialistas intentan solucionar el “problema” de los que mucho producen, es decir, problema para los envidiosos pero solución para eliminar la pobreza. Tal "solución" socialista consiste en nacionalizar o estatizar el sector productivo para ser dirigido por los socialistas al mando del Estado. Como lo militar, lo político, lo cultural, etc., también dependen del Estado, se establece una concentración de poder muchísimo mayor que el existente en cualquier economía de mercado. Cuando tal concentración cae en manos de una sola persona, o de unas pocas, que nada han producido, existe el enorme riesgo de posibilitar grandes catástrofes sociales o humanitarias, como fue lo que ocurrió bajo los mandos de Mao, Stalin, Lenin y Hitler.

Respecto a la condena de la producción de riquezas, Julián Marías escribió: "Es curiosa una demagogia existente que no perdona la creación de riqueza -tal vez porque se desea la perpetuación de la pobreza para poder manipular y dominar a los hombres-. Cuando se dice que tales países «consumen» tal porcentaje de los productos, casi siempre se trata de que los que los «crean» o producen, consumen una fracción de ellos, y gracias a esto viven mucho de los demás" (Del "Tratado sobre la convivencia"-Ediciones Martínez Roca SA-Barcelona 2000).

Las masas, fácilmente engañadas por los “intelectuales” socialistas, terminan apoyando ideologías que han fracasado estrepitosamente a lo largo y a lo ancho del planeta. Incluso tales embaucadores hacen creer que la “planificación socialista de la producción” es la gran solución para casi todos los problemas sociales e individuales. No advierten que sin mercado no es posible disponer de precios relativos y, de ahí, es imposible el cálculo económico y la planificación subsiguiente. Un absurdo más en la base de toda argumentación socialista.

sábado, 16 de noviembre de 2024

Los conservadores y la crítica de Hayek

Por lo general, se habla de posturas políticas como consecuencias de previos ideales existentes en los adeptos, o bien de ideales que surgen luego de conocer ciertas filosofías o visiones de la realidad. Todas estas posibilidades pueden considerarse como consecuencias de actitudes básicas que permiten admitir ciertas posturas políticas y rechazar otras.

Los adeptos a una postura política determinada no responden a una actitud uniforme, ya que, por lo general, surgen divergentes opiniones entre partidarios de un mismo partido político. No ocurre así en el caso de los movimientos de masas, o populismos, en los cuales el pensamiento de los líderes, cualquiera sean, son aceptados por sus adeptos surgiendo en ellos cierta uniformidad proveniente de la aceptación de un pensamiento que no es propio ni personal, sino exterior y aceptado bajo alguna forma de fe personal.

En cuanto a la actitud predominante entre los conservadores, podemos encontrarla en la siguiente descripción debida a Michael Oakesshott: “Ser conservador es preferir lo familiar a lo desconocido, preferir lo experimentado a lo no experimentado, el hecho al misterio, lo efectivo a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo excesivo, lo conveniente a lo perfecto, la risa presente a la felicidad utópica…los cambios pequeños y lentos le parecerán más tolerables que los grandes y repentinos; tendrá en alta estima cada apariencia de continuidad” (Citado en “Hardoy. La lucha por la libertad” de Emilio J. Hardoy y varios autores-Edhasa-Buenos Aires 2008).

Se advierte que tal actitud puede considerarse como la de alguien prudente, que busca la seguridad y rechaza el riesgo. Tal actitud presentará ciertas ventajas y también ciertas desventajas, que serán criticadas por quienes adoptan otras actitudes. No debemos olvidar que la caracterización anterior no es la única posible, ya que no resulta sencillo establecer una verdad única al respecto.

Es posible, además, que la construcción de un orden social aceptable necesitará de los aportes de personas con diferentes actitudes, que son las que existen en toda sociedad real y concreta. En este caso se consideran las actitudes emergentes de seres humanos libres, en rechazo de unanimidades impuestas a las masas por líderes populistas y totalitarios.

