Son muchas las definiciones acerca de la religión; sin embargo, teniendo presente su historia, es posible encontrar una que permita darnos una idea de lo que significa. Puede decirse que la religión es la consecuencia práctica derivada de una previa visión que se tiene del universo. Tal consecuencia práctica ha de consistir, además de rituales y ofrendas, en una actitud ética que ha de orientarnos por la vida.
La visión que tenemos del universo ha de ser cambiante con las épocas. De ahí que la religión ha de sufrir algunos cambios, especialmente en las formas de exteriorizar nuestras creencias como también en los aspectos éticos de nuestro comportamiento. Sin embargo, las propuestas éticas surgidas en el pasado, tienen actualmente una validez y efectividad similar a la que antes tuvieron. Ello implica que su compatibilidad (o su incompatibilidad) con la ley natural resulta independiente del tiempo, de la misma manera en que una teoría científica conserva su grado de certeza aun cuando puedan aparecer teorías que la superen.
La forma más antigua de religión proviene de la visión animista y politeísta de la naturaleza, por la cual se supone la existencia de dioses especializados y distribuidos, con los cuales deberíamos mantener "buenas relaciones". La palabra "religión", cuyo significado es "unir a los adeptos", implica una doble unión del individuo con sus semejantes y con los dioses supuestos. En esta forma de religión se observa el neto predominio del subjetivismo por cuanto los dioses imaginados son creaciones mentales similares a los personajes de ficción creados por literatos y novelistas. Antonio C. Birlán escribió: "La palabra religión significa, según su etimología, lo que une. Pocas veces el sentido de una palabra ha estado más en contradicción con la realidad. Que la religión, en la realidad, no es lo que une, basta echar una ojeada sobre el presente y el pasado para comprobarlo. Ha unido, cuando más, parcialmente, y los unidos parcialmente se han enfrentado en todos los tiempos con otros unidos asimismo parcialmente. ¿Por qué esa unión parcial no se ha extendido? ¿Por qué lo que, según su sentido, y según sus orígenes, de donde su sentido, une, ha unido siempre tan imperfectamente?" (De "La religión"-Editorial Américalee-Buenos Aires 1956).
Un cambio importante se produce con el monoteísmo, no sólo por el hecho de reducir la cantidad de dioses a uno solo, sino por el surgimiento de la religión moral, suponiendo que el Dios único nos exige responder, mediante una actitud ética determinada, el cumplimiento de su voluntad. Los rituales y las ofrendas pasan a ser elementos simbólicos de importancia limitada, si bien se mantiene el subjetivismo del pasado. Tal subjetivismo no implica que necesariamente las propuestas éticas han de ser erróneas, ya que surgen de la observación de individuos cuya naturaleza no cambia esencialmente en el tiempo.
Si bien la idea de "ley natural" aparece con los estoicos, este concepto es corroborado esencialmente por la física experimental iniciada por Galileo Galilei. Al asociar relaciones matemáticas precisas a las magnitudes físicas utilizadas en las descripción de los diversos fenómenos naturales, se observa un vínculo invariante entre causas y efectos, haciendo innecesaria la existencia de dioses distribuidos e, incluso, del Dios único que orienta y dirige con sus intervenciones el desarrollo de los fenómenos humanos.
En forma acorde a la nueva visión brindada por la reciente aparición de la ciencia experimental, Baruch de Spinoza establece un sistema filosófico en el cual reemplaza al Dios interviniente en los acontecimientos cotidianos
por un "Dios legal" asociado a las supuestas leyes naturales que rigen todo lo existente, propiedad del universo que ha de ser corroborada en el futuro. Nacen así las religiones naturales que excluyen milagros y revelaciones, sin alterar significativamente la ética propuesta por las religiones del pasado.
El posterior desarrollo de la física y de la astronomía, por parte de Isaac Newton, convence a muchos intelectuales de la Ilustración en la posibilidad de promover la religión natural, o deísmo, aun cuando el propio Newton admitía la posibilidad de intervenciones del Creador para corregir algunas irregularidades observadas en el sistema planetario solar.
Las dos formas nuevas de religión son, como se dijo, la de Baruch de Spinoza, por una parte, que supone la existencia sólo de leyes naturales sin asociarle un sentido explícito al universo; y el deísmo, por otra parte, que supone la existencia de un Dios Creador que impone su voluntad y su criterio en los inicios del universo, sin posteriores intervenciones. Ambas posturas son similares, excepto por la existencia de un sentido asociado al universo en la segunda de ellas. Ernst Haeckel escribió: "Sólo en la segunda mitad del siglo XVII es cuando el sistema panteísta fue constituido bajo su forma más pura por el gran Spinoza: el creó para designar la totalidad de las cosas el puro concepto de substancia en el cual Dios y el mundo son inseparables. Es tanto de admirar hoy por nuestra parte la claridad, la exactitud y la lógica del sistema monista de Spinoza, en cuanto hace doscientos cincuenta años, aquel poderoso pensador carecía aún de todos los datos empíricos ciertos que nosotros hemos adquirido hasta la segunda mitad del siglo XIX" (De "La religión").
Puede hacerse una síntesis de las principales posturas religiosas:
a) Religiones paganas: politeísmo, animismo
b) Religión moral: monoteísmo, teísmo
c) Religión natural: deísmo
d) Religión natural: panteísmo de Spinoza
e) Ateísmo: universo sin sentido aparente
La visión del universo que disponemos en la actualidad claramente nos muestra que todo lo existente es regido por alguna forma de ley natural. Luego, podemos hablar de la existencia de cierto "orden natural" emergente de ese conjunto de leyes. En principio, existe la posibilidad de acuerdos entre las diversas posturas filosóficas y religiosas. Sin embargo, aparece un inconveniente adicional, ya que no todos los que aceptan la existencia de leyes naturales suponen también la existencia de un orden natural, sino que, por el contrario, suponen un caos esencial quitándole al universo todo posible sentido u orientación hacia metas definidas y concretas.
Tal postura puede vincularse con el antiguo ateísmo, cuyo inconveniente radica principalmente en que dicha postura, al negar una finalidad al universo y también a la humanidad, despierta "la tentación" de muchos hombres de darle un sentido artificial con el riesgo de repetir las catástrofes producidas por los totalitarismos ateos del siglo XX.
Si suponemos la existencia de leyes naturales invariantes actuando en forma permanente, resulta difícil aceptar que esas leyes no vayan a conducir al universo hacia alguna finalidad. Lo que quedaría por establecer es la posibilidad de que esa finalidad sea "buena" o "mala" según que favorezca, o no, la supervivencia de la humanidad. Hasta el momento, todo indica que el universo tiene como finalidad aparente establecer su autoconsciencia a través de la vida inteligente. La evolución desde las partículas fundamentales, núcleos, átomos, moléculas, células, organismos, vida, vida inteligente, muestra un aparente sentido induciéndonos a adoptar como finalidad de nuestras vidas la adaptación al orden natural.
La religión natural admite esa denominación al adoptar como referencia a las leyes naturales con exclusión de todo lo sobrenatural. Por el contrario, las antiguas religiones paganas, o incluso el monoteísmo, admiten la existencia de un orden sobrenatural con intervenciones divinas, ya sean permanentes o bien circunstanciales. La religión natural resulta compatible con la ciencia experimental por lo cual puede decirse que también la religión, como todo conocimiento humano, tiende a ir desde un pasado totalmente subjetivo a un futuro totalmente objetivo.
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