miércoles, 28 de mayo de 2025

La moral del deber; premios y castigos

Toda ética explícita o concreta establece sugerencias o mandamientos a ser observados. Será premiado su cumplimiento y castigado su incumplimiento. Entre las distintas morales sugeridas, y dependiendo de su origen y del origen de sus premios y castigos asociados, podemos mencionar las siguientes:

Morales artificiales: son las establecidas por los ideólogos o líderes totalitarios. Los más conocidos fueron Lenin, Mao, Hitler y Mahoma, quienes proponen "mandamientos" para ser cumplidos por toda la sociedad e incluso por toda la humanidad, si las circunstancias lo permiten. Luego, premian a sus adeptos, generalmente con promesas mientras castigan con violencia y muerte a sus detractores y opositores.

Morales sobrenaturales: los mandamientos bíblicos, se supone, derivan Dios, por lo que Dios premiaría con la felicidad y la vida eterna a sus seguidores y castigaría con el infierno a quienes los desconozcan. Luego, el "amor al prójimo" quedaría desvirtuado cuando las acciones humanas están destinadas a "sumar puntos" para el premio final, sin apenas existir empatía respecto del prójimo. En todos los casos, virtud implica obediencia y pecado desobediencia.

Moral natural: el orden natural "nos exige y nos presiona" al cumplimiento de los mandamientos bíblicos, beneficiándonos con su cumplimiento y "castigándonos" a nosotros mismos con su incumplimiento.

Morales mixtas: son aquellas en las que se adopta parcialmente la moral bíblica como un disfraz para lograr fines poco compatibles con tal moral. Este es el caso de Vladimir Putin, quien, "cristianamente", pretende expandir su poder aun a costa de miles de vidas humanas.

Acerca de estos temas, Félicien Challaye escribió: "Kant cree que no existe moralidad sino cuando el hombre se siente obligado, es decir, cuando obra por puro respeto a la ley moral. El imperativo categórico nos manda sin condiciones ni restricciones. No hace llamamiento ni al interés ni al sentimiento: «No mentirás»".

"Desde el momento en que algún interés, o algún sentimiento, aunque sea altruísta, se mezcla al móvil moral, pierde su pureza. Por ejemplo, la decisión de ayudar a los desgraciados, si está inspirada en la simpatía o en la piedad, no tiene valor moral: ahí no hay, dice Kant, sino un «amor patológico», es decir, pasivo, impuesto por nuestro temperamento y por las circunstancias. Al contrario, una obra de beneficencia a que no nos lleva ninguna inclinación sino sólo el deber, es un «amor práctico», único que tiene valor moral" (De "Filosofía moral"-Editorial Labor SA-Barcelona 1936).

Pareciera que Kant interpreta al amor al prójimo como algo distinto o alejando de la empatía emocional, actitud por la cual intentamos adoptar la predisposición a compartir tristezas y alegrías ajenas como propias. Challaye agrega: "Kant pone como ejemplo de la más elevada moralidad a un hombre desengañado, indiferente, por naturaleza o por efecto de las circunstancias, a los sufrimientos del prójimo, que hace a éste un bien únicamente por deber, porque se siente obligado a hacerlo".

"A esta concepción se han hecho diversas críticas. Schopenhauer censura a Kant el basar su moral, aunque sin confesarlo, sobre una idea teológica, sobre la idea del dios bíblico. Este deber absoluto no puede proceder sino de un dios. Sólo un dios me puede obligar a la manera del imperativo categórico. Tal moral descansa, en realidad, sobre una teología".

"Schiller ha resumido esta crítica de la moral kantiana en un fino epigrama: «Con gusto presto un servicio a mis amigos; pero como lo hago con placer, tengo el remordimiento de no ser completamente virtuoso»".

Muchos asocian el mérito moral al sufrimiento o a la incomodidad asociada a cierta acción en beneficio del prójimo. Ello implica que tal acción no está sustentada en una actitud empática, por lo cual tal predisposición sólo será momentánea y se disipará en el futuro. Por el contrario, la actitud empática será la base de muchas acciones morales futuras.

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