El sector liberal es, en algunos aspectos, coincidente con el conservadurismo. Sin embargo, Friedrich A. Hayek, a través de varias páginas, expone las razones de su disidencia, afirmando: “Por qué no soy conservador”. Al respecto escribió: “Teme el conservador a las nuevas ideas precisamente porque sabe que carece de pensamiento propio que oponerles. Su repugnancia a la teoría abstracta, y la escasez de su imaginación para representarse cuanto en la práctica no ha sido experimentado, le dejan por completo inerme en la dura batalla de las ideas. A diferencia del liberal, convencido siempre del poder y la fuerza que, a la larga, tienen las ideas, el conservador se encuentra maniatado por los idearios heredados. Como, en el fondo, desconfía totalmente de la dialéctica, acaba siempre apelando a una sabiduría particular que, sin más, se atribuye”.

“Uno de los aspectos para mí más recusables de la mentalidad conservadora es su oposición, por principio, a todo nuevo conocimiento, por temor a las consecuencias que, a primera vista, parezca haya de producir; digámoslo claramente: lo que me molesta del conservador es su oscurantismo. Reconozco que, mortales al fin, también los científicos se dejan llevar por modas y caprichos, por lo que siempre es conveniente recibir sus afirmaciones con cautela y hasta con desconfianza. Ahora bien, nuestra crítica deberá ser siempre racional, y, al enjuiciar las diferentes teorías, habremos de prescindir necesariamente de si las nuevas doctrinas chocan o no con nuestras creencias preferidas”.

“Siempre me han irritado quienes se oponen, por ejemplo, a la teoría de la evolución o a las denominadas explicaciones «mecánicas» del fenómeno de la vida, simplemente por las consecuencias morales que, en principio, parecen deducirse de tales doctrinas, así como quienes estiman impío o irreverente el mero hecho de plantear determinadas cuestiones. Los conservadores, al no querer enfrentarse con la realidad, sólo consiguen debilitar su posición. Las conclusiones que el racionalista deduce de los últimos avances científicos encierran frecuentemente graves errores y no son las que en verdad resultan de los hechos; ahora bien, sólo participando activamente en la discusión científica podemos, con conocimiento de causa, atestiguar si los nuevos descubrimientos confirman o refutan nuestro anterior pensamiento. Si llegamos a la conclusión de que algunas de nuestras creencias se apoyaban en presupuestos falsos, estimo que sería incluso inmoral seguir defendiéndolas pese a contradecir abiertamente la verdad”.

“Esa repugnancia que el conservador siente por todo lo nuevo y desusado parece guardar cierta relación con su hostilidad hacia lo internacional y su tendencia al nacionalismo patriotero. Esta actitud también resulta perjudicial para la postura conservadora en la batalla de las ideas. Es un hecho incuestionable para el conservador que las ideas que modelan y estructuran nuestro mundo no respetan fronteras. Y pues no está dispuesto a aceptarlas, cuando tiene que luchar contra las mismas, advierte con estupor que carece de las armas dialécticas”.

“Las ideas de cada época se desarrollan en lo que constituye un gran proceso internacional; y sólo quienes participan activamente en el mismo luego son capaces de influir de modo decisivo en el curso de los acontecimientos. En estas lides de nada sirve afirmar que cierta idea es antiamericana, antibritánica o antigermana. Una teoría torpe y errada no deja de serlo por haberla concebido un compatriota”.

“Aunque mucho más podría decir sobre el conservadurismo y el nacionalismo, creo que es mejor abandonar el asunto, pues algunos tal vez pensarán que es mi personal situación la que me induce a criticar todo tipo de nacionalismo. Sólo agregaré que esa predisposición nacionalista que nos ocupa es con frecuencia lo que induce al conservador a emprender la vía colectivista. Después de calificar como «nuestra» tal industria o tal riqueza, sólo falta un paso para demandar que dichos recursos sean puestos al servicio de los «intereses nacionales»”.

“Sólo a primera vista puede parecernos paradójico que la repugnancia que el conservador siente por lo internacional vaya frecuentemente asociada a un agudo imperialismo. El repugnar lo foráneo y el hallarse convencido de la propia superioridad inducen al individuo a considerar como misión suya «civilizar» a los demás y, sobre todo, «civilizarlos», no mediante el intercambio libre y deseado por ambas partes que el liberal propugna, sino imponiéndoles «las bendiciones de un gobierno eficiente»”.

“Es significativo que en este terreno encontremos con frecuencia a conservadores y socialistas aunando sus fuerzas contra los liberales. Ello aconteció no sólo en Inglaterra, donde fabianos y webbs fueron siempre abiertamente imperialistas, o en Alemania, donde fueron de la mano el socialismo de Estado y la expansión colonial, sino también en los Estado Unidos, donde, ya en tiempos del primer Roosevelt, pudo decirse que «los reformadores sociales habían aunado sus esfuerzos formando un partido político que amenazaba con ocupar el poder y utilizarlo para su programa de cesarismo paternalista…»”.

“En un solo aspecto puede decirse con justicia que el liberal se sitúa en una posición intermedia entre socialistas y conservadores. En efecto, rechaza tanto el torpe racionalismo del socialista, que quisiera rehacer todas las instituciones sociales a tenor de ciertas normas dictadas por sus personales juicios, como del misticismo en que con tanta facilidad cae el conservador. El liberal se aproxima al conservador en cuanto desconfía de la razón, pues reconoce que existen incógnitas aún sin desentrañar; incluso duda a veces que sea rigurosamente cierto y exacto todo aquello que se suele estimar definitivamente resuelto, y, desde luego, le consta que jamás el hombre llegará a la omnisciencia”.

“De cuanto antecede en modo alguno se sigue que el liberal haya de ser ateo. Antes al contrario, y a diferencia del racionalismo de la Revolución Francesa, el verdadero liberalismo no tiene pleito con la religión, siendo muy de lamentar la postura furibundamente antirreligiosa adoptada en la Europa decimonónica por quienes se denominaban liberales. Que tal actitud es esencialmente antiliberal lo demuestra el que los fundadores de la doctrina, los viejos whigs ingleses, fueron en su mayoría gente muy devota. Lo que en esta materia distingue al liberal del conservador es que, por profundas que puedan ser sus creencias, aquél jamás pretende imponerlas coactivamente a los demás. Lo espiritual y lo temporal son para él esferas claramente separadas que nunca deben confundirse” (De “Los fundamentos de la libertad”-Unión Editorial Argentina-Buenos Aires 2013).

viernes, 15 de noviembre de 2024

Justificación de la conquista

Mientras los seres humanos avanzamos en materia de conocimientos científicos, asociados a un innegable avance tecnológico, en materia de ética podemos avanzar bastante y también retroceder otro tanto, cuando las circunstancias son propicias para la intromisión de ideologías ineficaces. Este es el caso actual, cuando la ética bíblica va siendo dejada de lado argumentando que la Iglesia en el pasado produjo las Cruzadas, la Inquisición y la conquista de América, procesos desligados parcial, o totalmente, de las prédicas evangélicas originales. John Gray escribió: "En ciencia, el progreso es un hecho. En ética y en política es una superstición. El avance cada vez más acelerado del conocimiento científico alimenta la innovación técnica y produce con ello una incesante corriente de nuevos inventos. Ese es precisamente uno de los puntos sobre los que se basa el enorme aumento de las cifras de población humana en los últimos cientos de años".

"Por mucho que los autores posmodernos pongan en cuestión el progreso científico, este es innegablemente real. Lo ilusorio es creer que pueda lograr una modificación fundamental de la condición humana. En ética y en política, los avances no son acumulativos. Lo que se ha ganado en un momento puede también perderse en otro, que es lo que con el tiempo acaba ocurriendo con casi total seguridad" (Citado en "¡República Urgente!" de S. Kovadloff y H.M. Guyot-Emecé Ediitores SA-Buenos Aires 2021).

La manera eficaz de combatir al cristianismo implica asociarlo a los errores cometidos por la Iglesia Católica, interpretados principalmente por el marxismo. Así, la mayor parte de las personas suponen que todos los objetivos perseguidos por los seres humanos son "económicos", por lo que la conquista de América, además del objetivo monetario, buscaba la eliminación, casi "deportiva", de los aborígenes. Descartaban la existencia de objetivos religiosos, aún con los errores propios de esos logros. Recordemos que, para quienes estuvieron convencidos de la existencia de un premio celestial o de un castigo infernal, poco o nada les habrá interesado el logro de riquezas ni tampoco otra cosa que la conversión de los habitantes del nuevo mundo al ámbito cristiano.

En algunos libros se describe con cierta precisión la labor de los colonizadores en distintos países de América. Se nota el interés religioso en el legado que dejaron y que está a la vista de todos. Por supuesto que todo eso se puede negar y pensar que todos los españoles vinieron a esclavizar indios, lo que entonces invalida la opinión de que vinieron a asesinarlos masivamente. Si alguien busca esclavos para beneficiarse con su trabajo, entonces no les conviene matarlos.

El problema visible no pasa por la popularidad de Cristo, ni por la vigencia de sus prédicas interpretadas por tal o cual iglesia, ni siquiera por la continuidad de la Iglesia Católica, sino por los efectos negativos que ha de tener la ausencia de la ética natural al ser reemplazada por alguna ideología totalitaria, como son el marxismo y el islam. Estamos en una etapa de elección entre la ética bíblica, por una parte, y por "éticas" totalitarias, marxistas e islámicas, por otra parte. Para ello debemos tener presente la supervivencia de las sociedades actuales en lugar de los errores cometidos hace cientos o miles de años por los predicadores bíblicos y católicos. Lo que llama la atención es el rechazo de toda violencia católica y una simultánea aceptación de la "guerra santa" promovida desde el Corán. La inacción europea, en estos aspectos, conduce a una lenta pero segura usurpación islámica orientada a la imposición de un totalitarismo teocrático.

A continuación se menciona un artículo en el cual se interpreta el proceso colonizador de España en una forma algo diferente al establecido por el marxismo:

JUSTIFICACIÓN DE LA CONQUISTA

Por Jorge H. Sarmiento García

Fundadamente se ha sostenido que fue el espíritu de Cruzada el ideal cristiano medieval, el que presidió el Descubrimiento; desechadas las tesis de la simple aventura marítima renacentista, o de las ansias excluyentes de logrerías económicas, se explica el acto por su finalidad ostensible de frenar el avance islámico. Luego, la Cruzada se transformó en Misión evangelizadora y se plasmó en la Conquista militante: la monarquía reconocía como una de sus tareas principales la evangelización de los indígenas, y se encargaba de la organización y los gastos de la Misión.

Destaca Vittorio Messori que los pueblos de América Central habían caído bajo el terrible dominio de los invasores aztecas, uno de los pueblos más feroces de la historia, con una religión oscura basada en los sacrificios humanos masivos. Durante las ceremonias que todavía se celebraban cuando llegaron los conquistadores para derrotarlos, en las grandes pirámides que servían de altar se llegaron a sacrificar a 80.000 jóvenes de una sola vez. Las guerras se producían por la necesidad de conseguir nuevas víctimas. De no haberse producido la llegada de los españoles, la población habría quedado reducida al mínimo como consecuencia de la hecatombe provocada por los dominadores entre los jóvenes de los pueblos sojuzgados. La intransigencia y a veces el furor de los primeros católicos desembarcados encuentran una fácil explicación ante esta oscura idolatría en cuyos templos se derramaba sangre humana.

Algo menos sanguinarios –agrega- eran los incas, los otros invasores que habían esclavizado a los indios del sur, a lo largo de la cordillera de los Andes. Pero los incas practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía, una epidemia. Las víctimas, a veces niños, hombres o vírgenes, eran estranguladas o degolladas, en ocasiones se les arrancaba el corazón a la manera azteca.

Entre otras cosas, el régimen impuesto por los dominadores incas a los indios fue un claro precursor del “socialismo real” al estilo marxista. Obviamente, como todos los sistemas de este tipo, funcionaba tan mal que los oprimidos colaboraban con los pocos españoles que llegaron providencialmente para acabar con él.

Igual que en la Europa oriental del siglo XX, en los Andes del siglo XVI estaba prohibida la propiedad privada, no existían el dinero ni el comercio, la iniciativa individual estaba vedada, la vida privada se veía sometida a la dura reglamentación por parte del Estado.

Y, a manera de toque ideológico “moderno”, adelantándose no sólo al marxismo sino también al nazismo, el matrimonio era permitido sólo si se seguían las leyes eugenésicas del Estado para evitar “contaminaciones raciales” y asegurar una “cría humana” racional.

A este terrible escenario social, es preciso añadir que en la América precolombina nadie conocía el uso de la rueda (a no ser que fuera para usos religiosos), ni del hierro, ni se sabía utilizar el caballo que, al parecer, ya existía a la llegada de los españoles y vivía en algunas zonas en estado bravío, pero los indios no sabían cómo domarlo ni habían inventado los arreos. La falta de caballos significaba también la ausencia de mulas y asnos, de modo que si a ello se añade la falta de la rueda, en aquellas zonas montañosas todo el transporte, incluso el necesario para la construcción de los enormes palacios y templos de los dominadores, lo realizaban las hordas de esclavos.

Sobre estas bases los juristas españoles, dentro del marco de la “igualdad natural de todos los pueblos”, reconocieron a los europeos el derecho y el deber de ayudar a las personas que lo necesitasen. Y no puede decirse que los indígenas precolombinos no estuviesen necesitados de ayuda. No hay que olvidar que por primera vez en la historia, los europeos se enfrentaban a culturas muy distintas y lejanas. A diferencia de cuanto harían los anglosajones, que se limitarían a exterminar a aquellos “extraños” que encontraron en el Nuevo Mundo, los ibéricos aceptaron el desafío cultural y religioso con una seriedad que constituye una de sus glorias.

(De “Apuntes históricos argentinos”-Ediciones Dike-Foro de Cuyo-Mendoza 2005)

martes, 12 de noviembre de 2024

Educación moral integral vs. Educación sexual integral

La educación moral integral, al llevar implícita la existencia de la actitud característica, tiende a promover una actitud cooperativa que debe priorizarse a una educación vial, a una educación sexual y a toda educación especializada. Es fácil advertir que la persona egoísta e irresponsable lo ha de ser en el estudio, en el trabajo, en la conducción de un vehículo, etc. De ahí que la educación moral, como orientador de actitudes, debería priorizarse ante otras posibilidades.

En los distintos ámbitos educativos se ha impuesto obligatoriamente la ESI (Educación sexual integral) que vendría a reemplazar (o así parece) a la antigua Educación moral integral, o educación tradicional. Pareciera que la idea básica implica desconocer el alma de las personas para tener presente sólo sus cuerpos, simbolizando como "alma" al conjunto de aspectos emocionales o morales de todo individuo.

Cuando se habla de sexo a los niños y a los jóvenes, a partir de las ideas predominantes en la ESI, se produce una separación importante entre lo emocional y lo sexual, por lo que también podríamos hablar de una "Educación genital integral", que parece introducirse en muchas aulas argentinas. Se ha llegado a una hipersexualización de niños y adolescentes, y a una especie de "inflación sexual". Recordemos una expresión de Viktor Frankl: "El sexo, como el dinero, cuando se inflaciona pierde su valor".

A continuación se mencionan algunos escritos aparecidos en el Diario La Prensa (digital)

SILEONI Y LA ESTÉTICA DE LA BATACLANA

Por Claudio Chaves

Fue la periodista Claudia Peiró, siempre atenta a las cuestiones educativas, quien dio la voz de alarma sobre libros, que cargados de un voltaje sexual explícito, son enviados a las escuelas por el ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires. La denuncia la realizó en una nota publicada en Infobae el 4 de noviembre pasado. No voy a repasar en el presente artículo los párrafos ya publicados, carece de sentido replicarlos. Lo cierto es que si al lector le interesa puede ingresar a la nota y apreciará, una manera de decir, que no se tratan de obras de arte como aseguró el ministro sino de textos que rozan la pornografía.

Otros periodistas tomaron el caso y la vicepresidente Victoria Villarruel hizo lo mismo con duras declaraciones contra el ministro. Dio un paso más, organizó un seminario en el Senado.

Ante el escándalo apareció el ministro. Hay que patear al chancho para que aparezca el dueño. En su descargo el profesor Sileoni desmintió que fueran libros utilizados para educación sexual, esto es la ESI, Educación Sexual Integral, asignatura curricular, por lo tanto obligatoria y bajo su absoluta responsabilidad, de modo que como ya es habitual en su conducta desde que es funcionario público, realizó un pase de Verónica, y al no resultar textos obligatorios esquiva la acusación y eleva la puntería pues se trata de libros para un programa denominado Identidades bonaerenses, presentado en sociedad por el gobernador Axel Kicillof. ¡De modo que miren para otro lado, no a mí!

EL DESCARGO

En su descargo el ministro aseguró que son textos para trabajar junto al docente con una guía perfectamente estudiada, faltaba agregar hemos cuidado con esmero a los chicos, como manifiestan las bataclanas luego de un desnudo o una escena sexual a propósito del director y los camarógrafos.

Aseguró, también el ministro, que los libros no van a las escuelas sino a las bibliotecas. Otro pase de Verónica, bibliotecas hay en casi todas las escuelas, pero también por fuera de ellas. ¡No me miren sólo a mí! Sobre este disparate no hay mucho más para decir.

OTRA BARBARIDAD DE SILEONI

Para fortalecer su posición aseguró, criticando el sesgo conservador de las acusaciones y de quienes las realizan: “Es paradójico a los doce años pueden ir presos pero a los diecisiete no pueden leer este libro”. ¡Gol!, gritó.

Primero, miente, los libros observados son recomendados a partir de los quince años. Segundo, miente también, un chico de doce años no va preso. Y tercero la comparación es un disparate.

El ministro es una de las tantas voces progresistas que han destruido la escuela argentina. Equipara a un precoz delincuente con un estudiante. Peras con manzanas. Qué tendrá que ver una acción delictual de un menor por fuera de la escuela con la vida escolar de un joven estudiante. Debería ampliar el concepto el ministro.

CUANDO LA INTIMIDAD SE HACE PÚBLICA

El progresismo corroe la sociedad, la cultura, los valores y las tradiciones como jamás la izquierda dura lo hubiera realizado. En este sentido el progresismo es más peligroso que lo que en su momento fue la izquierda. Es nihilismo crudo. Sin analizarlo en todos sus frentes sólo mencionaré, por el caso que nos convoca, lo actuado por la provincia de Buenos Aires.

La sexualidad en cualquiera de sus manifestaciones es una conducta que remite a la intimidad, a lo privado. ¿Qué necesidad tiene el progresismo de arrastrar al espacio público lo que es de la esfera privada? ¿Se trata de banalizar y desacralizar uno de los espacios que nos diferencian de los animales? ¿O se trata de estatizar las emociones privadas? No sé, habría que estudiarlo más, lo evidente es que el ministro como las bataclanas hablan de la sexualidad públicamente con el más absoluto descaro, como si fuera una práctica más de Cross-Fitness o de una dieta saludable. La escuela debe ser preservada de la frivolidad y la liviandad moral.

(De www.laprensa.com.ar)



LOS NIÑOS Y LA ESI

Señor director:

Soy madre de cinco hijos. Ellos son mi tesoro. Creo que para la mayoría de los padres no hay mayor tesoro que sus hijos. Tres de mis hijos ya son universitarios, pero a los dos menores los hemos tenido que llevar a un sistema de educación a distancia después de que, en una clase de biología, la profesora excediera su rol de docente e interpusiera su propia concepción de la sexualidad en plena clase. Después de esto, sentimos con mi marido la necesidad de proteger sus almas conservando y cuidando su inocencia. Que aprendan el bien, la verdad y la belleza. Por eso buscamos la opción de la educación en casa.

Entiendo que los chicos deban aprender biología, el ciclo de la vida de los seres vivos, las pautas y técnicas del autoconocimiento, y demás materias. Aspectos como el dominio del carácter, la convivencia y comprensión entre sus pares, el respeto y el amor a la Patria. Cultivar el espíritu con lecturas que los eleven y los hagan soñar con cosas grandes. Una buena educación debe entusiasmarlos con un mundo mejor donde el esfuerzo y la dedicación sean reconocidos. Pero lo que está pasando en muchos colegios no es eso. El programa ESI se cuela en la educación de nuestros hijos, en temas muy personales que, me animo a decir, deberían ser privativos de los padres. Con la transversalidad que impone la ley de ESI se está sexualizando la educación. Se inquieta el espíritu de los chicos, violentando su inocencia y pudor. La información que se está dando excede lo que corresponde al ámbito de un aula donde hay niños con distintas necesidades y sensibilidades.

Nosotros, pudimos elegir una opción distinta de educación, pero no todos los padres tienen esa posibilidad. Lo que si podemos hacer todos, es involucrarnos y decir un rotundo “NO” cuando los programas atenten contra nuestras convicciones. Nuestros hijos son nuestra responsabilidad y nadie va a defenderlos de los atropellos mejor que nosotros. Tenemos que animarnos y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para impedir que sigan promoviendo programas que lejos de orientar a una sana niñez la corrompen e hipersexualizan. Educar quiere decir “hacer crecer”, “tirar para arriba”. Exijamos una mejor educación. Mejores ámbitos escolares, en lo edilicio y también en el contenido. Nuestros impuestos deben usarse para mejorar las condiciones intelectuales, deportivas, artísticas y no para promocionar programas de dudosa procedencia que nada tienen que ver con nuestras raíces, costumbres y creencias.

Pía López Sanabria

(De www.laprensa.com.ar)